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El mundo se transformó con la invención de la red informática mundial, más conocida como internet. Ahora este elemento tan esencial en la vida moderna ha tomado un cariz oscuro y su inventor espera salvarlo.
En la espectacular ceremonia inaugural de los Juegos olímpicos de verano en Londres del 2012, las luces atenuaron y en el ruidoso estadio se produjo un silencio de expectativa. Pronto, todos los ojos se fijaron en un escritorio solitario donde un hombre de edad madura, vestido de saco blanco, tecleaba en una computadora.
De pronto, las palabras: “Esto es para todos”, formadas por luces LCD aparecieron ante más de 60.000 espectadores que llenaban el estadio; a la vez que se transmitían a una audiencia de mil millones que observaban por todo el mundo. El individuo sentado al escritorio era Tim Berners-Lee, modesto genio de las computadoras, a quien se le rendía tributo como creador de la red informática mundial, inventada por él unos años antes.
La red cumplió 30 años este año y ahora la utiliza medio planeta: unos cuatro mil millones de seres. Se trata de una plataforma de servicios de software posicionada sobre la infraestructura que llamamos la internet, o “red mundial de redes”, lo cual produce una especie de matrimonio de la información y la tecnología que resulta simple y fácil de usar.
La visión de Tim Berners-Lee y su proceso de desarrollo, forman una historia fascinante.
Tim creció en Londres, hijo inteligente e inquieto de padres también inteligentes, que fueron a su vez pioneros de la computación. Recibió un título con honores en física de la universidad de Oxford, donde fue el primero en su clase. Luego siguió su carrera de ciencias de la computación e ingeniería de software.
Durante varios meses en 1980, Berners-Lee trabajó en el CERN en Suiza (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear), sede de investigación sobre física de partículas. Lo que observó allí: muchas computadoras diferentes con mucha información, pero sin conexión entre sí, ni con internet, despertó en él un sueño que dominaría su vida: ¿Y si pudieran enlazarse todas las computadoras, de modo que se produjera un espacio de información al que todos, vivieran donde vivieran, pudieran acceder y añadir y con el que pudieran interactuar?
La amplitud y alcance de la visión era impresionante: conectar cualquier cosa, todo, con todo lo demás. Esta genialidad, que ahora conocemos como www o red informática mundial”, representa el logro de tan monumental proeza.
De vuelta en el CERN en 1984, Berners-Lee fue la persona indicada en el lugar y el momento correctos. No solo tenía un sueño estrambótico, sino también el conocimiento y la capacidad para convertirlo en realidad. En 1990, él y su equipo de colaboradores escribieron los primeros programas de la red y empezaron a crear las siglas, lenguajes, protocolos y normas que ahora nos son familiares y definen la red informática mundial.
Berners-Lee pudo haber patentado su invento; habría recibido regalías y sería un hombre muy rico. Pero no lo hizo, sino que aseguró que su obra quedara a libre disposición del público. La plataforma que es la red informática mundial no sería propiedad de ningún individuo ni entidad. Sin embargo, requeriría una administración atenta a fin de alimentarla, protegerla y mejorarla. Fue así como en 1994, se fundó el Consorcio W3C encargado de cumplir dicha función.
Es mucho lo que se ha avanzado en la facilitación del diálogo entre personas, pero el paso más grande aún está en curso: crear una red semántica, con software y máquinas más capaces que puedan analizar todos los datos en la red y comprender su significado: un diálogo entre máquinas (ver: Tejiendo la red, de Tim Berners-Lee, capítulos 12 y 13).
Pese a su éxito notorio, la red no lo está cumpliendo tal como lo soñó Berners-Lee. Se ha concentrado demasiado poder en muy pocas organizaciones. Desde el comienzo, el científico comprendió que, en malas manos, su invento se prestaría al mal uso y abuso. La tentación de vigilar, manipular, espiar y corromper es muy humana, y la internet, con su red global, se ha convertido en un nuevo campo de batalla donde se libran guerras cibernéticas de todo tipo.
Berners-Lee ha concluido que, en vez de servir a la humanidad como era su propósito, la red que él creó ha sido un fracaso: Un fenómeno emergente a gran escala que resulta antihumano (Me mortificó: Tim Berners-Lee, el hombre que creó la red informática mundial, se lamenta, Vanity Fair, 1 de julio del 2018).
Hacia finales del 2018, Berners-Lee hizo una pausa en su labor de dirigir el W3C, tomando un año sabático para comenzar a trabajar en una plataforma enteramente nueva que él llama Solid, y que espera sirva de rescate en esta situación. El objetivo es cambiar radicalmente la manera cómo funcionan las aplicaciones en la internet, dando mayor control a los usuarios, más privacidad personal y mayor protección de los datos personales. Según Berners-Lee, se aproxima una nueva y descentralizada red, que él se apresura a concretar.
El invento de Tim Berners-Lee, la red informática mundial, ha sido un factor enorme en la transformación y adelanto como funciona este mundo; pero también, y sin proponérselo, ha permitido que se haga aún más manifiesto el lado oscuro de la naturaleza humana, con sus inherentes fallas morales.
La verdad pura y simple es que ninguna cantidad de programación, por hábil y avanzada que sea, logrará transformar la naturaleza humana. Los buenos inventos no pueden impedir el mal. Lo que se necesita es una reingeniería espiritual del corazón humano, porque es allí donde radica el problema.
En El Mundo de Mañana nos dedicamos a proclamar esta visión, que pronto se hará realidad. Se aproxima una nueva era que transformará de verdad el funcionamiento de este mundo, ¡para siempre! Puede ser que allí haya una internet, o una red informática mundial, o puede que no, pero se logrará lo que es imposible para cualquier ser humano: transformar la proclividad humana hacia el mal, dotando de un corazón nuevo a quienes estén en disposición de recibirlo (Ezequiel 11:19; 18:31; 36:25-27). En esto radica la promesa más extraordinaria para el progreso de toda la humanidad, y al cumplirse esa promesa dejará muy atrás todos los inventos humanos, por bienvenidos que nos parezcan ahora.
Todo esto se hará, no mediante el ingenio humano ¡sino mediante la intervención divina! Nos referimos, desde luego, a la nueva era que comenzará cuando regrese Jesucristo a establecer el gobierno justo de Dios en la Tierra (Daniel 2:44-45; 7:27; Apocalipsis 5:9-10; 11:15). Esta nueva era comenzará enfrentando a la fuente de todo mal (Apocalipsis 20:1-3, 10), y se continuará dando progresivamente a los seres humanos una naturaleza nueva (1 Juan 3:4-9): la naturaleza justa y santa de Dios, y todo ello será posible solamente por medio de su Hijo Jesucristo (2 Pedro 1:2-4).
Cuando Jesucristo regrese, será el indicado, en el lugar y momento correctos, y con el conocimiento y la capacidad reales para transformar para siempre al mundo entero. Es su destino reinar sobre la Tierra como Rey de reyes y su Reino será algo extraordinario: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su Imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).
Esta maravillosa visión del futuro no es un sueño fantasioso ni exagerado, sino una poderosa y convincente realidad que con toda certeza vendrá, y pronto. Si usted desea saber más, le invitamos a escribirnos o a descargar nuestro folleto gratuito titulado: El maravilloso mundo de mañana. [MM]