¿Quién regirá nuestro futuro? | El Mundo de Mañana

¿Quién regirá nuestro futuro?

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Ante el auge y caída de los imperios en la historia antigua y reciente, y ante las fortalezas y debilidades de los gobiernos actuales, debemos preguntarnos: ¿Dónde se encontrará el liderazgo del mundo en los próximos decenios?

Hace treinta años, cuando la Unión Soviética se deshizo en una confederación de estados que buscaban su camino hacia un futuro poscomunista, se proclamaba que Estados Unidos era “la única superpotencia en el mundo”. Muchos pensaron que habíamos llegado al final de la historia, que las guerras por ideologías eran cosa del pasado, y que la democracia occidental había demostrado que era el único sistema de gobierno viable, capaz de guiar al mundo hacia una era socioeconómica de abundancia para toda la humanidad.

Ahora, todo eso parece una ingenuidad total. Los líderes del mundo occidental se reunieron en junio de este año en el condado británico de Cornualles, con motivo de la cumbre 47 de los países G7. En esa ocasión algunos señalaron que Estados Unidos, lejos de ser el líder indiscutible en ese grupo de siete, ha mostrado cada vez más la influencia de los deseos y exigencias de los demás países representados. Es posible, incluso, que la influencia ejercida por la Unión Europea, la octava presencia en la cumbre, fuera más fuerte que la de cualquier nación allí representada.

A los ojos de muchos, el G7 se definió mejor por quien no era parte de la cumbre. El presidente ruso, Vladimir Putin, se reunió en Ginebra después de la reunión del G7 con el presidente estadounidense Joe Biden, y los observadores comentaron las maneras en las cuales los dos líderes trataron de competir para ser influyentes, aparentemente tratando de adular al otro para ganar confianza y aprobación. Biden llamó a Putin un “adversario digno” poco antes de la reunión, una frase interesante de un líder que supuestamente buscaba hacer de Rusia un amigo, y luego describió a Rusia y Estados Unidos como “dos grandes potencias” (MSN.com, 17 de junio del 2021). A su vez, cuando se le preguntó a Putin su opinión sobre Biden, dijo a los periodistas: “Biden es un profesional…. No se le pasa nada, eso lo puedo asegurar” (Reuters.com, 17 de junio del 2021).

¿Qué piensa el presidente Biden de las relaciones de su país con China, tradicional adversaria de Rusia, su vecina del Norte? Dirigiéndose a los soldados en la base Langley-Eustis en Hampton, Virginia, hizo esta reflexión: “He pasado más tiempo en compañía del presidente Xi de China que con cualquier otro líder mundial: 24 horas de reuniones privadas únicamente con él y un intérprete; 27.500 kilómetros viajando con él en China y aquí. Cree firmemente que antes del año 2030 o 2035 China será dueña de los Estados Unidos, porque las autocracias pueden tomar decisiones rápidas” (WhiteHouse.gov, 28 de mayo del 2021).

El Imperio Chino, aproximadamente con el mismo territorio actual, se remonta al año 221 a.C. En un mundo donde las naciones surgen y decaen con impresionante frecuencia, la historia china como imperio deja muy atrás a la del Imperio Británico... para no hablar de la influencia pasajera de los Estados Unidos o de Rusia en el mundo. Como potencia mundial, solamente el Imperio Romano, aunque con intermitencias, puede compararse con China.

Es normal que mientras China, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea se disputen el poder en el escenario mundial, nos preguntemos: ¿Quién regirá nuestro futuro? Créanlo o no, la respuesta se revela en la Biblia.

Los imperios van y vienen

Siglos antes de que viniera Jesús al mundo, el gran Imperio Babilónico conquistó muchas naciones, entre ellas, el Reino de Judá en el Oriente Medio. El historiador Heródoto escribió que Babilonia “tenía un esplendor superior al de todas las demás ciudades de las que tengamos conocimiento” (La historia de Heródoto, libro 1 -178). ¿Y qué le ocurrió a ese gran imperio? La depravación de Babilonia trajo sobre ella el juicio de Dios.

El profeta Daniel predijo, en las páginas de la Biblia, el auge y caída tanto de Babilonia como de otros grandes imperios, entre ellos el Romano. ¿Qué le pasó al antiguo Imperio Romano? Duró varios cientos de años, pero en el año 476 d.C. llegó a su fin. El historiador Edward Gibbon resumió así las causas de su caída: “Averiguando con diligencia, he podido discernir cuatro causas principales de la ruina de Roma, que actuaron continuamente en un período de más de mil años: I. Los estragos del tiempo y la naturaleza. II. Los ataques hostiles de bárbaros y cristianos. III. El uso y abuso de los materiales. IV. Las riñas internas entre los romanos” (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, 1862, pág. 1.219).

En tiempos modernos también han aparecido y desaparecido imperios. En el siglo 20, el Tercer Reich de Alemania atacó con su blitzkrieg militar y extendió su dominio sobre buena parte de Europa y África del Norte. Las ambiciones de Adolfo Hitler incluían la conquista de la Unión Soviética, pero fracasó cuando los ejércitos aliados vencieron al Tercer Reich.

La Unión Soviética, que se componía de 15 repúblicas y se extendía 17.000 kilómetros de Oriente a Occidente, deseosa de imponer su ideología comunista, la gran superpotencia se propuso conquistar el corazón de las naciones y pueblos de todo el mundo. Al final fracasó, y Rusia quedó luchando por recuperar algo de su anterior influencia.

Hoy, el Reino Unido está luchando por sobrevivir al brexit, su controversial salida de la Unión Europea. Y no hace mucho que el Imperio Británico fue una potencia mundial. En 1921 abarcaba 39 millones de kilómetros cuadrados; un tercio de la superficie terrestre del planeta, y comprendía como la cuarta parte de la población mundial. Se decía que “el Sol nunca se pone en el Imperio Británico”, expresión creada en el siglo 14 durante el reinado de Felipe II, refiriéndose al Imperio Español.

Cien años más tarde, muchos consideran que el Reino Unido ni siquiera es la nación más importante dentro de la mancomunidad de naciones que se desprendió de ese Imperio. En solo un par de generaciones, el Imperio perdió las tierras que hoy comprenden la India, Pakistán, Birmania, Ceilán, Irak, Ghana, Nigeria, Somalia y buena parte de África al sur del Sahara; así como el Mandato británico de Palestina y partes de Egipto y Sudán… y claro, también Hong Kong, que regresó a la soberanía china en 1997. Ciertamente, el Sol sí se ha puesto en el Imperio Británico.

¿Lecciones aprendidas?

Durante su apogeo los imperios suelen despertar sentimientos de vanidad entre sus pueblos y líderes. Se creen invencibles, y su poder inquebrantable. Un ejemplo muy claro es el de Belsasar, el último rey de Babilonia. Persistiendo en su modo de vida alejado de Dios, arrastró a muchos al desenfreno y al libertinaje. Al final, su Imperio pagó la pena, dejando una lección profunda que se consigna en las páginas de la Biblia.

El profeta Daniel se hallaba en Babilonia la noche cuando la ciudad cayó ante el Ejército persa. Por medio de Daniel, Dios hizo saber al rey Belsasar lo que estaba a punto de ocurrirle a él y a su Imperio. La asombrosa serie de hechos aparece en el quinto capítulo del libro de Daniel, en el muy conocido relato de la escritura en la pared. El rey Belsasar preparó un gran festín para mil de sus nobles. Bebieron vino en vasos de oro robados del templo de Dios en Jerusalén. “En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el Rey veía la mano que escribía. Entonces el Rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra” (Daniel 5:5-6).

El Rey acudió a Daniel para que interpretara las palabras que había escrito la mano misteriosa: “La escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu Reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu Reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas… La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el Reino, siendo de sesenta y dos años (vs. 25-28, 30-31).

Hoy, la escritura está en la pared para los Estados Unidos y el Reino Unido. Las señales de advertencia están en todas partes, y esas naciones se hunden cada vez más en la decadencia y la inmoralidad. Todavía tienen tiempo de arrepentirse como naciones y como personas; pero hay adversarios poderosos, como Rusia y China, preparados para aprovechar la debilidad cada vez mayor de los pueblos angloparlantes.

¿Y qué del arrepentimiento?

En toda la historia ha sido muy raro encontrar una sociedad que estuviera dispuesta a dejar sus malos caminos. Nínive, ciudad capital de la antigua Asiria, fue una de las pocas… y la respuesta humilde de sus habitantes aplazó el juicio de Dios. El profeta Jonás llegó a los ciudadanos de Nínive con una advertencia de Dios: “Comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4).

La gente de Nínive no menospreció al profeta Jonás, sino que “los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. Y llegó la noticia hasta el Rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza” (vs. 5-6). ¿Será posible imaginarnos a algún líder mundial de hoy humillarse de esa manera ante Dios?

Los asirios reaccionaron ante la advertencia de Jonás. Se arrepintieron de sus malos caminos y Dios los salvó. Esto ocurrió en el siglo octavo a.C. Dios perdonó a la ciudad por muchos años e incluso se valió de esta nación para castigar a Israel y llevar a su pueblo israelita al cautiverio. Cuando Asiria capturó el Reino del Norte (Israel), ese Reino se perdió en la historia y sus habitantes llegaron a conocerse como las diez tribus perdidas.

El profeta Isaías revela la razón por la cual Dios empleó a Asiria para castigar a Israel. Estas son las palabras de Dios consignadas por Isaías: “Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré, para que quite despojos, y arrebate presa, y lo ponga para ser hollado como lodo de las calles. Aunque él no lo pensará así, ni su corazón lo imaginará de esta manera, sino que su pensamiento será desarraigar y cortar naciones no pocas” (Isaías 10:5-7).

Dios le había advertido al Reino de Israel que se arrepintiera, pero ese pueblo se negó a reformarse. Entonces los asirios conquistaron a las diez tribus que conformaban la casa de Israel, y trasladaron a los cautivos hasta la región Noroccidental de Asiria. El cautiverio final de Israel se produjo alrededor del año 721 a.C.

Con el tiempo, Asiria volvió a sus conductas pecaminosas y en el 612 a.C., Dios permitió la decadencia de Asiria a manos de los caldeos.

Gobierno mundial desde Jerusalén

Dios también hizo llegar sus advertencias al Reino de Judá, pero esa nación persistió en sus pecados. Entonces Dios se valió del Reino de Babilonia bajo el rey Nabucodonosor para castigar a Judá. La mayor parte de los judíos fueron deportados a Babilonia en el transcurso de dos decenios, y el proceso culminó con la destrucción de Jerusalén en el año 586 a.C. Siendo el profeta Daniel aún joven, junto con tres de sus amigos fueron llevados cautivos a Babilonia, donde recibieron instrucción en la cultura y literatura de esa sociedad. Los cuatro se mantuvieron en los valores de Dios que habían aprendido en Judá, y Dios pudo valerse de Daniel para interpretar el sueño de Nabucodonosor… y para dar la buena nueva de un gran Reino venidero que durará para siempre.

La humanidad siempre ha anhelado una autoridad que ponga fin a la guerra y la pobreza. Ya desde la torre de Babel, la gente soñaba con un solo gobierno mundial. Contrariando el mandato de Dios en el sentido de diversificarse y extenderse sobre la faz de la Tierra, la humanidad decidió permanecer junta en un sitio. No era el deseo de Dios entonces que todos estuvieran unidos bajo un solo gobierno humano, e intervino para dispersar a la humanidad por toda la Tierra, separando sus idiomas (Génesis 11:1-9). Desde entonces, todo reino humano que surge, pretende alcanzar un alto grado de poder y todos han llegado a su fin.

El futuro de Rusia y de China aparecen en el relato bíblico de Gog y Magog. Y sabemos por el libro del Apocalipsis que antes del regreso de Jesucristo, un ejército de 200 millones de soldados marchará rumbo al Occidente. Cruzará el Éufrates camino a una conflagración final en el Oriente Medio al final de la era (Apocalipsis 9:16). Allí luchará contra las huestes de diez entidades políticas unidas bajo el poder de una figura conocida como “la bestia” (Apocalipsis 17:12-13). Se trata de una poderosa entidad basada en Europa, que un fuerte líder religioso querrá aprovechar para promover sus fines opuestos a Jesucristo.

¡Está profetizado que el Imperio Romano Germánico surgirá una vez más antes del fin de la era y el regreso de Jesucristo! Pero su dominio será efímero y terminará en un estado de asolamiento militar y ecológico tan enorme que el planeta Tierra no sobreviviría si no fuera por el regreso de Jesucristo, quien vendrá en el momento preciso para establecer el Reino de Dios en la Tierra (Mateo 24:22). En el futuro sí habrá un Reino que gobernará sobre el mundo entero: ¡Jesucristo va a reinar desde Jerusalén!

¡Agradezcamos a Dios por la buena noticia de que nos traerá su gobierno de bondad y amor que asegurará la paz mundial a todas las naciones! El mundo contará con un sistema universal de leyes que garantizan la libertad dentro de las normas de Dios: “Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Miqueas 4:2).

¿Estaremos listos para gobernar en el Reino de Dios?

¿Quiénes irán a ser los asistentes de Jesucristo en el gobierno de las naciones y el establecimiento de la paz? El apóstol Pedro le preguntó a Jesús qué responsabilidades tendrían Él y los apóstoles en la era venidera. El Mesías respondió: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).

¿Dónde se encontrarán los cristianos fieles, los santos, que estarán juzgando? Apocalipsis 2:26 dice que quienes venzan el pecado con ayuda de Jesucristo en esta vida, recibirán autoridad sobre las naciones del mundo en el milenio venidero. El testimonio de las Escrituras es que Dios hará de nosotros “reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra” (Apocalipsis 5:10).

Jerusalén, ciudad de conflictos incesantes en nuestros tiempos, reflejará por fin el significado de su nombre al convertirse en una “ciudad de paz”. El Rey de reyes, Jesucristo, corregirá a los pueblos y naciones belicosas. Las armas de guerra se convertirán en instrumentos de paz y productividad. Algunos lectores de este artículo quizás hayan visto la escultura frente al edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. Representa a un hombre forjando una espada para convertirla en un arado. Imaginemos cómo se transformará el mundo bajo el gobierno de Jesucristo: “Él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra” (Miqueas 4:3).

Y el Reino de Dios durará para siempre. ¡Podemos contar con eso! Esta es la buena noticia que traemos a nuestros lectores. Aunque nuestra nación no haga caso de la Palabra de Dios, recibiremos bendiciones individualmente si creemos y actuamos conforme a su verdad revelada.

Dios ha bendecido la Tierra con montañas majestuosas, valles fértiles y llanos productivos. Nos maravillamos ante la vista de lagos cristalinos y mares tormentosos. Nos encanta la variedad de flores, aves y la fauna terrestre y marina. Por hermoso que sea el mundo actual, será más hermoso en el mundo de mañana, cuando todo sea transformado, incluida la naturaleza de los animales. El glorioso Reino de Dios en la Tierra va a traer bellezas y productividad que el mundo nunca ha conocido. El libro de Isaías nos da una idea del futuro período de mil años cuando Cristo reinará en compañía de los santos:

“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la Tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).

¡Qué época tan gloriosa! Pero mientras tanto, aprendan o no aprendan nuestras naciones las lecciones de la historia, nosotros sí podemos, y debemos, arrepentirnos individualmente. El día del juicio de Dios sobre la humanidad y sus caminos fracasados se acerca rápidamente. Las naciones y personas que se vuelvan hacia Dios serán bendecidas. ¿Qué debemos hacer? No esperemos a que nuestra nación cambie. El momento para que busquemos a Dios con todo el corazón es ahora.

El profeta Isaías nos da estas palabras de ánimo, que a la vez son una exhortación y una promesa: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).

Apreciados lectores, la asombrosa verdad es que podemos llegar a regir en el futuro bajo el Rey de reyes Jesucristo. Si nos arrepentimos, nos bautizamos, y nos esforzamos por obedecer a nuestro Salvador y vencer el pecado con la ayuda del Espíritu Santo, resucitaremos entre los primeros frutos para asistir a Jesucristo en su glorioso gobierno milenario. Los pueblos de todas las naciones aprenderán a vivir en paz y armonía como nunca antes, y podemos ser parte de todo eso. No desperdiciemos esta oportunidad extraordinaria que Dios nos está ofreciendo a pocas personas en esta era. ¡Actuemos conforme a su maravilloso llamamiento! [MM]

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