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¿Acaso tenemos amigos o seres queridos que se están quemando en el infierno?
Millones de personas en el mundo piensan que algunos seres queridos, y muchos de sus enemigos, se encuentran en este momento, ¡ardiendo en las llamas del infierno! Otras personas, que se consideran muy modernas, condenan semejante idea como pura superstición. ¿Cuál es la verdad? Y, si hay un fuego infernal, ¿hay allí quiénes están sufriendo ese tormento en estos momentos?
Es interesante notar lo que señalan algunas encuestas realizadas en países nominalmente cristianos: “Si bien no hay un concepto predominante del infierno, ciertas perspectivas tienen mucha aceptación. Cuatro de cada diez adultos piensan que el infierno es ‘un estado de separación eterna de la presencia de Dios’ (39 por ciento), y la tercera parte (32 por ciento), dice que es un lugar real de tormento y pena donde van muchas almas después de la muerte’. Una tercera perspectiva, adoptada por uno de cada ocho adultos, es que ‘el infierno es solamente el símbolo de algún mal resultado desconocido después de la muerte’ (13 por ciento). Otros encuestados no estaban seguros o dijeron que no creían en la vida más allá de la muerte (16 por ciento)”.
¿Qué enseña la Biblia sobre este tema? La Biblia ciertamente habla de un juicio. Veamos: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Pero, ¿significa esto que hay un fuego infernal eterno, adonde irán los muertos que no se salvaron, y donde padecerán un tormento incesante por toda la eternidad?
Es cierto que todo ser humano será juzgado. Más aún: Dios está juzgando ahora mismo a su Iglesia (ver 1 Pedro 4:17). Pero también juzgará al resto del mundo, en un juicio final conocido como el juicio ante el gran trono blanco, mil años después de la segunda venida de Jesucristo (ver Apocalipsis 20). ¿Cuál será el destino de los malos después de ese juicio? ¿Irán a pasar la eternidad quemándose en un fuego infernal? ¿Acaso las almas de los malos que murieron están siendo atormentadas en este momento, tal vez en algún lugar debajo de la Tierra?
¿Cuándo se llevará a cabo el juicio? ¿Será inmediatamente después de que exhalemos el último suspiro, o será en algún momento futuro antes del fin de nuestro mundo actual? Veamos las palabras de Jesucristo: “No os extrañéis de esto: Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio” (Juan 5:28-29, Biblia de Jerusalén, 1976).
Sí, habrá un juicio para todo ser humano. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).
Sí, todos los seres humanos deberemos comparecer ante el trono de Cristo. Cada uno de nosotros recibirá o bien una recompensa, o bien un castigo. Y como veremos, el castigo final para los pecadores que rehúsen arrepentirse será un lago de fuego.
¿Qué sucederá en ese lago de fuego? La mayoría de las personas piensan que las almas dentro del lago se retorcerán en un tormento eterno. Como ministro, he visto la angustia de personas que viven con el dolor permanente de pensar que el alma de algún amigo o familiar está sufriendo en este momento, y que el suplicio durará para siempre. También he visto la satisfacción farisaica de algunos, que piensan que el alma de alguien que les ha disgustado, quizá de un miembro de otra religión, está sufriendo el tormento eterno.
¿Nos causaría asombro saber que las almas de nuestras amistades y familiares queridos no están sufriendo, puesto que no son inmortales? Al contrario de lo que en general se piensa, la Biblia no enseña que el ser humano tenga un alma inmortal. La expresión “alma inmortal” ¡ni siquiera aparece en la Biblia! Ciertamente, hay un “espíritu del hombre que está en él” y que nos distingue de los animales (1 Corintios 2:11). Ese espíritu humano y el cerebro constituyen la mente humana. Pero esto no es un alma inmortal, sino algo que se puede acabar. Recordemos la advertencia que nos hizo el propio Jesucristo: “No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Dios puede destruir el alma. ¡El “alma” no es inmortal!
¿De dónde nos llegó el concepto de las almas ardiendo en un fuego eterno? El poeta italiano Dante Alighieri, es quizás el principal responsable de esos conceptos equivocados que aún hoy perduran. Su famoso poema: La divina comedia, se divide en tres secciones: el paraíso, el purgatorio y el infierno. Esta última sección nos presenta al antiguo poeta romano, Virgilio, guiando a Dante en un viaje por el infierno. A la entrada del infierno dantesco se ve el aterrador letrero: “Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza” (Infierno, traducción de Luis Martínez de Merlo, canto III, v. 9). Virgilio le habla a Dante de su visita al infierno: “Seré tu guía, y he de llevarte por lugar eterno, donde oirás el aullar desesperado, verás, dolientes, las antiguas sombras, gritando [deseando] todas la segunda muerte” (Canto I, v. 114).
Dante prosigue su viaje por varias regiones del infierno y escribe: “Bullía abajo una espesa resina… no veía en ella más que burbujas que el hervor alzaba, para todas hincharse y explotarse luego” (Canto XXI, vs. 16-21). Luego el poeta ve a alguien condenado al infierno: “Aquel se hundió, y salía de nuevo… Con más de cien arpones le pinchaban” (Canto XXI, vs. 46-52).
Dante escribió La divina comedia como una alegoría para enseñar ciertos principios y lecciones. El contenido también refleja la política y la historia de Italia en tiempos de Dante. Su poema no es un reflejo de lo que enseña la Biblia sobre el infierno. Lamentablemente, muchos han creído que las descripciones de Dante son relativamente acertadas, ¡Pero no lo son!
Siendo así, ¿qué es lo que enseña la Biblia sobre el infierno y el más allá? Quizás el lector conozca algunos pasajes bíblicos que tratan este tema. Quizá los haya leído a la ligera, dando por sentado que dicen lo mismo que su Iglesia le enseña o que sus padres le contaron en la niñez. Notemos un pasaje muy sencillo pero fundamental: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Observemos el importantísimo contraste que hace el apóstol Pablo en este versículo. Los pecadores no se hacen acreedores de la vida sino a la muerte. En cambio, el don o regalo de Dios es vida eterna por medio de Cristo, nuestro Salvador.
¿Qué es entonces la paga del pecado? ¡La muerte! No es una vida eterna de tormento. La Biblia lo dice claramente. Sin embargo, hay maestros que confunden esta verdad tan sencilla. Desean hacernos creer que arriba significa abajo, que bien significa mal y que muerte significa vida eterna. No tenemos por qué creer esos cuentos enredados. Podemos descubrir la verdad por nosotros mismos en las páginas de la Biblia.
Otro pasaje que muchos interpretan mal está escrito por el apóstol Juan. Se trata de un versículo muy famoso, quizás el más preciso de la Biblia. ¿Cuál es? “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¿Acaso podrían ser más claras estas palabras del apóstol? Sin el sacrificio de Jesús, la humanidad moriría. No viviría eternamente. Morir significa acabarse, dejar de existir. Jesucristo vino para que no dejemos de existir para siempre. Si ya tuviéramos vida eterna, ¡Él no nos la podría dar como un regalo!
El libro de Ezequiel confirma la verdad de lo escrito por Juan. En el siguiente pasaje, Dios habla por medio del profeta Ezequiel: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Dios refuerza esta verdad unos versículos más adelante, repitiendo: “El alma que pecare, esa morirá” (v. 20). Los libros de Ezequiel y de Juan concuerdan: el alma que pecare, morirá.
Corresponde entonces preguntar: ¿Qué es el infierno, capaz de destruir las almas? En Mateo 10:28 la palabra griega traducida como infierno es gehenna, derivada de la expresión hebrea ge hinnom, en referencia al valle de Hinom al sur de Jerusalén. Antiguamente el valle de Hinom le servía de vertedero de basuras a Jerusalén. Allí ardían continuamente fuegos alimentados por los deshechos de la ciudad, entre esto, los cadáveres de criminales condenados. Como resultado, gehenna se convirtió en símbolo del juicio asociado con fuego. La misma palabra se empleó en Mateo 5:22, donde Jesús dijo: “Yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”. Nota: Jesucristo no empleó la palabra “infierno”, sino la palabra “gehenna”, como lo señalan otras versiones como la Biblia de Jerusalén, donde no aparece ni una sola vez la palabra “infierno”.
Sí, los pecadores incorregibles serán lanzados a un lago de fuego. El fuego de la gehenna es una referencia a ese destino final de los malos.
¿Significa eso que el infierno es un valle al sur de Jerusalén? Sí, en cierto sentido el valle de Hinom es un infierno tal como se describe en la Biblia. Pero la palabra “infierno” puede causar confusión, porque en realidad hay tres palabras griegas y una hebrea que se han traducido al español como “infierno”. Gehenna es una de las cuatro. Muchos eruditos bíblicos se confunden por las diversas referencias al infierno y sus diferentes significados. En la versión Reina Valera hay cuatro palabras traducidas como “infierno”, con tres significados diferentes. Para entender claramente lo que la Biblia enseña sobre el infierno, hay que preguntarse primero: ¿De qué infierno estamos hablando?
La palabra hebrea que la versión Reina Valera frecuentemente traduce como “infierno” es seol, que significa simplemente “sepulcro” o “fosa”. No indica un lugar de fuego eterno. Esta palabra se repite 65 veces en el Antiguo Testamento, y se traduce como “sepulcro”, como “infierno” y como “abismo”. La Biblia de Jerusalén y otras incluyen la palabra seol sin traducir; nunca la traducen como “infierno”. La palabra seol significa sencillamente una “fosa” o un “sepulcro”.
Si preguntamos, “¿Quién está ardiendo en el seol (la fosa o el sepulcro)?” La respuesta es: ¡Nadie!
Además de la gehenna, que analizamos antes, hay otras dos palabras griegas traducidas como “infierno” en la Biblia. La palabra hades, como la hebrea seol, significa “sepulcro” o “fosa”. No se refiere a un lugar de fuego que arde eternamente. Si tenemos un ejemplar de la Biblia de las Américas o de la Biblia de Jerusalén, veremos que los traductores suelen dejar la palabra hades sin traducir.
La cuarta palabra traducida como “infierno” en la Biblia se basa en la palabra griega tartaroö. Esta palabra indica un estado de restricción, y no se aplica a seres humanos sino a los ángeles caídos. Veamos: “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2:4).
“La expresión tartaroö, traducida como ‘arrojándolos al infierno’ en 2 Pedro 2:4, significa consignar al tartarus, que no es lo mismo que seol ni el hades ni el infierno, sino el estado de restricción al que están sujetos o ‘reservados a juicio’ los ángeles cuyo pecado especial se menciona en dicho pasaje; ese estado se describe como ‘prisiones de oscuridad’”.
Como hemos visto, la palabra “infierno” puede indicar tres lugares o condiciones muy diferentes. Puede ser una fosa o sepulcro (Seol o hades). Puede referirse a un lugar de juicio y fuego (gehenna). Puede indicar la condición restringida de los ángeles caídos (tartaroö). Vemos que el empleo de una misma palabra, “infierno”, para reflejar las tres cosas, puede generar confusión y no comunica correctamente la verdad de la Biblia.
¿Piensa usted que Dios es injusto, que predestinó a unos seres humanos, hechos a su imagen, para quemarse en un fuego infernal sin una verdadera oportunidad de salvación? Increíblemente, esta idea de un Dios cruel y caprichoso se enseña comúnmente en nombre del “cristianismo”. ¡Pero es errónea! El plan de Dios le dará a cada ser humano una oportunidad auténtica de salvación.
Muchas personas que se declaran cristianas, no han logrado conciliar el amor, la misericordia y la justicia divina; con la idea de un fuego infernal eterno para quienes ni siquiera escucharon el mensaje de Jesucristo. Sin embargo, la Biblia enseña claramente que “en ninguno otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
¿Cómo podemos conciliar esta aparente contradicción entre la misericordia de Dios y su justicia? La Biblia revela que miles de millones de personas tendrán su primera oportunidad de salvación en el juicio ante el gran trono blanco, descrito en Apocalipsis 20:11-12. Para algunos, tal vez sea difícil creer en el plan divino de salvación. Pero es un plan que nos llena de ánimo, una vez que comprendemos la esperanza que trae para toda la humanidad. Quienes han sufrido por sus propios pecados y su ignorancia, y quienes han sido víctimas inocentes de la guerra, la opresión y el genocidio; van a resucitar para conocer y comprender la Biblia. Entonces recibirán su primera oportunidad real de entender el amor de Dios por toda la humanidad.
En el juicio ante el gran trono blanco, miles de millones de seres que estuvieron espiritualmente enceguecidos aprenderán de todo lo que sufrieron en el pasado. Recibirán la oportunidad de arrepentirse, de creer en el evangelio y de heredar el Reino de Dios. Como escribió el apóstol Pedro: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Pero, ¿qué será de quienes habiendo tenido una oportunidad real de arrepentirse, y recibir el don de la vida eterna por medio de Jesucristo, optan por “cauterizar” su propia conciencia, y rechazan deliberadamente la verdad, el amor, el conocimiento y el perdón de Dios; en favor de la rebeldía, el odio y el pecado? Estos pecadores voluntariosos ¡perecerán en un lago de fuego! Veamos: “La muerte y el hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:14-15).
Esta es la segunda muerte: la pena de muerte eterna, ¡de la cual no hay resurrección! Quienes hayan cerrado su mente para jamás arrepentirse, ni acatar a Jesucristo, van a quemarse totalmente: ¡Serán consumidos!
En Lucas 16, la parábola de Lázaro y el rico ilustra el tormento que sufrirán los pecadores que rehúsen arrepentirse antes de perecer en el fuego. Notemos que el rico está a punto de ser lanzado en el lago de fuego. Vemos también que se encuentra en el hades, está en el sepulcro, no en el fuego de la gehenna. Resucita para el juicio final, tal como se describe en Apocalipsis 20. ¿Y qué pide? Una gota de agua para refrescar la lengua. No pide cubos de agua para el cuerpo. El rico estaba sufriendo un profundo tormento mental, y una gran angustia en el momento de perecer. Los malos incorregibles sufrirán el tormento de saber su destino antes de la ejecución final. Pero un Dios de amor y misericordia los sacará de su desgracia por toda la eternidad. Van a perecer totalmente quemados y destruidos para siempre, aniquilados en el lago de fuego… ¡un fuego que se extenderá por todo el mundo!
Sí, el mundo entero se va a purificar con fuego: “El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la Tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” (2 Pedro 3:10-11).
Quienes han sellado su propio destino, quienes han decidido jamás arrepentirse de su actitud y naturaleza de maldad, ¡se consumirán hasta ser reducidos a cenizas! No van a sufrir tormentos para siempre. Van a recibir el castigo eterno, que es dejar de existir para siempre. En este sentido, el castigo será eterno, pero el castigo no es seguir existiendo en estado de agonía eterna. Esto es lo que la Biblia enseña. Los incorregiblemente malos quedarán aniquilados. Pero no van a perecer por capricho ni injustamente, ni porque Dios los predestinó a no oír jamás el mensaje de Jesucristo. Como hemos visto, nadie puede salvarse sin aceptar el mensaje de Jesucristo (Hechos 4:12). En el juicio ante el gran trono blanco, los seres humanos que no hayan tenido la oportunidad de abrir su mente ante la verdad divina, recibirán su primera oportunidad real de hacerlo y de ser salvos.
Ante la pregunta: ¿Quién está ardiendo en el infierno? Ya sabemos la respuesta: ¡Nadie! Habrá un futuro lago de fuego, el cual va a quemar, consumir o aniquilar a los malos para siempre. Dicho fuego va a purificar la Tierra, para un Cielo nuevo y una Tierra nueva, prometidos en Apocalipsis 21. Podemos agradecerle Dios por su justicia y su plan de salvación por medio de Jesucristo. Sí, vendrá un juicio, ¡pero también hay esperanza para nuestros amigos y familiares que tal vez hemos dado por perdidos! [MM]