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Los beneficios de enseñar a los hijos a disfrutar de la lectura son invaluables y duraderos. ¿Por qué no comenzar con la Palabra de Dios?
Cuando era maestro en una escuela pública, una de nuestras finalidades era motivar a los alumnos a leer. A las autoridades del distrito donde trabajaba no les interesaba mucho los temas que leían los chicos, ¡con tal que leyeran algo! Podían ser textos de ficción o informativos, nuevos o antiguos, apropiados o no a su progreso en la lectura. La finalidad establecida era el simple hecho de que leyeran.
Abundan estudios que respaldan la importancia dada a la lectura. Se ha demostrado que la lectura fortalece el cerebro, mejora el vocabulario, y por lo general brinda información sobre algún tema (Healthline.com, 9 de mayo del 2022). Todos esos resultados eran los que buscábamos para nuestros alumnos. Y pese a las muchas obligaciones que en los últimos decenios la sociedad ha ido imponiendo a los maestros, la lectura sigue considerándose uno de los objetivos fundamentales en la educación, junto con la escritura y la aritmética.
Estudios indican también que, además de los beneficios académicos, la lectura refuerza la empatía, reduce la tensión emocional, la depresión y contribuye al sueño sano (Healthline.com). “También es bueno considerar, de vez en cuando, una desintoxicación digital de toda la familia. Instituya una noche semanal sin pantallas, o comprométanse a desconectarse un fin de semana al mes. Esto puede ser conveniente a la salud física y emocional de todos, así como a las relaciones familiares” (Amy Morin, VeryWellFamily.com, 17 de septiembre del 2020).
Las escuelas donde yo enseñaba animaban a los alumnos a leer, siempre que fuera posible, y apartaban tiempo para que lo hicieran. Pero las escuelas no siempre podían contar con la cooperación de los padres. Los maestros podían promover la lectura en las horas de clases. Pero, ¿habría respaldo paterno para estos esfuerzos? Felizmente, en mi situación, la mayoría de los padres daban algún apoyo estimulando la lectura en sus hijos, y en algunos casos incluyendo la lectura como parte de las labores para hacer en casa.
Para que el respaldo de los padres sea total, ellos mismos deben querer y poder ser lectores activos. Lo ideal es leer con los hijos, si estos leen, ya es un buen paso; pero la lección es más valiosa si los padres también leen. Para muchos, esto parecerá un lujo. Si papá y mamá tienen más de un empleo, quizá se sientan tentados a recurrir a la pantalla para su propia distracción, y la de los hijos cuando vuelven a casa. En muchos casos, los mismos niños tienen tantas otras actividades: clases de natación, béisbol, piano, etc.; que parece imposible encontrar tiempo para convertir la lectura en una rutina.
No obstante, ¡las ventajas de la lectura siguen allí! Y son ventajas tanto para los padres como para los hijos. Aunque el calendario repleto y la falta de rutina pueden ser verdaderos obstáculos, la lectura es conveniente en cualquier momento. A los pequeños les encanta que sus padres u otros adultos, sea o no una rutina, les lean en voz alta. Si les ponemos una pantalla enfrente, van a concentrarse en la pantalla, pero los padres pueden atraer la atención de sus hijos si leen libros juntos.
Los niños mayores también reciben beneficios de su tiempo de lectura con los padres. A veces los libros presentan temas complicados, y conviene que los padres estén presentes mientras los jóvenes leen. Pueden responder preguntas en tiempo real, viendo las observaciones que hacen sus hijos y las dudas que pueden tener.
Los lectores frecuentes de El Mundo de Mañana encontrarán una oportunidad aun mayor en materia de lectura con los hijos: pueden leer la Biblia juntos.
Más allá de los beneficios académicos, sociales y emocionales; ¡la lectura de la Biblia también abre la puerta a las bendiciones espirituales! Deuteronomio 6:6-7 dice a los padres que enseñen la Palabra de Dios a sus hijos: “Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Una manera de cumplir este mandato es leer las Sagradas Escrituras a nuestros hijos.
A los pequeños les atraen las historias de la Biblia, y hay muchos libros infantiles que tratan de la vida de los hombres y mujeres de Dios. Pueden servir de ayuda para presentar la Biblia a los más pequeños, y que vayan aprendiendo a reconocer nombres como Abraham, Moisés, David, Ester y Pablo; entre otros. Pero esos libros infantiles suelen dejar mucho por fuera, por eso hay que tener mucho cuidado al escogerlos, ya que su adaptación descuidada trae el riesgo de exponer a los niños a ideas o imágenes antibíblicas.
Como padres, no temamos leer pasajes apropiados directamente de la Biblia ¡aun a los más pequeños! Si nos proponemos leer aunque sea uno o dos capítulos cada noche, con el tiempo les habremos leído toda la Biblia. Lógicamente, no entenderán todo, pero al menos se les estará presentando la verdadera Palabra de Dios. También comenzarán a recordar las historias, aunque tal vez imperfectamente: La mente infantil quizá no recuerde quién sobrevivió a una noche en el foso de los leones, ¡pero sabe que fue alguien!
Algunas partes de la Biblia presentan temas y personajes complejos. Los niños, como nuevos lectores, harán preguntas sobre detalles que los mayores ya dan por sentados. A veces son preguntas sencillas: ¿Dónde queda Meguido? ¿Quién es Booz? ¿Qué es una concubina? Responderlas puede tomar algún tiempo, pero generalmente se encuentran explicaciones claras. Además, damos un buen ejemplo cuando buscamos información que quizás ignoremos, o que hayamos olvidado.
Por otra parte, cuando los hijos empiezan una pregunta con: “¿Por qué?” Es posible que desentierren temas más profundos. ¿Por qué hizo Dios esto? ¿Por qué permitió aquello? ¿Por qué ocurrirá tal cosa según la profecía? Este tipo de preguntas pueden llevar a una comprensión más completa de las Escrituras, más que simples definiciones de palabras o datos geográficos. Las preguntas más profundas dan a los padres la oportunidad de explicar cómo actúa Dios, por qué hace las cosas, y cómo debemos responder cuando no entendemos por qué ocurrieron, o están ocurriendo las cosas de cierta manera.
Isaías 55:8-9 recuerda a los padres que los caminos y pensamientos de Dios son tan superiores a los nuestros que no siempre los entendemos. Sin embargo, nos ha dado la Biblia como ayuda para entender… y podemos compartir este conocimiento con nuestros hijos.
Se ha demostrado que la lectura trae muchos beneficios a los niños y adultos que aprovechan la oportunidad de leer. Quienes deseen que sus hijos tengan un buen vocabulario, sientan menos ansiedad y duerman mejor; harían bien en ponerles en las manos un libro, y no una pantalla. Felizmente, Dios nos ha dado un libro que trae muchas más ventajas que estas. Cuando leemos la Biblia con nuestros hijos, también aprenden a sentirse cómodos con las Escrituras, y a desarrollar una relación aunque incipiente con su Padre celestial.