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La pornografía está pudriendo el alma del mundo.
Pero hay esperanza para quienes estén esclavizados.
Se puede comenzar inocentemente: una mirada, un vistazo… un golpe de excitación. Luego otra mirada. Un momento de curiosidad se convierte en fascinación. Va atrayendo a la persona, empezando a hundirla en las arenas movedizas de la culpabilidad y la vergüenza. Una vez se convierte en dos veces, luego en tres. Un minuto se convierte en una hora. Una diversión momentánea se convierte en un hábito, que se arraiga durante meses y años.
Esa es la trampa de la pornografía, que viene a ser nada menos que una droga adictiva. Cada mes, el 70 por ciento de los hombres entre las edades de 18 y 34 años visitaron sitios en la red dedicados a la pornografía, los cuales componen el 12 por ciento de la internet. Y el problema no se limita a los hombres: aproximadamente el 17 por ciento de las mujeres también son adictas. Y el 90 por ciento de los niños de las edades entre 8 y16 años han visto algo. Es más: los consumidores más asiduos de pornografía son adolescentes entre los 12 y los 17 años. Con cada segundo que pasa, 30.000 personas ven material pornográfico, y lo que se gasta en ese material asciende a unos $185.000 dólares por minuto. El resultado es un gasto de por lo menos $10 mil millones en pornografía cada año (Estadísticas reveladoras sobre la adicción a la pornografía, FHE Health, 15 de enero del 2023).
¿Qué es lo que sucede? ¿Hay esperanza para los millones de seres que se están hundiendo en una forma de vida lujuriosa?
Se ha dicho que la pornografía es: La crisis de salud pública de la edad digital (Psychology Today, 15 de abril del 2021); y con razón, ya que afecta el cerebro exactamente como lo afectan las drogas ilícitas. Cuando una persona observa material pornográfico, el cerebro sufre una sobreexposición a sustancias químicas del placer, como dopamina, serotonina, oxitocina y epinefrina. Entonces altera su programación para dar cabida a otras sustancias químicas, desarrollando tolerancia primero, seguida de dependencia. Primero desea las sustancias del placer, y luego las necesita. La pornografía es una epidemia que se ha apoderado del mundo como una tormenta silenciosa.
Como ocurre con cualquier otra adicción, miles de personas se benefician onerosamente de sus víctimas. Con miras a proteger su industria de miles de millones de dólares, quienes trafican en esta pervertida forma de autoexpresión se oponen con descaro a los intentos por controlar el material ilícito, por bajo o vulgar que sea. En los medios de difusión se presentan como una diversión inocua. Y hay consejeros, desorientados, que cometen el error destructivo y trágico de sugerir a las parejas que observen material pornográfico, en un intento por resolver problemas matrimoniales.
Algunos sostienen que mirar unas pocas imágenes eróticas no es gran cosa, como un crimen sin víctimas. Pero, ¿y qué de las personas que actúan como modelos, en su gran mayoría mujeres, que se venden o que son vendidas para alimentar la industria de la pornografía? ¿Y qué de los propios adictos? ¿Acaso les satisface un hábito que realmente los encadena a un ciclo de lujuria descontrolada, seguida de una espiral descendente de desprecios de sí mismos?
Cada vez más investigaciones muestran los efectos ruinosos de la pornografía sobre quienes caen en sus redes. Mayor probabilidad de severa depresión clínica, sensación de soledad, dificultad para establecer y desarrollar relaciones, pérdida del empleo, dificultades económicas, infidelidad matrimonial y divorcio. Su efecto, quizá más sorprendente, es que muchos adictos pierden la capacidad de disfrutar o incluso de tener una verdadera intimidad sexual. Y eso no es todo, veamos lo que dice la organización: Luchemos contra la nueva droga:
“Un estudio encontró que el consumo frecuente de pornografía guardaba una relación importante con más depresión, ansiedad y tensión; y con un funcionamiento social desmejorado. Y en otro estudio, investigadores de las universidades de Columbia, Yale y UCLA; hallaron un nexo entre el consumo compulsivo de la pornografía y la merma de la salud mental, el amor propio y las relaciones personales” (29 de mayo del 2023).
¿Cuál es la solución ante este panorama?
Hace miles de años, el patriarca Job escribió que cuidaba mucho sus ojos para que no se desviaran hacia lo indebido: “Hice un compromiso con mis ojos de no poner la mirada en ninguna doncella” (Job 31:1, RVC). Veamos el siguiente Proverbio: “El mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen, para que te guarden de la mala mujer… No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos; porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan” (Proverbios 6:23-26).
El apóstol Juan hizo eco de esta advertencia: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:15-17). La lascivia sexual no es nada nueva, sino una tentación muy antigua que ha hecho caer a muchos entre “los más fuertes” (Proverbios 7:21-27).
El apóstol Santiago explicó cómo ocurre la tentación y adónde conduce: “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:14). “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (v. 15). ¿Qué clase de muerte causa la pornografía cuando no se supera? Muerte del carácter y del amor propio. Muerte de la confianza y la integridad. Muerte de la honra y la confianza en sí mismo. Muerte del gusto por las sanas relaciones. Y finalmente, muerte “en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”, donde arderán “los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos” (Apocalipsis 21:8).
Dios desea que nadie muera, sino que toda persona se arrepienta y viva: “Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; por qué moriréis” (Ezequiel 33:11). Dios aborrece la pornografía, porque destruye la vida de sus hijos, a quienes desea ver en su Reino.
Para quienes están viciados a la pornografía, pero desean cambiar, hay buenas noticias: Sí, pueden cambiar. Pero antes, deben comprender que tienen un enemigo poderoso: Satanás, quien no quiere que cambien. Ha engañado a todo el mundo y ha llevado a la gente al pecado (Apocalipsis 12:9). El apóstol Pedro nos advierte que tengamos cuidado de sus acechanzas: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8-9).
Satanás aprovecha el sentimiento de vergüenza. Quiere que los adictos se sientan abrumados. A los adictos a la pornografía Satanás quiere hacerlos sentir que son los únicos que batallan contra el problema. Quiere que se sientan solos, aislados e indignos del perdón divino.
Nada puede estar más lejos de la verdad. Como escribió el apóstol Pablo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría” (1 Corintios 10:13-14).
Dios quiere que seamos libres. Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Y continuó: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (v. 34). Y Pablo repitió la misma idea: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16). Dios quiere vernos libres de las cadenas del pecado “para servir a la justicia” (v. 19). Quiere que tengamos como “fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (v. 22).
Toda persona que se ha esclavizado a la codicia sexual y la pornografía, y que desea ser libre, lo puede lograr volviéndose a Dios de todo corazón. Dios aborrece la pornografía, pero no aborrece a las personas. Pero deben someterse a Él en todos los aspectos de la vida. Dios nos hizo, y en toda forma nuestra vida le pertenece, lo que debemos reconocer humillándonos delante del Dios Eterno. El apóstol Santiago escribió: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará” (Santiago 4:7-10).
Es necesario rogar a Dios para que nos conceda el arrepentimiento y nos dé una verdadera relación con Jesucristo. Nuestro Salvador conoció las tentaciones de la carne y, sin embargo, nunca pecó. (Hebreos 4:15). Venció las tentaciones y por medio del Espíritu Santo también puede darnos el poder, para vencer. “En cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). En otras palabras, hay la esperanza para vencer.
Las personas que realmente deseen superar un vicio, tendrán que hacer ciertos cambios concretos en la vida. Tendrán que alejarse de las relaciones que las pongan en situación comprometedora (Proverbios 7:25). Si los viejos amigos hacen caer en viejos hábitos, es hora de buscar amigos nuevos: “Si los pecadores te quisieren engañar, no consientas” (Proverbios 1:10). Cuando las personas cambian, las antiguas amistades posiblemente no estarán conformes por las nuevas normas que se adoptan: “A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución” (1 Pedro 4:4). Pero a cambio de liberarse de la adicción y recibir el premio de la vida eterna, el sacrificio vale la pena.
Dios no aconseja solamente resistirse a la conducta inmoral, sino a huir de ella: “Huid de la fornicación” (1 Corintios 6:18). Es necesario saber las cosas que estimulan el deseo del vicio, entonces se deben reemplazar con otros hábitos y comportamientos: cuando se cae en tentación, cuando se siente tensión o depresión, cuando surge el aburrimiento, cuando no se ha estado orando o estudiando y se está lejos de Dios. Al conocerse a sí mismo y analizar las conductas repetidas, se tendrá más capacidad para saber cuándo nos encontramos en peligro y debemos tomar medidas para no caer al precipicio. Para los adictos a la pornografía, algunas medidas pueden ser poner filtros en la computadora, y buscar personas de confianza que de cuando en cuando averigüen cómo les va. Esto vale la pena.
La solución máxima a las adicciones es alcanzar mayor profundidad y comprensión espirituales, llegar a una relación más profunda con Dios. Si pretendemos vencer fuerzas tan grandes como una adicción, necesitamos la ayuda de Dios. El apóstol Pablo escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
La pornografía no es un enemigo invencible, pero la victoria requiere un compromiso con uno mismo y con sus relaciones. El autor Matt Fradd escribió: “Nos oponemos a la pornografía para defender la honra de la persona humana. Siempre que captemos la imagen de otro, sea para fines artísticos o de entretenimiento, la exhibición de esa imagen debe llevar a los demás a celebrar el misterio y profundidad del ser humano, no invitar a tratar a la persona como un ensamblaje barato de partes corporales” (El mito de la pornografía, Introducción, 2017).
La vida de un verdadero cristiano es una lucha hasta el final. “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos” (1 Timoteo 6:11-12). Quienes se encuentran luchando, no deben descorazonarse. Jesucristo viviendo en nosotros puede cambiar nuestros pensamientos. Puede cambiar la vida… pero la decisión es personal.