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Acontecimientos milagrosos del pasado milenio revelan una verdad sorprendente para la actualidad.
Dios envió el Espíritu Santo a su Iglesia en el día de Pentecostés, pero muy pocas personas entienden el significado de este día santo. El Espíritu Santo de Dios es imprescindible para ser un verdadero discípulo de Jesucristo, sin embargo, muchos desconocen lo que significa Pentecostés, y lo que representa para los cristianos en la actualidad.
Muchos confunden la jerigonza que se oye en las iglesias carismáticas modernas con manifestaciones del Espíritu Santo. Se equivocan… y la verdad es mucho más profunda. ¿Podemos nosotros estar llenos del mismo Espíritu que tuvieron los primeros discípulos de Jesucristo? ¡Sí podemos!
Los 50 días que siguieron a la crucifixión y resurrección de Jesucristo fueron un período inolvidable para sus discípulos. El Maestro había regresado de la muerte luego de sufrir una terrible ejecución, y los estuvo instruyendo durante 40 días. Lo habían visto más de 500 personas simultáneamente (1 Corintios 15:6). Los discípulos comieron con Él, hablaron con Él e incluso vieron las heridas donde su cuerpo fue traspasado.
Y eso no fue todo. Luego de 40 dramáticos días de instrucción, el Salvador “viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos” (Hechos 1:9), mientras los discípulos miraban con asombro. ¡Pero no los dejó solos! Les prometió dar algo que los iba a fortalecer con el poder de una vitalidad espiritual jamás antes conocida por ellos (Lucas 24:49).
El discípulo Lucas transcribe las palabras alentadoras de Jesucristo: “Estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:4-5).
¿De qué estaba hablando Jesucristo? ¿Qué era la “promesa” que vendría? Los estudiosos de la Biblia conocen los hechos básicos, pero muchos ignoran el profundo impacto que tendría este día en la Iglesia de Dios desde ese momento en adelante. Era el día de Pentecostés, el día de milagros, ¡el día en que comenzó la Iglesia del Nuevo Testamento!
¿Qué sucedió aquel extraordinario día de Pentecostés del año 31 d.C.? Lucas consigna los hechos de ese día:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4).
El comienzo de la Iglesia del Nuevo Testamento se distinguió por hechos impresionantes a la vista y al oído. Fue una imponente manifestación del poder divino, algo que trae a la mente los sucesos impresionantes producidos por Dios, el día en que pronunció los diez mandamientos ante el pueblo de Israel en el monte Sinaí (Hebreos 12:18-21). Según la tradición judía, la ley de Dios se entregó en el monte Sinaí muchos siglos antes, ¡precisamente en el día de Pentecostés!
Pero más importantes que lo auditivo y lo visual, fueron los fenómenos que no se veían ni se oían. Estas manifestaciones de la majestad de Dios señalaban el derramamiento del poder del Universo: el Espíritu de Dios. El mismo poder que encendió el Sol y las estrellas, el que formó los planetas y los puso en movimiento; moraría ahora en seres humanos aquí en la Tierra (Juan 14:17).
¿Estará ese mismo Espíritu produciendo una transformación en nosotros? ¿Nos estará motivando? ¿Quisiéramos ver un cambio personal más profundo en la vida? ¿Desearemos mayor evidencia de que el Espíritu de Dios nos está guiando? ¿Quisiéramos participar de una manera más personal en la obra que Jesucristo está haciendo ahora? Hay respuestas para quienes tengan la voluntad de buscarlas.
Para una idea general del plan de salvación divino como se revela en los días santos anuales, ofrecemos el folleto: Las fiestas santas: El plan maestro de Dios.