¿Es peligroso el cristianismo? | El Mundo de Mañana

¿Es peligroso el cristianismo?

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Ante la reacción generalizada contra los valores bíblicos, saber la diferencia entre el cristianismo falso y el verdadero es más importante que nunca.

¿Es peligroso el cristianismo? La pregunta parece absurda. Al fin y al cabo, el cristianismo promueve el amor al prójimo, dar la otra mejilla y tener misericordia para con los enemigos. ¿Acaso eso es peligroso?

No obstante, se ha extendido en años recientes la versión de que las tradiciones cristianas de siglos no convienen a la sociedad, e incluso que pueden ser perjudiciales. Quienes ya tienen algunos decenios de vida probablemente han notado este cambio, y les ha llamado la atención. Según esa versión, el cristianismo es excluyente, no es compasivo y con el paso del tiempo resultó anticuado. La lista de críticas es interminable.

Sin embargo, las tradiciones basadas en la Biblia han formado la columna vertebral de la civilización Occidental desde hace siglos. Considerando que Jesucristo enseñó amor, misericordia y consideración por el prójimo, cabe preguntarse: ¿cómo llegó el cristianismo a convertirse en un aparente enemigo? ¿Qué causó este cambio en la manera como se percibe la religión más difundida del mundo?

Las transformaciones culturales no se presentan de la noche a la mañana, ni ocurren en un vacío. Los cambios dramáticos que hemos visto en la sociedad tienen sus razones, como la tiene la creciente tendencia hostil. ¿Cómo interpretar esta tendencia? ¿Por qué está ocurriendo? Y, lo que es más importante: ¿Qué hacer? Las respuestas no son obvias… pero sí son bíblicas.

Creciente persecución

Hay quienes consideran que el cristianismo es peligroso, y no hay duda que el cristianismo en sí es blanco de ataques. Aproximadamente, 2.500 millones de personas en el mundo se dicen cristianas, y 365 millones residen en países donde sufren “un alto grado de persecución o discriminación” (Christianity Today, 17 de enero del 2024).

Es fácil hacer caso omiso de lo anterior si vivimos en el mundo Occidental, alejados de la persecución y gozando de mucha libertad. Pero hay señales de que esas libertades se están erosionando, incluso en el Occidente… y es muy posible que en el horizonte se perfile una persecución aun mayor.

En Canadá, algunos legisladores están abogando por normas que definirían el lenguaje del odio en términos más generales que antes. Escocia ya promulgó legislación en ese sentido, y en Finlandia, la parlamentaria Päivi Räsänen fue demandada en el 2022 por un delito de odio relacionado con la Biblia. Se le acusó de hacer comentarios peyorativos contra los homosexuales al citar Romanos 1:24-27, aunque solamente estaba expresando lo que dice la Biblia. La Biblia misma se encuentra en el banquillo.

Esto debe preocupar a todos aquellos que se consideran cristianos. ReligiousFreedomInstitute.org lo resumió muy bien: “La acción judicial contra Räsänen no hizo más que llegar a una conclusión lógica del cambio ideológico, ocurrido en el trascurso de los últimos decenios, no solamente en Finlandia sino también en los Estados Unidos, Canadá y el resto de Europa Occidental. Hoy en el Occidente… cuando este tipo de progresismo instintivamente secularista se ha impuesto como la norma cultural, Romanos 1:24-27 es lenguaje de odio” (¿La Biblia como lenguaje de odio?, 1 de abril del 2022).

¿Qué hacer, entonces, si la sociedad tilda de peligrosas nuestras convicciones, y si se hace más peligroso ponerlas en práctica? Exploremos tres medidas que podemos y debemos tomar, a medida que aumenta la hostilidad del mundo hacia los valores bíblicos.

Vivir por la Palabra de Dios

Quizá parezca simplista, pero no perdamos de vista lo obvio: Vivir conforme a la Biblia y vivir como discípulos de Jesucristo. Esto supone poner en orden nuestra casa espiritual, por así decirlo. El apóstol Pedro lo explicó en la primera de sus cartas que han llegado hasta nosotros:

“Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, Él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Pedro 4:14-16).

El hecho de decirse “cristiano” o “cristiana” no significa que lo seamos, como se ve en tanto comportamiento supuestamente “cristiano” (ver Mateo 7:21). El investigador George Barna encontró que, “en los Estados Unidos, el número de adultos con una concepción bíblica del mundo ha decaído durante cinco generaciones consecutivas, del 12% al nivel actual del 4%. Y esta transformación, entre las generaciones jóvenes, está dando origen a una nueva moral que ahora tiene acogida entre la mayoría de los adultos” (Arizona Christian University, 28 de mayo del 2024).

El problema no es nuevo. Hace un siglo, el profesor Rufus M. Jones escribió: “Si por alguna casualidad los posteriores seguidores de Cristo lo hubieran tomado como modelo y patrón del nuevo camino, y si se hubiera hecho un intento serio por establecer su vida y enseñanza como la norma para la Iglesia, el cristianismo sería algo enormemente distinto de lo que llegó a ser” (The Church’s Debt to Heretics, 1924, págs 15-16). Søren Kierkegaard, filósofo y teólogo del siglo 19, lo expresó claramente así: “El cristianismo del Nuevo Testamento sencillamente no existe” (Kierkegaard’s Attack Upon “Christendom”, traducción al inglés de Walter Lowrie, 1946, págs. 32-33). Dicho en términos sencillos, con el paso de los siglos las enseñanzas de Jesús han sido desvirtuadas con falsedades y transigencias.

Siendo así, si el cristianismo es peligroso, tóxico y debilitante; pensaríamos que para sus enemigos fuera un alivio saber que muy pocos lo practican de verdad. No obstante, los tiempos más bien son peligrosos para los cristianos, y lo serán aun más. Esto no debe sorprendernos: Jesucristo incluso indicó a sus discípulos cómo proceder en esta situación: “Estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:3-5).

Fácilmente leemos lo anterior sin darnos cuenta de lo que dice: Jesús declaró que muchos vendrían en su nombre, mostrando fe en Él e incluso invocándolo como su Señor, pero que “a muchos engañarán”. Debemos comprender que muchos que invocan el nombre de Jesucristo no son verdaderos seguidores suyos. Debemos ser capaces de distinguir el cristianismo falso.

¿Por qué es tan importante todo esto? Porque en nuestro mundo hay muchos que fingen ser cristianos. Si deseamos sinceramente ser discípulos de Jesucristo, debemos averiguar lo que dice la Biblia y seguirlo en nuestra vida. Jesús dijo a sus discípulos: “Edificaré mi Iglesia; y las puertas del hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). En otras palabras, la Iglesia de Jesucristo, la que edificó, no morirá jamás, aunque la mayoría de quienes se declaran como cristianos, de hecho no lo están siguiendo.

Siendo así, ¿nos dejó Jesús algunas instrucciones sobre lo que debe hacer el verdadero discípulo, cuando el mundo a su alrededor denigra su fe como cosa peligrosa? Nos dejó instrucciones, y una de ellas resulta, para la mayoría, muy difícil de aceptar: ¡Sus discípulos no deben enredarse en la política de este mundo!

No confiar en la política

Cuando los políticos pretenden pisotear nuestros derechos religiosos, quizá sintamos la tentación de reaccionar con una solución política. En los Estados Unidos, en especial, algunos se vuelven a lo que llaman “nacionalismo cristiano”. Este es un movimiento diverso y difícil de reducir a una sola definición, pero la revista Christianity Today ofrece la siguiente: “El nacionalismo cristiano es la convicción de que la nación estadounidense se define como cristiana, y que el gobierno debe tomar medidas activas para conservarla así” (3 de febrero del 2021).

¿Deben los seguidores de Jesucristo dar apoyo al nacionalismo cristiano? Quien mire las noticias sabe que el cristianismo es blanco de críticas en muchas partes. Al mismo tiempo, hay políticos que proclaman que su cristianismo y su visión política no solo son compatibles, sino inseparables. Cuando Josh Hawley, senador republicano por el estado de Misuri, habló a sus copartidarios conservadores de sus convicciones de cristiano-nacionalista, encendió un polvorín: “Algunos dirán que ahora estoy declarando que Estados Unidos es una nación cristiana”, afirmó. “Y así es. Y algunos dirán que estoy abogando por el nacionalismo cristiano. Y así es… mi pregunta es: ¿hay alguna otra forma que valga la pena?” (Newsweek, 10 de julio del 2024).

Los opositores no tardaron en señalar el Tratado de Trípoli, firmado en 1797 por el presidente John Adams, el cual decía: “El gobierno de los Estados Unidos de América no está fundado, en ningún sentido en la Religión Cristiana”. Es interesante señalar que dicha frase no aparece en la traducción al árabe del tratado, lo que dificulta su explicación como un intento por aplacar a sus cosignatarios, los musulmanes del Norte de África. Los partidos políticos en Estados Unidos han debatido casi desde el principio si se suponía o no que su nación sería cristiana.

Si a alguien le preocupa que se pisoteen los derechos de los cristianos sinceros, y si lamenta la erosión de los valores bíblicos en la sociedad, es natural que sienta alguna afinidad con quienes procuran luchar contra esta avalancha. Quizá sienta incluso el deseo de meterse en política. Pero debemos preguntarnos: ¿Acaso Dios quiere que pongamos la fe en este o aquel movimiento político? Demos gracias por cualquier líder en nuestros gobiernos que respalde los valores bíblicos… Pero, ¿acaso los movimientos políticos serán la solución a nuestros problemas? Por supuesto que no.

Jesús enfrentaba presiones inmensas para que luchara contra las fuerzas políticas del momento, y esta fue su respuesta cuando el gobernador romano Poncio Pilato lo retó: “Mi Reino no es de este mundo; si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí” (Juan 18:36). Dios no desea que nos metamos en las disputas políticas del mundo. No desea que peleemos ni física ni políticamente contra nuestros adversarios.

Esto nos trae a un punto de ironía tras los objetivos más fuertes del nacionalismo cristiano. Mientras unos sostienen que es preciso apoderarse políticamente de la maquinaria de la nación, a fin de hacer de esta una nación más cristiana; las instrucciones y el parecer del propio Jesús señalan que no nos enredemos en ese tipo de contiendas del mundo. ¡El cristianismo de esos paladines difiere marcadamente del cristianismo de nuestro Salvador!

¿Se habrá profetizado una potencia “cristiana”?

Dicho lo anterior, el hecho es que la Biblia sí revela el surgimiento de un cristianismo parecido, pero engañoso al final de esta era. Estará encabezado por un líder carismático en Europa, que se presentará como salvador y defensor de los valores cristianos, y arrastrará miles de millones a su causa falsa. Notemos cómo ese líder se revela en las Escrituras: “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón” (Apocalipsis 13:11).

Este líder religioso embaucador se proclamará cristiano y además llevará un símbolo de Jesús: “dos cuernos semejantes a los de un cordero”. Pero hablará como dragón: como Satanás, el diablo (ver Apocalipsis 12:9). Sus palabras y enseñanzas no estarán en consonancia con la Biblia.

¿Qué hará este líder? Vemos que “hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del Cielo a la Tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la Tierra con las señales que se le ha permitido hacer… Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente” (Apocalipsis 13:13-14, 16).

Según el relato que hace Marcos de la profecía pronunciada por Jesús en el monte de los Olivos, esta falsedad mundial será tan grande “para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos” (Marcos 13:22). Será un período sumamente peligroso para los verdaderos discípulos de Jesucristo, el más peligroso en toda la historia.

El apóstol Juan se refiere a este sistema religioso falsificado como una mujer montada sobre una bestia. Las Escrituras suelen valerse del símbolo de una mujer para representar una iglesia. Veamos:

Nota: reducir ancho de este párrafo: “Vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apocalipsis 17:3-6).

El cristianismo falsificado sí es peligroso. Hará morir a los verdaderos siervos de Dios, quitará la libertad de conciencia e impondrá obediencia a la fuerza. Su falso profeta, coligado con un líder político militar que las Escrituras llaman “la bestia”, causará sufrimiento sin precedentes en el mundo.

Veamos lo que escribió Juan después: “Vi a la bestia, a los reyes de la Tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército” (Apocalipsis 19:19). Esta alianza entre iglesia y estado se atreverá a declarar la guerra contra Jesucristo a su regreso… pero no podrá contra Él. El que viene montado en el caballo, Jesucristo, regresará con gloria y poder para sofocar la rebelión, como escribió Juan: “La bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Apocalipsis 19:20).

A medida que la sociedad se torna más hostil contra el cristianismo verdadero, los seguidores de Jesucristo se encontrarán en tiempos cada vez más peligrosos. Entonces, ¿qué hacer? Debemos dedicar nuestra vida por entero a Jesucristo en todos los aspectos y, al hacerlo, negarnos a participar en movimientos políticos.

Dejemos que Jesucristo sea nuestro Protector

Como ya hemos dicho, el libro del Apocalipsis se vale de una mujer ramera como símbolo de una iglesia falsa al final de la era presente. Pero también presenta la imagen de una mujer casta y pura como representación de la Iglesia de Dios, que es fiel y verdadera. ¿Qué dice acerca de esta última?

El Apocalipsis ofrece una mirada entre bastidores de lo que será una guerra futura, cuando Satanás peleará contra el mismo Dios. “Después hubo una gran batalla en el Cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el Cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la Tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:7-9).

Recordemos que la iglesia falsa, que engañará a miles de millones, estará bajo la influencia del dragón. De ahí que muchísimos cristianos, en los últimos días, lo sean únicamente de nombre, ya que han sido embaucados al punto de aceptar una religión falsificada. El pueblo de Dios siempre ha sido tentado para alejarse de los caminos del Dios verdadero, y aceptar soluciones ideadas por hombres, para problemas que solamente su Señor puede resolver, como explicamos en nuestro artículo: Los líderes que merecemos, en la página 14 de esta edición.

Pero quienes realmente sigan a Jesucristo serán protegidos de la destrucción y devastación. Dios les brindará protección en un lugar seguro en la Tierra: “Cuando vio el dragón que había sido arrojado a la Tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” (Apocalipsis 12:13-14).

Supuesto rapto de la Iglesia

Hay quienes creen, erróneamente, que las Escrituras anuncian un “rapto” de la Iglesia. Lo que revela, y muy claramente, es una huida al “desierto”. El Cielo no es un desierto. Los israelitas salieron de Egipto “sobre alas de águilas” (Éxodo 19:4). Y como salieron de Egipto a pie, sabemos que esto es símbolo de que Dios provee el medio de escapar protegidos por sus ángeles. Y hará lo mismo cuando rescate a los discípulos de Jesucristo en el tiempo del fin.

Los que serán protegidos de la ira de Satanás, serán los que perseveren fielmente en el cumplimiento de la comisión de Jesucristo al final de esta era. El apóstol Juan consignó el mensaje de Jesucristo para sus fieles seguidores:

“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra… Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la Tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:8, 10-11).

|Si somos verdaderos seguidores de Jesucristo, si obedecemos sus mandamientos, todos los mandamientos, si estamos cubiertos por la sangre de su sacrificio, y nos dejamos dirigir por su Espíritu Santo; entonces Dios promete cuidarnos. Pero, para contar con su protección, tenemos que dejar que sea nuestro Amo y Señor ahora. Tenemos que confiar en Él y entregarle nuestra vida.

Tomemos nota de lo escrito por el profeta Jeremías: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Eterno… Bendito el varón que confía en el Eterno, y cuya confianza es el Eterno. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor” (Jeremías 17:5, 7-8).

Toda nuestra confianza debe residir en nuestro Salvador, Jesucristo. Él es nuestra Roca, nuestro Protector y nuestro Salvador. Así lo reconoció el rey David, hombre conforme al corazón de Dios, cuando escribió: “Te amo, oh Eterno, fortaleza mía. Eterno, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. Invocaré al Eterno, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos” (Salmos 18:1-3).

¡Cuán profundo debe ser nuestro agradecimiento por contar con un Sumo Sacerdote fiel y lleno de amor! Jesucristo, nuestra Roca, es nuestra fortaleza, y será crucial para nosotros asimilar esta verdad cuando los tiempos se tornen más difíciles en los días por venir.

La sinceridad de las convicciones no es suficiente. Esas convicciones tienen que basarse en las Escrituras. Satanás es real y es el gran falsificador. Él es la causa de la confusión que reina en todo el cristianismo convencional, y causará también el caos y la destrucción que se avecina. Sin embargo, los verdaderos discípulos pueden contar con la protección y el cuidado del Dios Todopoderoso.

Acoger el cristianismo verdadero

Cada vez son más las personas que consideran el cristianismo peligroso. Pero hay que distinguir entre el cristianismo verdadero y el falso. El cristianismo falso, efectivamente, es peligroso, tanto que llevará al mundo al borde de la destrucción. El cristianismo auténtico de Jesucristo y la Biblia, constituye la única esperanza verdadera del mundo. Este nos enseña que Jesucristo regresará, que posará los pies en la Tierra, y gobernará como el Rey de reyes, trayendo paz y prosperidad que tan desesperadamente necesitamos.

Aunque son muchos los falsos cristianos en el mundo que nos rodea, el deber nuestro es seguir genuinamente a Jesucristo. Por hacerlo quizá suframos persecución, pero si le obedecemos y ponemos en Él nuestra fe y esperanza, nos dará su guía y protección. Y no seremos engañados cuando surja un poderoso líder religioso falso en Europa, uno que se dirá cristiano, pero que será aliado de un líder político malévolo que las Escrituras llaman “la bestia”. Aunque el falso líder incluso hará señales y prodigios, los verdaderos seguidores de Jesús no caerán en el engaño.

Jesucristo promete socorrer a sus siervos reales y celosos. Como dijo el rey David, es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, nuestra Torre. Es nuestra protección… y esa protección la necesitamos más que nunca, porque el cristianismo falso sí es peligroso, y lo será aun más al acercarnos al final de la era presente. Estemos alerta y despertemos para no ser sus víctimas. Es necesario que acojamos el cristianismo verdadero de todo corazón, previendo la verdadera esperanza del mundo: La promesa del venidero Reino milenario de Jesucristo en la Tierra. ¡Que Dios traiga pronto ese día! [MM]