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Parece absurda la pregunta, y sin embargo ¡pocos saben la respuesta! Y la verdad puede marcar una diferencia muy grande en su propia vida. Aunque la pregunta parece sin sentido, es una pregunta que la mayoría del mundo llamado cristiano responde equivocadamente.
Al llegar el mes de diciembre empiezan a llegar también las decoraciones de los árboles y de las casas, los regalos envueltos, los villancicos tradicionales, los servicios religiosos especiales y todo el bullicio navideño. En el calendario cristiano comúnmente aceptado, pocas ocasiones son más esperadas y más anheladas que la temporada de la navidad. Los niños reciben la temporada con emoción, las familias salen de compras y los pequeños empiezan a soñar con los regalos que les traerá santa Claus, san Nicolás o el papá Noel.
Es una temporada que muchos disfrutan en el mundo entero, e incluso se habla de conflictos internacionales que se suspenden temporalmente en el día de navidad; teniendo en cuenta el concepto muy generalizado entre ambas partes del conflicto de que ese día es para reconocer el nacimiento del Príncipe de Paz… terminado el cual, cada bando reanuda sus intentos por matar al otro.
Realmente es extraño preguntar: “¿Es cristiana la navidad?” Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que la palabra “navidad” se refiere al nacimiento de Jesucristo… ¿no es así?
Todo verdadero discípulo debe estar siempre dispuesto a comparar sus creencias, prácticas y tradiciones con la Palabra de Dios y su voluntad revelada; para acoger lo que sea validado por el deseo expreso de Dios y abandonar lo que se oponga. El apóstol Pablo, dirigiéndose a la Iglesia primitiva, dijo: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21), y “todo” tiene que incluir la costumbre de celebrar la navidad.
Al hacernos la pregunta de si los cristianos deben o no guardar la navidad, es igualmente importante comprender qué preguntas no estamos haciendo. Por ejemplo, no estamos preguntando si la navidad es divertida. Si bien la intensidad de las compras de regalos es increíblemente estresante para muchos, la navidad sigue considerándose una de las ocasiones más divertidas del año.
Tampoco estamos preguntando si las tradiciones navideñas y los villancicos son hermosos e inspiradores. El hecho es que algunas de las piezas musicales más hermosas de la civilización Occidental se inspiraron en los sentimientos de la temporada navideña. Si bien algunas costumbres asociadas con la navidad son repugnantemente materialistas, también muchas personas dan de sí con generosidad en esa temporada; y muchas tradiciones personales y familiares que se disfrutan en esos días dejan recuerdos felices.
Con todo, la caridad y la generosidad no tienen por qué limitarse a una breve temporada del año; y los cristianos no necesitan de la navidad para sentirse inspirados, cantar música hermosa, crear recuerdos familiares o dar generosamente.
Nuestra pregunta es mucho más simple: ¿Deben los cristianos celebrar la navidad? Es decir, ¿deben observar la navidad quienes tienen lealtad a la religión, las creencias, las prácticas y las enseñanzas de Jesucristo? ¿Animaría Jesús a quienes lo escuchaban a guardar esa fiesta? ¿O la desaconsejaría? ¿Ordenaría celebrarla, o la condenaría? ¿La guardaría Él mismo o haría caso omiso de ella?
Toda consideración sobre si los cristianos deben o no celebrar la navidad, debe comenzar con una idea clara de los orígenes de ese día y sus muchas tradiciones.
Las tradiciones navideñas sin duda varían de un lugar a otro. Pero muchos conocemos la experiencia de decorar un árbol de navidad o de colgar luces de colores. Reunirse con familiares y amigos e intercambiar regalos son prácticas que se asocian comúnmente con el espíritu de la navidad.
Todas estas costumbres vienen directamente de religiones paganas propias del culto invernal y anteriores al cristianismo.
Créalo o no, este es un punto que ni siquiera se debate mucho. Es un hecho histórico. Incluso, muchos entre quienes se declaran cristianos no ponen en duda los orígenes paganos de las prácticas y tradiciones navideñas; y muchos dirigentes populares como el doctor James Dobson, fundador de Enfoque a la familia, y el teólogo doctor R. C. Sproul, lo reconocen abiertamente. Los orígenes y las influencias paganas detrás de lo que hoy se conoce como la navidad, están bien documentados para cualquiera que desee investigar el tema. Nadie disputa los hechos seriamente.
Por ejemplo, consideremos este breve resumen de los orígenes de la navidad en una obra ampliamente consultada y respetada: El Manual Eerdman de historia del cristianismo: “La Iglesia cristiana absorbió muchas ideas e imágenes paganas. Del culto al Sol, por ejemplo, vino la celebración del nacimiento de Cristo el día veinticinco de diciembre, natalicio del Sol. Las saturnalias, festividades romanas de invierno entre el 17 y el 21 de diciembre, aportaron la alegría, el intercambio de regalos y las velas típicas de las fiestas navideñas posteriores… En un principio la Iglesia evitó las costumbres paganas que más tarde se cristianizaron, por ejemplo, el empleo de velas, incienso y guirnaldas por ser simbólicas del paganismo”.
En su famosa obra: El Diccionario clásico, el erudito John Lemprière resumió algunas antiguas prácticas precristianas de las saturnalias, fiestas paganas de invierno, de las cuales se derivan muchas tradiciones navideñas: “La celebración era extraordinaria por la libertad que reinaba universalmente. Los esclavos podían ridiculizar a sus amos… Era habitual que los amigos intercambiaran regalos, cesaba toda animosidad, no se ejecutaban criminales, cerraban las escuelas, no se declaraba guerra; sino que todo era risas, disipación y desenfreno”.
¿Parece familiar?
Cierto es que muchas prácticas y costumbres navideñas, que tuvieron orígenes paganos, han alterado su significado original de modo que ahora suenan más cristianas. Por ejemplo, algunos ministros comparan las coronas navideñas con la corona de espinas que llevó Jesús durante su crucifixión, o comparan las guirnaldas de bayas rojas con su sangre. Estas son interpretaciones que se añadieron mucho más tarde a los antiguos elementos precristianos, y ninguna de ellas altera el origen de estas costumbres, adornos y tradiciones. Si pretendemos responder con sinceridad a la pregunta que tenemos por delante: ¿Deben los cristianos celebrar la navidad?, tenemos que tomar en consideración todos los hechos.
En lo que respecta al origen de las prácticas, esos datos son claros: las fechas, las prácticas, las costumbres; casi todo el paquete que conocemos como la navidad, llegó al cristianismo importado de costumbres paganas que hunden sus raíces en el culto al Sol en invierno y en las saturnalias romanas. Repetimos que ningún historiador pretende refutar esto seriamente.
En realidad no es extraño ver el origen pagano de las tradiciones navideñas, expuesto abiertamente en revistas y otros medios de difusión populares. Allí se comentan las tradiciones navideñas, como decorar árboles e intercambiar regalos; sin ningún asomo de controversia. Aunque son cosas cada vez más notorias, a la gente no parece importarle.
¿Será que estos hechos no tienen impacto ante la pregunta de si debemos o no celebrar la navidad? ¿Cómo podemos saber lo que un verdadero discípulo debe o no debe hacer? ¿Qué convierte algo en apropiado o no apropiado para los creyentes? ¿Será todo cuestión de opinión personal y preferencia, o hay alguna norma objetiva que rige la fe y la práctica del verdadero discípulo de Jesucristo en estas cosas?
Aunque la respuesta parece difícil, no lo es. El nombre cristiano viene del nombre del fundador del cristianismo, Jesucristo, el Hijo de Dios. Quienes se llaman cristianos se dicen seguidores de las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo. Entonces, si se va a declarar que algo es apropiado, o incluso obligatorio para los cristianos, ese algo tiene que conformarse con las enseñanzas, afirmaciones, ejemplos y mandatos del fundador de la religión que da su nombre a esa fe: ¡Jesucristo!
Resulta obvio que algo pertenece a la fe y práctica de los cristianos si concuerda con las enseñanzas y prácticas de Jesucristo. De lo contrario, no pertenece a su fe y práctica. Algo sencillo de entender.
Y no es solamente sentido común. Es lo que el propio Jesús enseñó explícitamente. El Nuevo Testamento recoge su afirmación de que, para ser seguidor suyo, para ser discípulo, no basta “creer” lo que Él dijo, si luego lo echamos al olvido en la vida y la práctica.
Consideremos, por ejemplo, su reproche en Lucas 6:46 a los que dicen que Jesús es su “Señor”, pero no viven como Él manda: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo?” Igualmente declara: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23). Nota: La palabra “maldad” es una traducción del vocablo griego: anomia, que significa: “transgresión de la ley”. En lenguaje más preciso, Jesucristo dijo: “Apartaos de mí, transgresores de la ley”.
Es claro que Jesús no acepta a quienes le dicen “Señor” y no cumplen sus enseñanzas, sino que desatienden las leyes y los mandamientos de Dios. Aunque alguien se diga cristiano y haga milagros, Jesús dijo que si esa persona no cumple sus enseñanzas y la ley de Dios, Él la desechará ¡declarando que nunca la conoció!
De hecho, esta conducta de actuar conforme a sus palabras y obedecer los mandamientos de su Padre eran tan esenciales para la fe, que Jesús enseñó: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). Y uno de los primeros apóstoles, escogidos y formados personalmente por Jesús, escribió: “En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él" (1 Juan 2:3-4).
¡Palabras fuertes! Se nos advierte aquí por medio del apóstol Juan, que si no cumplimos los mandamientos y enseñanzas de Jesucristo, ni siquiera lo conocemos. Y si decimos que lo conocemos sin obedecerle, ¡la Palabra de Dios nos tacha de mentirosos!
Las implicaciones son claras. Si queremos saber si los cristianos deben celebrar o no la navidad, basta saber cómo se aplican las enseñanzas y prácticas de Jesús a la navidad. Es decir, tenemos que mirar la navidad y determinar la respuesta a la pregunta que tantos se hacen: “¿Qué haría Jesús?”
Felizmente, no es cuestión de adivinar la respuesta. La Biblia en muchos pasajes es sumamente clara al respecto.
Por ejemplo, con referencia a los pueblos paganos y sus tradiciones y costumbres, Dios dejó instrucciones muy claras para la antigua Israel: “Cuando el Eterno tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios” (Deuteronomio 12:29-31).
¡Esto es crucial! Notemos que Dios no se limita a decir: “No adores a los ídolos” o, “no adores a sus dioses”. Dice: “No harás así al Eterno tu Dios”. La Biblia deja muy claro que ni siquiera podemos adorar al Dios verdadero empleando prácticas paganas. Aunque algunos pretenden decir que sí es aceptable emplear tradiciones, símbolos y días paganos; siempre y cuando se esté adorando al Dios verdadero con esas cosas, ¡la Biblia dice lo contrario!
“Cuando entres a la tierra que el Eterno tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones” (Deuteronomio 18:9). En la misma forma, en Jeremías 10:2 vemos estas instrucciones: “No aprendáis el camino de las naciones”, refiriéndose a las naciones paganas cercanas a la antigua Israel. No podía ser más claro: Dios no quiere que su pueblo lo adore con medios paganos. De hecho, el pasaje en Jeremías 10 va mucho más allá, dando el ejemplo específico de una práctica pagana que Dios condena. ¡Es una práctica fácil de reconocer! Dios dice: “Las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva” (vs. 3-4).
¿Cuántos hacen eso precisamente con un árbol o una rama en cada navidad? Lo meten en su casa, lo fijan y lo decoran con adornos de colores brillantes. El Dios Todopoderoso dice que el hecho de llamarlo un ídolo no es lo importante. Lo importante es sencillamente: “No aprendáis el camino de las naciones… No harás así al Eterno tu Dios”.
Claro está que los pasajes citados son del Antiguo Testamento, y la pregunta que tenemos frente a nosotros es si los verdaderos discípulos de Jesucristo deben o no celebrar la navidad; y quizás alguien podría decir que Jesucristo cambió las cosas. O que dijo que es perfectamente aceptable desatender los mandatos de Dios, para guardar las tradiciones que nosotros deseamos observar. Que tal vez dijo que tenemos licencia para hacer caso omiso de los mandamientos divinos, y adorar a Dios tal como se nos ocurra y con las tradiciones que se nos antojen, diga lo que diga el resto de la Biblia.
Parece que la cristiandad está actuando conforme a esas ideas. Sin embargo, Jesús amaba las leyes de Dios y las honraba, y ordenó que todos sus seguidores hicieran lo mismo. Incluso, se refirió específicamente a este punto, en el caso de que sus seguidores estuvieran dispuestos a desatender los mandamientos divinos, para guardar las tradiciones que deseaban.
Jesucristo condenó en términos duros a los líderes religiosos de su época que hacían precisamente eso: hacían de lado las leyes divinas para guardar sus propias tradiciones de culto: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 7:6-9).
¡La Palabra de Dios y las enseñanzas de Jesucristo son claras como el cristal! Para que un cristiano observe la navidad: El árbol, los regalos, hasta la fecha misma; tendría que hacer de lado los mandamientos de Dios, y aferrarse a esas tradiciones. Dios ordena que no empleemos costumbres y tradiciones de origen pagano para adorarlo a Él, y la navidad está, sin lugar a dudas, empapada de tales costumbres y tradiciones. Para guardar la navidad, tendríamos que rechazar los mandamientos de Dios. Y esto es algo que Jesucristo, el Hijo de Dios y fundador del cristianismo, condena apasionadamente.
Si nos decimos cristianos, pero desatendemos las enseñanzas de Jesucristo, con tal de guardar la navidad, las palabras de Jesús pronunciadas hace 2.000 años llegan hasta nosotros para reprendernos: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo?”
La realidad es sumamente clara. Si Jesús estuviera en la Tierra, sabiendo que su Padre celestial manda no acudir a costumbres paganas para adorarlo, ¿acaso guardaría la navidad? Quien sea sincero con la Biblia tiene que responder: “No”. Y tampoco lo haría ninguno que se diga seguidor de Jesús.
Jesucristo no instituyó la navidad. La instituyeron los hombres. Pero Jesucristo y sus seguidores fieles se atienen a una autoridad más elevada que las tradiciones de los hombres. Esto es lo que significa ser cristiano.
Comenzamos con lo que parecía una pregunta extraña: ¿Deben los cristianos celebrar la navidad? La respuesta puede parecer igualmente extraña… pero también es irrefutable: ¡No deben celebrarla!
Quizá sea divertida y alegre. Quizá la disfruten. Puede ser una tradición familiar de larga data. Quizás estén tratando muy sinceramente de guardarla para Dios con las mejores intenciones. Pero la navidad no es una celebración cristiana, según las palabras y enseñanzas del propio fundador del cristianismo, Jesucristo. Al contrario, las enseñanzas de Jesús condenan su celebración, y la de toda fiesta enraizada en prácticas y cultos paganos. Y Él prohíbe a sus seguidores guardar esas fiestas. Quienes se consideran discípulos no deben celebrar la navidad.
Si desean ejercer su fe con corazón puro y sin hipocresía, con el propósito de agradar a Jesús en su servicio y su práctica, en vez de agradarse a sí mismos, entonces estas cosas son importantes. Los cristianos deben comprometerse a algo más que buenas intenciones. Como dijo Jesús a la mujer samaritana: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:22-24) [MM]