Para hacer una búsqueda avanzada (buscar términos específicos), escriba juntamente los criterios de interés como se muestra en los siguientes ejemplos:
Lograr un matrimonio feliz quizá parezca un reto imposible. Pero si se ponen en práctica estas claves vitales se podrá lograr. Cada vez más el matrimonio en el mundo moderno está bajo ataque. ¡Pero hay principios que pueden aplicarse para que el suyo sea firme y feliz!
La familia es la base esencial de toda sociedad, y el matrimonio de un hombre y una mujer es el comienzo de esa familia. Los matrimonios estables forman familias estables. Las familias estables fortalecen los vecindarios, comunidades y naciones.
Algunos lectores de este artículo quizá tengan planes de contraer matrimonio. Desearán entonces prepararse bien para este compromiso de toda la vida. ¿Qué principios aplicarán para asegurarse una unión estable y feliz? Si ya están casados, saben que siempre hay lugar para mejorar. ¿Qué se puede hacer para mejorar un matrimonio con problemas o, si es feliz, para hacerlo aún más feliz?
El matrimonio puede ser motivo de alegría pero también de dificultades. Lo sé por años de experiencia personal. En más de 50 años de matrimonio, mi esposa y yo hemos tenido momentos difíciles a causa de nuestra naturaleza humana. Pero la Biblia trae estrategias y secretos para asegurar un buen matrimonio conforme a los deseos de Dios. Debemos poner en práctica esos principios universales. ¡El presente artículo revela siete secretos que ayudarán a tener un matrimonio feliz!
Mi esposa sabe mucho de música. Fue profesora de violín y tocó profesionalmente antes de casarnos. En cambio, yo me formé como ingeniero. Sería ideal que mi razonamiento analítico y el enfoque subjetivo de ella se complementaran, pero la realidad es que tardamos mucho en adaptarnos. Al final, aprendimos a comunicarnos bien, y para eso hay que saber no solamente hablar, sino escuchar.
¿Cuán a menudo sucede en una pareja que dejan de escucharse en sus conversaciones? Debemos escuchar para comprender, esforzándonos por ver el punto de vista del otro. ¡Procuremos entender lo que el otro siente y necesita! Demostremos respeto escuchando con toda atención.
El apóstol Pablo nos da un principio fundamental de la buena comunicación: “Hablando la verdad en un espíritu de amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo” (Efesios 4:15, Dios habla hoy). Algunos hablan la verdad con odio, pero el discípulo que está madurando en Cristo tiene muy en cuenta el efecto que sus palabras y su mensaje pueden tener sobre su interlocutor.
¿Demuestra usted interés genuino cuando habla con su esposo o esposa? ¿Manifiesta respeto? Sin duda debemos ser pacientes unos con otros. Recordemos lo que Dios inspiró al apóstol Pablo: “El amor es sufrido, es benigno” (1 Corintios 13:4). Otra traducción lo dice así: “El amor es paciente, es servicial” (Biblia de Jerusalén). En todas sus conversaciones tenga cuidado de hablar la verdad ¡siempre con amor!
En el ajetreo de la vida, es posible que esposo y esposa vayan en direcciones contrarias, sin tiempo casi para hablarse. ¡Algunos estudios han mostrado que muchas parejas conversan menos de 20 minutos en promedio por semana! Pero hay una manera de aprovechar el breve tiempo que tienen juntos: la regla del contacto de cuatro minutos. En su libro titulado: Contacto, los primeros cuatro minutos, el doctor Leonard Zunin y su esposa Natalie Zunin explican: “El éxito o fracaso de un matrimonio… puede depender de lo que sucede entre los esposos en solo ocho minutos del día: cuatro por la mañana al despertar y cuatro al encontrarse al cabo del día laboral”.
Su lenguaje, actitud o expresión al comienzo del día puede afectar toda la relación. Es necesario aprender a expresar una actitud amorosa los primeros cuatro minutos que pasan juntos por la mañana. Hagan un esfuerzo especial por comunicarse con amor.
Todos hemos oído la expresión: “Lo importante son los detalles”. Cada palabra de agradecimiento y aprecio marca una diferencia. Las investigaciones han demostrado que un abrazo puede reducir la tensión y reforzar la unión entre los esposos. A menudo, cuando mi esposa y yo nos despedimos en la casa para trabajar en diferentes proyectos, nos damos un abrazo… y en otros momentos también. Hace años, leí un informe de seguros, según el cual los esposos que se despiden con un beso al salir para el trabajo tienen menos accidentes de tránsito, y ganan un 30 por ciento más dinero que los demás. Adopté la costumbre de darle un beso a mi esposa antes de salir para el trabajo. Un día no lo hice, y al dar reversa en el carro, choqué contra un árbol. Aunque el daño fue pequeño, ¡ahora nunca me despido sin un beso!
Otros gestos de amor y consideración también ayudan a mantener vivo lo romántico en la relación. Muchas veces, un esposo cariñoso y considerado sorprende a su esposa con un ramo de flores en una ocasión especial o en otros momentos. Una esposa amorosa y creativa quizá sorprenda a su marido con un regalo o una cena especial.
La intención de Dios es que esposo y esposa sean una sola carne, que disfruten el placer de la sexualidad dentro de las normas de Dios, ¡en el matrimonio! Por lo menos cuatro veces en el libro del Génesis, Dios ordena a las parejas casadas: “Fructificad y multiplicaos”. La Biblia es muy clara: Dios creó la sexualidad para el matrimonio y la familia. Recuerde, la Biblia también revela que el matrimonio es solamente entre un hombre y una mujer. En la Biblia, y en el mundo real de la ley espiritual y divina, ¡el “matrimonio homosexual” no existe! ¡La Biblia revela claramente que toda relación sexual fuera del matrimonio es pecado! Leemos que “a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4).
Un viejo refrán dice: “En el matrimonio cada uno debe dar el 50 por ciento”. ¡Este es un error garrafal! Los profesionales modernos quizá digan: “Nuestra prioridad es la independencia. Intelectualmente acordaremos colaborar, pero yo me reservo mi vía de escape por si acaso las cosas no resultan”. Pero el verdadero amor da sin esperar nada a cambio. Recordemos las palabras del Señor Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). O, como lo vierte la Biblia de Jerusalén: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”.
En una pareja, cuando ambos dan el ciento por ciento hay un fuerte vínculo; es como “cordón de tres dobleces que no se rompe”, que garantiza la flexibilidad y capacidad necesarias para manejar crisis y problemas. Cuando es así, cada uno da “el todo”. En cambio, ¡la modalidad del “cincuenta por ciento” encierra un eslabón débil en la relación!
¡Uno de los regalos más grandes que usted puede dar es su tiempo! Hace algunos años, cuando me dedicaba mucho al deporte, “defraudaba” a mi esposa escatimando el tiempo que le debía dedicar. No olvido una vez que decidí darle mi tiempo acompañándola en una actividad que deseaba. Ella quería hacer canotaje. No era mi actividad preferida, pero salimos en canoa en un lago de Texas un domingo por la tarde, rodeados de pinos, cielo azul, aves acuáticas ¡y paz! Lo que yo consideraba un sacrificio de mi tiempo llevó a un fortalecimiento de nuestra relación. Mi esposa disfrutó la actividad y agradeció mi esfuerzo. Comprometámonos a dar más de lo que hemos dado en el pasado. Decidámonos a buscar maneras de dar a nuestra pareja. Entonces no habrá tanta frustración y Dios nos bendecirá en la relación. Como dijo Jesús: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”.
Dios ha asignado importantes deberes a esposos y esposas. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la Iglesia” (Efesios 5:25-29).
A mí, Dios me ordena como esposo que ame a mi mujer. Tengo que responderle a Él por mi actitud, servicio y dedicación a ella. Observemos que Dios no ofrece cláusulas de escape. No dice: “si” tu esposa es perfecta, entonces debes amarla. ¡No! Dios manda que amemos a nuestra esposa. ¡Esa es nuestra responsabilidad! Como vimos antes, es preciso dar el ciento por ciento a nuestra esposa.
Ahora, ¿qué dice Dios a las mujeres? “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo y Él es su Salvador. Así que, como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios 5:22-24).
Repito, dirigiéndome a las mujeres: Dios no dice que se sometan únicamente al esposo perfecto. No conozco a ningún esposo perfecto. ¡Solamente Cristo es perfecto! Pero a medida que cada uno de nosotros cumpla sus propias responsabilidades, las que Dios nos ha dado, con sinceridad y diligencia, si bien imperfectamente, ¡Dios bendecirá el matrimonio aún más! Notemos también en este mismo pasaje que el apóstol Pablo nos insta a ser agradecidos y a someternos “unos a otros en el temor de Dios” (Efesios 5:20-21). Cada uno de ustedes, esposo y esposa, tiene esta responsabilidad para con su pareja.
La mayoría de las parejas casadas sabemos que nuestra naturaleza es humana y que tenemos flaquezas. Mi esposa y yo hemos discutido, aunque ahora mucho menos después de 50 años, pero, ¿cómo reconciliarse y resolver esas discusiones? El siguiente secreto puede ser difícil para algunos que buscan la culpa y conocen las fallas y debilidades de carácter de su cónyuge. Considere las instrucciones de Dios respecto de nuestra relación con los demás: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).
¿Valora usted realmente a su esposa o esposo? ¿Siente respeto por él o ella como ser humano hecho a la imagen de Dios? La Biblia nos dice que debemos valorar a los demás, considerándolos superiores a nosotros. Esto no significa que debemos respetar cada característica o hábito negativo del otro, ¡pero sí que busquemos lo positivo y lo valoremos! Si usted ha estado maltratando a su pareja, sea física o verbalmente, ¡debe arrepentirse! Tiene que humillarse delante de Dios e implorar su perdón. ¡También tiene que pedir perdón a su pareja! A veces es difícil decir: “perdóname”. ¡Pero es un acto que ayuda mucho a sanar y restablecer una relación!
Tenga presente que usted y su pareja son “coherederos de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7). Es vital que entendamos cómo Dios valora a cada ser humano… y eso incluye al cónyuge de usted, cualquiera que sea la opinión que tiene de él o de ella. Todo ser humano en la Tierra cuenta con la posibilidad de nacer dentro de la Familia divina, como hijo o hija de Dios, inmortal y glorificado. Leemos en la Palabra de Dios: “Seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:18). Esté consciente en todo momento del increíble potencial de su cónyuge.
¿Cuántas discusiones acaloradas ha tenido usted con su pareja o su familia? Todos debemos mostrar moderación, cortesía, honra y respeto. A veces la mejor estrategia en una discusión es recordar que “la blanda respuesta quita la ira” (Proverbios 15:1). A veces es preciso reconocer nuestra parte en la situación. Quizás hemos contribuido al problema. Sé que a veces puede ser muy difícil porque se nos interpone el orgullo. Yo mismo lo he vivido. Pero decir “lo siento” o “perdóname” ayuda mucho a resolver un conflicto. Y sin duda, es preciso que también sepamos perdonar.
Recuerde este extraordinario precepto en la Biblia: “Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32).
La misma exhortación se resalta en otro pasaje: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:12-14).
Algunos de nuestros lectores se han casado con alguien no creyente. En tal caso, sencillamente deben orar todos los días por el otro… y por su matrimonio. Procuren ser un ejemplo cristiano, recordando estas palabras: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la Palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (1 Pedro 3:1).
Su ejemplo cristiano de amor y generosidad puede ejercer una influencia grande en su esposo o esposa. Notemos que se hace énfasis en la conducta, no en el empeño por convencer con argumentos religiosos.
Si los dos oran individualmente, ensayen la oración conjunta. Es asombroso cuántos pensamientos íntimos y personales salen a flote en nuestras oraciones. Es un modo de compartir con nuestro cónyuge y con nuestro Dios.
Pídanle a Dios que les ayude a poner en práctica estos principios en su propia vida. Recuerden que ustedes no pueden obligar a su pareja a cambiar; solamente pueden cambiarse a sí mismos. Pero su ejemplo de amor y servicio sí pueden tener una influencia muy positiva en el otro cónyuge. Ustedes no pueden hacerlo sin ayuda. ¡Necesitan el respaldo de su Salvador! Como dijo el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Que Dios les bendiga a usted y a su pareja: ¡un hombre y una mujer en una unión matrimonial! ¡Que bendiga su matrimonio y su familia a la vez que ustedes se esfuerzan por vivir conforme a la Palabra de Dios!