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Se supone que Facebook, Twitter, Instagram y otras similares nos unirían a todos. Pero, al contrario, están dividiendo nuestra sociedad y modificando nuestra mente.
La tecnología cambiante nos afecta a todos. Muchas personas entre las que leen este artículo tienen su página de Facebook o una cuenta en Twitter o quizás utilicen otras plataformas, como Instagram o Snapchat. La presencia de computadoras y plataformas es algo que damos por sentado, como si siempre hubieran existido. ¡Cómo se ha transformado nuestro mundo en los últimos 30 años!
La internet es una enciclopedia de información al alcance de la mano. Hágale una pregunta a su teléfono y una voz femenina le dará la respuesta en segundos. Los niños pueden dar órdenes a Alexa y Cortana: “¡Alexa, aspira mi cuarto!” “¡Cortana, enciende la luz!”
Los beneficios de estas nuevas tecnologías, dispositivos y programas son obvios; pero ¿estarán empezando a aparecer grietas en la estructura de las redes sociales? Hay autoridades que así lo afirman y están activando la alarma. Por ejemplo, hay inquietudes en cuanto a la privacidad. ¿Qué parte de nuestra vida privada se está vendiendo y a quién? ¿Estarán Google, Amazon, Microsoft y otros escuchando nuestras conversaciones? ¿Quién puede meterse en los sistemas de seguridad de nuestro hogar? Y hay otras inquietudes también. ¿Cómo nos está afectando este nuevo mundo y adónde nos dirigimos? La World Wide Web, las redes sociales y los dispositivos que hacen todo esto posible, están cambiando lo que hacemos con nuestro tiempo, la manera como nos comunicamos y la forma de relacionarnos con los demás.
Tomemos como ejemplo Alexa y otros asistentes digitales. A algunas autoridades les preocupa que los niños pequeños confundan a las personas imaginarias con las reales. Les preocupan los elementos básicos de la comunicación. Pero, ¿quién está enseñando a decir: por favor y gracias? ¿Quién está vigilando el tono de voz y la actitud? ¿Estamos formando hijos mandones, usuarios no amigables de los aparatos llamados “amigables”? ¿Se relacionarán con la gente real de la misma manera?
Además, ¿están Alexa o Cortana reemplazando a Dios en su vida? Considere esto: “Alexa, pídele a “Estudio de meditación” que toque una meditación”. Su hijo puede recibir como respuesta lo siguiente: “La respiración lenta es una práctica de yoga que aumenta los niveles de oxígeno en el cerebro y expulsa toxinas, reduce el estrés, refuerza el sistema inmunológico y fortalece los pulmones y el corazón”. Suena inofensivo para muchos. Pero, ¿lo es? ¿Es algo que simplemente ayuda a relajarse, o que abre a las prácticas e ideas hindúes de lo que es la meditación?
Quizás usted deseche estas inquietudes como excesivamente reaccionarias. Sin embargo, algunas de las personas más destacadas en la industria están expresando inquietud ante el camino por donde esto nos está llevando. Ha ocurrido muy rápidamente, y si hay algún axioma que haríamos bien en considerar, es la ley de las consecuencias imprevistas. Mientras unos emprendedores de las redes sociales continúan amasando dinero, otros manifiestan serios reparos por los monstruos que ellos mismos ayudaron a crear. Su preocupación es por los niños y por la sociedad en general.
Quizás ha llegado el momento de hacer una pausa y preguntarse: ¿Qué efecto están produciendo las redes sociales y sus tecnologías relacionadas sobre mí y mi familia? El camino es muy atractivo, pero, ¿adónde nos lleva?
En un reciente artículo de RT titulado: Según un estudio la adicción al teléfono puede arruinar la química cerebral, dice: “Científicos en la Universidad de Corea encontraron que los adolescentes que utilizan sus aparatos móviles obsesivamente, obtuvieron mayores resultados en pruebas estandarizadas que detectan trastornos mentales. La prueba midió hasta qué punto el empleo de la internet y el teléfono móvil afecta las rutinas diarias, la vida social, la productividad, los patrones de sueño y los sentimientos”. La misma fuente informó lo siguiente: “Un estudio reciente halló que el 46 por ciento de los estadounidenses [dijeron] que no podían vivir sin su teléfono móvil, según estudio del Pew Research Center. Los científicos están estudiando las alteraciones en el ciclo de glutamato/Gaba-glutamina, dada una serie de trastornos neurológicos como epilepsia, alzheimer y autismo” (RT.com, 14 de diciembre del 2017).
Decir que “no podían vivir sin su teléfono móvil” es obviamente una exageración, pero demuestra la naturaleza adictiva de estos aparatos y su importancia en la vida de muchos. “Naturaleza adictiva” no es exageración, y así lo reconocen algunos ejecutivos de la industria y fundadores de redes sociales. Protagonistas importantes de Silicon Valley están dando la voz de alarma. Sean Parker no es tan conocido como Mark Zuckerberg, pero todo usuario de Facebook siente su influencia.
Parker es un gigante en lo que respecta a las redes sociales y, según su entrada en Biography.com, es “un niño mimado del mundo tecnológico. Comenzando como un pirata informático deshonesto en la adolescencia, Parker luego demostró su genialidad precoz como cofundador del servicio Napster de distribución de archivos. Más tarde fue presidente fundador de Facebook. Se dice que su patrimonio asciende a más de dos mil millones de dólares”.
Parker dio a conocer hace poco los peligros y el daño causados a la cultura y a los individuos por plataformas como Facebook y Twitter. Se desahogó en Axios, sitio noticioso de internet, a finales del 2017; explicando cómo Facebook se diseñó deliberadamente para enviciar a la gente.
Estas fueron sus palabras: “La idea básica para la formación de estos procesos, de los cuales Facebook fue el primero… se centraba en: Cómo consumimos al máximo posible tu tiempo y tu atención? Y eso significa que tenemos que darte, como quien dice, una pequeña dosis de dopamina de vez en cuando porque alguien comentó o dijo que le gustaba una foto o algo que publicaste o lo que sea… Es un ciclo de retroalimentación social… precisamente el tipo de cosas que se le ocurriría a un hacker como yo porque estás explotando una vulnerabilidad en la psicología humana. Los inventores, creadores: Somos yo, Mark [Zuckerberg] y Keven Systrom en Instagram, entendíamos esto conscientemente ¡y a pesar de eso, lo hicimos!”
Parker confesó algo más en la misma entrevista: “No sé si realmente comprendí las consecuencias de lo que decía [al promover las redes sociales], dadas las consecuencias imprevistas de una red cuando crece a mil millones o dos mil millones de personas… literalmente cambia tu relación con la sociedad, con los demás… esto probablemente interfiere con la productividad de extrañas maneras. Solo Dios sabe lo que está haciendo a los cerebros de nuestros hijos” (Mike Allen, “Sean Parker se desahoga en Facebook, Axios.com, 9 de noviembre del 2017).
Otro gigante de las redes sociales es Evan Williams. Se trata de uno de los creadores de Blogger y uno de los fundadores y principal accionista de Twitter, credenciales nada despreciables. Un artículo del diario New York Times lo llama “el tipo que abrió la caja de Pandora” y dice: “Antes de su llegada, la gente tenía pocos lugares adónde ir con sus emociones desbordadas y sus opiniones descabelladas, fuera de escribir una carta al periódico o darles un discurso a los vecinos”. Al preguntarle cómo cree que va eso, responde: “‘Creo que la internet está dañada’. Así lo ha creído desde hace varios años, pero las cosas están empeorando. ‘Y es mucho más obvio para mucha gente que está dañada’”.
El New York Times explica: “La gente utiliza Facebook para exhibir suicidios, golpizas y asesinatos en tiempo real. Twitter es un nido de abusos y ataques ofensivos que parece incapaz de detener. Las noticias falsas, sean con fines ideológicos o comerciales, son desaforadas”.
Ev, como suelen llamarlo, conoce muy bien todo eso. Es lo que muchos consideran un hombre de enorme éxito, pero lo que habría que preguntar es: ¿Es feliz? “Luego de la fama y el dinero viene el remordimiento. El señor Williams busca arreglar muchas cosas. También lo buscan por diferentes medios: Google y Facebook e incluso Twitter. Este es un tiempo de parches y promesas. El problema con la internet, dice el señor Williams, es que premia los extremos. Digamos que usted va por la calle y ve un accidente de automóvil. Es natural que mire. Todo el mundo mira. La internet interpreta esta conducta para decir que todo el mundo está pidiendo accidentes de automóvil y se empeña en suministrarlos”. Prosiguiendo, confesó: “‘Antes, yo pensaba que todo el mundo debía expresarse libremente e intercambiar información e ideas y el mundo será automáticamente un lugar mejor’, dice el señor Williams. ‘Estaba equivocado’” (David Streitfield, la internet está dañada: @Ev está tratando de salvarla. NYTimes.com, 20 de mayo del 2017).
Existe la creencia de que la internet en general, y las redes sociales en particular, promueven la libertad de expresión. ¡Esto es un mito! Es bien sabido que los ejecutivos de Silicon Valley se cuentan entre los más liberales del país y que están cambiando al mundo a su gusto mediante la llamada corrección política. Los jóvenes mileniales repiten incesantemente las ideas expresadas por profesores universitarios extremistas, y esto ha generado una reacción de parte de individuos que piensan que sus países están perdiendo su identidad y sus valores sociales. La reacción puede venir en forma de lenguaje de odio propio de los nazis y supremacistas blancos, y esto a su vez justifica los esfuerzos por suprimir todo lo que se vea como lenguaje de odio.
El lenguaje de odio ciertamente existe y merece la condenación de la gente sensata en todo el mundo. El problema es cómo definir el lenguaje de odio. Resulta mucho menos fácil de lo que parece, ya que no hay acuerdo sobre lo que es. Buena parte de lo que los extremistas tildan
de lenguaje de odio no es más que una diferencia de opinión considerada políticamente incorrecta.
El grupo que está sinceramente convencido de que el aborto equivale a asesinato, y así se expresa en nombre de los seres humanos más vulnerables e indefensos, suele tildarse de fascista promotor del odio. En cambio, los que favorecen descuartizar infantes y sacarlos del vientre por succión no se consideran miembros de un grupo promotor del odio. Si a alguno le disgusta esa descripción del aborto, ¡que se saque esa idea! Abra los ojos porque eso es precisamente lo que se hace en muchos casos. ¿Por qué es odio decir la verdad?
Al mismo tiempo, dado el verdadero lenguaje de odio que busca agitar y generar violencia, así como las noticias falsas y la bajeza del lenguaje empleado, es comprensible que haya un clamor que pide vigilar y borrar tales publicaciones de las redes sociales, y la internet en general. Google contrató a 10.000 personas en el 2017 con ese fin. Twitter se esforzó por hacer otro tanto. Fox News informó sobre estas acciones diciendo:
“Los cambios anunciados el mes pasado [noviembre del 2017] amplían la política sobre conducta odiosa de Twitter para suspender permanentemente toda narrativa… que exhiba ‘amenazas violentas, múltiples insultos ofensivos, epítetos, agravios racistas o sexuales en forma de alteraciones retóricas, incitación a la violencia o reducción de alguien a algo menos que humano’… Esta ‘política de redes sensibles’ de Twitter incluirá imágenes de odio, entre ellas todo ‘logo, símbolo o imagen cuyo objeto sea promover hostilidad y malevolencia contra otros por su raza, religión, discapacidad, orientación sexual, etnia u origen nacional’. Y estas políticas se aplican ‘tanto en la plataforma como fuera de ella” (Christopher Carbone, “Twitter inicia purga de versiones de la extrema derecha al entrar en vigor nuevas reglas sobre lenguaje de odio”, FoxNews.com, 18 de diciembre del 2017).
¿Ve usted el peligro? ¿Cómo van a definir “agravios sexuales en forma de alteraciones retóricas”, incitar al temor o reducir a alguien a “menos que humano”? ¿Cómo determinarán lo que constituye promover hostilidad contra una religión u orientación sexual? Dada la agresión política, las microagresiones y la facilidad con que los profesores universitarios liberales convencen a los estudiantes de que deben sentirse ofendidos, ¿acaso no vemos hacia adónde conduce todo eso?
Si alguien duda del sesgo iliberal y la creciente censura del discurso público legítimo, considere el caso del canal PragerU en YouTube. La plataforma bloqueó tantos videos de PragerU que esta entabló demanda contra Google, dueño de YouTube, en el 2017. Quienes conocen PragerU saben que no viola las prohibiciones de Google. En el momento de redactar este artículo, sus videos no traen contenido nocivo ni peligroso, ni desnudez, ni material sexual. Ni en el contenido ni explícitamente hay violencia. Respetan las leyes sobre derechos de reproducción, evitan el spam, los metadatos engañosos y los fraudes y no hacen nada que sea peligroso para los niños.
Las comunicaciones de prensa de PragerU que anuncian su caso contra Google y YouTube, citan al exgobernador de California Pete Wilson: “Esto es discriminación contra la expresión, clara y sencilla censura basada enteramente en la objeción ideológica no especificada al mensaje o la identidad percibida y punto de vista político del que habla” (“PragerU entabla acción legal contra Google y YouTube por discriminación”, PragerU.com, 2017).
El diario New York Times informó en el 2011 sobre una escuela privada en Los Altos, California, en el corazón de Silicon Valley: “El encargado de tecnología de eBay envía [aquí] a sus hijos, lo mismo que empleados de gigantes de Silicon Valley como Google, Apple, Yahoo y Hewlett-Packard” (Matt Richtel, Una escuela en Silicon Valley sin computadoras, NYTimes.com, 22 de octubre del 2011). Se pensaría que los hijos de estos empleados de la élite, que pagan más de $17.000 anuales en matrícula por cada estudiante de primaria, deben tener una gran ventaja sobre los demás. Que sea así o no, está por verse, pero lo que llama la atención de la escuela Waldorf de la Península, una entre las160 instituciones de esta cadena en los Estados Unidos, es que evita la tecnología… ¡al punto que no hay computadoras, iPads ni iPhones! El artículo lo explica así:
“Los principales instrumentos de enseñanza en la escuela son todo menos alta tecnología: lápiz y papel, agujas de tejer y a veces lodo. No se ve ni una computadora. Nada de pantallas. No se permiten en los salones de clase, y la escuela incluso mira mal que se utilicen en casa. Las escuelas de todo el país se han precipitado a dotar sus salones con computadoras, y muchos formuladores de políticas dicen que no hacerlo es una necedad. Pero en el epicentro de la economía tecnológica se levanta el punto de vista contrario, y allí algunos padres y educadores tienen un mensaje: la computadora y la escuela no son compatibles”.
Adam Alter, profesor de la Universidad de Nueva York, explica: “El 75% de los estudiantes [en la escuela Waldorf de la Península] son hijos de tecnólogos ejecutivos de Silicon Valley, lo cual es extraordinario. Estas son personas que en público proclaman las maravillas de los productos que hacen y al mismo tiempo decidieron, en su sabiduría, que sus hijos no deben ir a una escuela donde se emplea esa misma tecnología” (Eames Yates, “Esta escuela en Silicon Valley evita la tecnología… siendo la mayoría de los estudiantes hijos de tecnólogos ejecutivos”, BusinessInsider.com, 23 de marzo del 2017).
Toni Hassan, publicó en el Sydney Morning Herald de Australia un artículo titulado: Facebook está desgarrando a la sociedad, y otros motivos para abandonar las redes sociales. Comienza hablando de otro poderoso protagonista desilusionado: “Cuando Chamath Palihapitiya se vinculó a Facebook en el 2007, esta tenía 50 millones de usuarios. Cuando se fue cuatro años después, tenía 800 millones. Él fue vicepresidente para el aumento de usuarios. Hoy se siente tremendamente culpable”. El propio Hassan dice lo siguiente en el artículo:
“Creo que en el fondo todos lo sabíamos, aunque fingiéramos el argumento de que no hay consecuencias malas, creo que allá en lo más recóndito de la mente sabíamos que algo malo podía ocurrir… Los ciclos de retroalimentación a corto plazo alimentados por dopamina, que nosotros hemos creado, están destruyendo el funcionamiento de la sociedad. Falta de civilidad en el diálogo, falta de cooperación, información engañosa, falacias: y no es un problema estadounidense. No es cuestión de propaganda rusa. Es un problema mundial” (SMH.com.au, 15 de diciembre del 2017).
Es interesante notar que Mark Zuckerberg estudió psicología además de computadoras en Harvard, pero el presente artículo no busca presentarlo a él ni a ninguno de estos individuos como malos. Comenzaron como jóvenes muy inteligentes que buscaban el éxito y algunos pensaban que podían cambiar el mundo para bien… pero siempre está la ley de consecuencias imprevistas. Ahora, algunos expresan remordimiento y procuran cambiar las cosas para mejorarlas. Se requiere valor para expresarse públicamente como lo han hecho algunos. Sin embargo, existe un ser espiritual que la Biblia llama el “príncipe de la potestad del aire” y este dirige “la corriente de este mundo” (Efesios 2:2). Este es el que engaña al mundo entero (Apocalipsis 12:9).
El principal obstáculo al cambio es no reconocer que uno mismo necesita cambiar. El alcohólico vive negando la realidad, y los adictos a una o más plataformas de las redes sociales generalmente se niegan a aceptar que son adictos. Otros lo reconocen voluntariamente pero no les parece problema. Como hemos visto en este artículo, algunos de los conocedores que crearon estas tecnologías y plataformas sí creen que es un problema. Como bien declaró Sean Parker: “Solo Dios sabe lo que se le está haciendo al cerebro de nuestros hijos”.
Las redes sociales se han convertido en un monstruo de muchas cabezas que resulta imposible domar en nuestro mundo actual. Está la cabeza de la adicción, la cabeza de la información errada por medio de noticias falsas, la cabeza destructora de la comunicación cara a cara, la cabeza de la inactividad física, las cabezas del habla violenta, vulgar y llena de odio. Pero al mismo tiempo tenemos la cabeza de censura de las ideas legítimas. Este artículo no podrá frenar el tren en que estamos montados, pero quizás anime a algunos a domar al monstruo en su hogar.
El primer paso es abrir los ojos a la realidad del problema. Ciertamente, nadie quiere quedarse atrás de sus hijos, nietos, padres, tíos y tías. Nos gusta ver fotos y leer lo que les ocurrió la semana pasada. Pero al igual que con la televisión, antes de las redes sociales, es importante que controlemos su utilización. Debemos recordar que su creación obedece al fin específico de: “Cómo consumimos al máximo posible tu tiempo y tu atención?” … Y eso significa que tenemos que darte, como quien dice, una pequeña dosis de dopamina de vez en cuando… Es un ciclo de retroalimentación social”. Quizá no comprendamos precisamente cómo funciona eso, pero más de un fundador de las plataformas sociales reconoce que esta fue su intención desde el principio. ¡Haríamos bien en aceptar sus confesiones!
Una vez que identificamos el problema, debemos estar en disposición de reconocer que tal vez… tal vez… nosotros también hemos caído en la trampa. Solo entonces podremos asumir el control del problema. Reconocido esto, tenemos que tomar medidas. Fije reglas para usted y su familia para domar al monstruo. A continuación ofrecemos algunas sugerencias:
La Biblia ofrece estos consejos: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Corintios 10:23). En el capítulo 6, versículo 12 de la misma carta, la primera parte del pasaje es igual pero la segunda es diferente. “Todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. ¡Asuma el control! ¡Dome usted al monstruo! [MM]