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El aborto es uno de los temas más contenciosos en nuestra generación. Pero los hechos son claros … y provienen de fuentes que a veces sorprenden. Sin embargo, en la raíz de todo ese rencor y debate hay ciertas verdades innegables.
Este artículo es el primero en una serie de dos que exploran la sencilla verdad acerca del aborto, incluidos comentarios que rara vez se oyen de parte de algunos entendidos que han tenido parte crítica en la industria del aborto.
Los hijos y nietos son una bendición de Dios. Quien lo dude, pregunte a alguien que nunca haya vivido ese primer momento después del parto, cuando se cuentan los deditos de las manos y los pies. Puede preguntarme a mí, porque pertenezco a esa categoría. Mi esposa y yo llevamos casi 49 años de casados. Deseábamos tener hijos, pero a veces la vida no resulta como uno la ha planeado. Hay quienes, por el contrario, ven en los hijos una carga indeseada que debe evitarse a toda costa, aunque esto signifique optar por el aborto.
Si hay algún tema que muchos políticos desean evadir, es el del aborto. En este asunto todos salen perdiendo, porque al apoyar alguno de los dos lados, alejan a los votantes que aprueban lo contrario. El tema es contencioso y las emociones profundas en ambos lados; pero el aborto no debe ser cuestión de votos. Es un asunto de vida o muerte y un tema doloroso para muchas mujeres que han llegado a lamentar una decisión que tomaron en la juventud; presionadas por factores externos, temor al futuro y dificultad para resolver un problema que no parecía tener salida fácil. Lo que se presenta como una buena solución a la edad de 17 años, quizá no sea lo mismo a los 37. Y por difícil que sea creerlo a los 17 años, la edad de 37 llegará… y para un buen número de ellas los sentimientos de pesar terminan por salir a la superficie.
Antes de proseguir, permítanme asegurarles que el objeto de este artículo en El Mundo de Mañana no es condenar sino instruir y ayudar. El aborto ha sido causa de mucho remordimiento, no solo para mujeres que se han sometido a este, sino también, como veremos, para algunas personas que lo han promovido y practicado. Aunque no escribimos con el fin de condenar, eso no significa que descartemos el bien y el mal. El bien y el mal existen, y un día todos tendremos que responder por las decisiones que tomemos.
Este tema continúa siendo tan contencioso como lo fue hace 40 años, y afecta a más mujeres y hombres en todo el mundo. En 1967 la ley del aborto en el Reino Unido legalizó el aborto de fetos menores de 24 semanas. Los Estados Unidos lo hizo legal mediante decisión del Tribunal Supremo en el caso de Roe contra Wade en 1973. Y el aborto se hizo legal en Canadá en 1988 cuando el Tribunal Supremo revocó una ley que lo había prohibido hacía casi 100 años. Muchos países en todo el mundo han tomado decisiones análogas. Hay países donde se valora a los niños pero se desechan las niñas. ¿Acaso es esto apoyar el derecho de la mujer de elegir por sí misma? El aborto continúa debatiéndose acaloradamente en muchos países, pese a leyes que permiten poner fin a la vida de un niño antes de nacer.
Los grupos opuestos al aborto suelen figurar en los medios de difusión como fanáticos religiosos o manifestantes airados vociferando su protesta en el rostro de otros. Esto es apenas verdad. A juzgar por estos informes, se diría que la abrumadora mayoría de las personas consideran moralmente aceptable terminar con la vida de un niño antes de nacer. Pero ¿es así? ¡No! Por ejemplo, la siguiente cita presenta datos que sin duda serán sorpresa para muchos, y de una fuente que quizá sorprenda aún más.
Kirsten Powers, periodista y comentarista de la televisión que se describe a sí misma como liberal y que respalda la mayor parte de las causas liberales, hizo la siguiente afirmación: “Vale la pena señalar que, si bien los administradores universitarios y grupos de gobierno estudiantil parecen acoger la agenda de los derechos al aborto, no debe suponerse lo mismo respecto de todos los estudiantes universitarios. Una encuesta de Thomson Reuters en el 2011 para la cadena radial NPR, encontró entre los estadounidenses menores de 35 años, que el 65,5 por ciento creían que ‘hacerse un aborto está mal’, siendo este el porcentaje más alto entre los diferentes grupos clasificados según la edad; la cifra fue de 57 por ciento para personas entre las edades de 35 a 64, y 60,9 por ciento para los mayores de 64” (The Silencing: How the Left Is Killing Free Speech, (pág. 170).
Según los resultados de esta respetada entidad encuestadora, comisionada por una cadena radial de tendencia liberal, casi dos tercios de los milenials consideran que es malo hacerse un aborto. Luego, Powers cita los resultados de lo que ella, como liberal, describe como una entidad encuestadora cuyos resultados pueden tener un ligero sesgo. Aunque las cifras en sí difieren mucho, no dejan de causar sorpresa por el apoyo que muestran hacia los grupos provida: “El Instituto Público de Investigación Religiosa informó en el 2011 que ‘los milenials tienen sentimientos encontrados respecto de la moralidad del aborto’, algo así como el 50 por ciento dicen que no les parece moralmente aceptable hacerse un aborto” (Powers, pág. 170).
Personalmente investigué los datos de varias encuestas. Las encuestas varían de país a país, de mes a mes, de año a año; y lo que es más importante, varían en la forma como cada entidad plantea las preguntas de sondeo. Concuerdo enteramente con la conclusión de Kirsten Powers: “Como mínimo, sin embargo, muestra que grupos como Voice for Life, una organización provida, no representan una opinión marginal, excepto para los intolerantes” (Powers, pág. 170).
Si es cierto lo que indican los sondeos, en el 2012 un 60% de los canadienses estaban a favor del aborto irrestricto, pero pensemos qué significa irrestricto. ¿Sabían realmente qué era lo que estaban aceptando quienes respondieron a la encuesta? ¡La ausencia de restricciones significa que se podría abortar a un niño de ocho meses! ¿Es esto lo que creen? Un artículo en el Nacional Post señaló que las cifras quizá son más indicativas de una expresión de independencia de los canadienses ante la tendencia contraria en los Estados Unidos. Y reiteramos que la redacción de las preguntas tiene mucho que ver con los resultados finales de una encuesta. Cualquiera que sea la razón, resulta difícil creer que el 60% de los canadienses estén a favor del aborto irrestricto en cualquier circunstancia y en cualquier etapa, especialmente en el último trimestre, pero si es así, los canadienses no son representativos del resto del mundo.
En el Reino Unido y en los Estados Unidos es mucho mayor el porcentaje que apoya el aborto en el primer trimestre, es decir, en las primeras 12 semanas. El apoyo decae en el segundo trimestre y es sumamente desfavorable en los últimos tres meses de embarazo. Aunque el Reino Unido permite los abortos legales en las primeras 24 semanas, la mayoría de los ciudadanos piensan que este límite debe reducirse a 12 semanas.
Posiblemente los milenials entienden mejor que las generaciones anteriores lo que ocurre dentro del vientre materno y por eso, según varios sondeos, la mayoría se oponen al aborto. El Baby Centre es un sitio en la red popular en el Reino Unido, que guía a la persona semana a semana por todo el proceso, describiendo al niño en cada etapa. Esto es lo que dice a las diez semanas: “¡Ahora tu bebé es oficialmente un feto! Está listo para crecer y su tamaño aumentará a más del doble en las próximas tres semanas. Ya está tragando y pateando y todos sus órganos principales están completamente desarrollados. También están apareciendo detalles más pequeños, como las uñas y una pelusa en la cabeza. Empiezan a verse los órganos sexuales de tu bebé. El ultrasonido para fechado, que te harán pronto, quizá te diga si vas a tener un niño o una niña” (Your Pregnancy at 10 Weeks”, BabyCentre.co.uk, noviembre del 2016).
Es interesante señalar que cuando se desea tenerlo, se le dice un bebé, pero cuando no se desea se describe como una masa de tejido no viable, un producto de la concepción o un coágulo sanguíneo.
Jéssica Baldwin, periodista de Al Jazeera en inglés, describe una investigación que se realiza en el Colegio Universitario de Londres. Están trabajando con un prototipo de ultrasonido de resolución sumamente alta, así como tubos flexibles diminutos y manos robóticas para realizar cirugías muy delicadas dentro del vientre. Los médicos pueden detectar defectos congénitos a las 12 semanas. Hasta ahora no podían hacer mucho por ayudar, pero están tratando de cambiar esto. La doctora Anna David describe lo que esperan lograr: “Si tuviéramos solo una aguja muy fina, podríamos tratar al niño y el trabajo del parto no comenzaría prematuramente, y el resultado sería mejor” (New Tools Help Advance Keyhole Womb Surgery, AlJazeera.com, 27 de diciembre del 2015).
Notemos de nuevo que, si bien técnicamente se llama un feto, los médicos que lo tratan a las 12 semanas se refieren a él como un niño, ¡porque eso es lo que es! David Kupelian es el autor de un libro sobre la comercialización del mal, en el cual tiene una sección especialmente buena sobre este tema, con confesiones de personas que fueron parte de la industria del aborto. Cita a hombres y mujeres que reconocen libremente que unos lo hacían por dinero y describen cómo los capacitaron para convencer de tener un aborto a cualquier mujer que viniera donde ellos. Carol Everett, que en un momento dado manejaba cinco clínicas de aborto, describe algunos detalles. Explica que cuando llegaban pacientes buscando información, “no se les hablaba del desarrollo del niño ni del dolor que el niño sentiría, ni de los efectos físicos o emocionales que tendría el aborto en ellas” (The Marketing of Evil Kupelian, pág. 196).
La señora Everett prosiguió explicando que las chicas siempre hacían dos preguntas: “¿Dolerá? Y ¿es un bebé?” La respuesta a la segunda pregunta es muy reveladora: “‘No, no es más que un producto de la concepción’, o bien, ‘es un coágulo’ o ‘es un trozo de tejido’. Ni siquiera lo llamaban feto porque eso lo humanizaba demasiado, pero no es un bebé” (Kupelian, pág. 196).
La señora Everett describe también lo que ella llama las “dos reacciones usuales en la sala de recuperación” después de un aborto: “La primera es: ‘He matado a mi bebé’. Me sorprendió mucho que ahora por primera vez la paciente lo llamara un bebé… Pero la segunda reacción es: ‘Tengo hambre. Ustedes me tuvieron aquí cuatro horas y me dijeron que serían solo dos. Déjenme salir de aquí’. Esa mujer está haciendo lo mismo que hice yo cuando tuve mi aborto. Está huyendo del aborto, no lo está afrontando” (Kupelian, págs. 196-197).
Resulta demasiado simplista tildar a todos los médicos, a todas las secretarias y a todos los consejeros en una clínica de aborto como motivados solo por el dinero. Sin duda es cierto en la mayoría de los casos, pero otros, como las señora Everett, llegan a comprender sus errores y viven con el remordimiento. Muchos tienen la sensación errada de que lo hacen para ayudar a las mujeres. No las están ayudando, pero en este mundo posmoderno, dada la influencia de los medios de difusión y las universidades, ¡así es como piensan! Para ellos, todo el que sea provida es un tonto y vive en las nubes. El doctor Anthony Levatino, que antes realizaba abortos, lo explicó así: “Todo el mundo en la industria del aborto cree que quienes participan en el movimiento provida están chiflados. Lo sé porque CNN me lo dice y ellos jamás mentirían” (Dr. Anthony Levatino, CONVERTED: From Abortion Provider to Pro-Life Activist. Video en línea, ProLifeAcción.org. 10 de junio del 2014). La afirmación sobre CNN es obviamente sarcástica. El doctor Levatino encontró que lo que siempre creyó acerca de los provida era falso. Volveremos a él más adelante en este artículo.
¿Cómo empezó la moderna industria del aborto? ¡La respuesta puede sorprender! Dos individuos, el doctor Bernard Nathanson y Lawrence Lader (ambos fallecidos), fueron los cofundadores de NARAL, uno de los primeros grupos “a favor del derecho a decidir” que convencieron al público de la idea del aborto sobre pedido. Es interesante señalar que los dos fundadores de NARAL eran varones. Fueron ellos los que se idearon los lemas “libertad de decidir” y “la mujer debe tener control sobre su propio cuerpo”. Con ayuda de la feminista Betty Friedan, elaboraron la estrategia para difundir su causa. En un artículo que contiene sus “confesiones”, publicado por el Catholic Education Resource Center, Nathanson explicó tres tácticas que emplearon. La primera fue “captar los medios” (“Confessions of an Ex-Abortionist” CatholicEducation.org, 2013). David Kupelian cita de las confesiones de Nathanson para explicar a qué se refería cuando habló de captar los medios:
“Sabiendo que si se hiciera un sondeo verdadero seríamos completamente derrotados, sencillamente fabricamos los resultados de sondeos ficticios. Anunciamos a los medios que habíamos hecho los sondeos y que 60 por ciento de los estadounidenses estaban a favor del aborto permisivo. Esta es la táctica de la mentira que mediante su difusión termina haciéndose realidad. A la gente no le gusta ser minoría. Despertamos suficiente respaldo para vender nuestro programa de aborto permisivo fabricando el número de abortos ilegales que se realizan anualmente en los Estados Unidos. La cifra real era cercana de 100.000, pero la que nosotros dábamos continuamente a los medios de difusión era un millón.
La repetición frecuente de una gran mentira convence al público. El número de mujeres que morían por abortos ilegales era entre 200 y 250 anualmente. La cifra que nosotros dábamos continuamente a los medios era 10.000” (Kupelian, pág. 191).
Nathanson dijo que la segunda táctica fue jugar con el catolicismo. En términos sencillos, se trataba de enfrentar a los laicos católicos con la jerarquía de su Iglesia, presentándolos como desconocedores del mundo real. También aislaría sutilmente en la mente de muchos a la Iglesia como la única fuerza opositora.
La tercera táctica clave que describió fue “la denigración y supresión de toda evidencia científica de que la vida comienza en el momento de la concepción”. Como escribió Nathanson en sus confesiones: “Una táctica proaborto preferida es insistir en que es imposible definir cuándo comienza la vida; que es una cuestión teológica o moral o filosófica, todo menos científica. La fetología [estudio del feto en el vientre] hace innegable que la vida empieza en el momento de la concepción y requiere toda la protección y garantías que tenemos todos”. Prosiguió diciendo: “Como científico no creo, sino sé, que la vida humana comienza en el momento de la concepción” (Nathanson, CatholicEducation.org).
Algunos se preguntarán, con razón, por qué Nathanson reconocería tal cosa. A veces la verdad es más extraña que la ficción. Nathanson, a quien Kupelian llama “lo más cercano a ser ‘el individuo que lo comenzó todo’ para el movimiento en favor del derecho de decidir”, cambió de bando, pero solo después de que su clínica había realizado unos 75.000 abortos, 5.000 de ellos por su propia mano y otros 10.000 supervisados personalmente por él. Declaró: “Estas son buenas credenciales para hablar sobre el tema del aborto” (Kupelian, pág. 192).
El despertar de Nathanson ocurrió después de renunciar de su clínica y pasar al cargo de jefe de servicios de obstetricia en el hospital St. Lukes en la ciudad de Nueva York, un centro de enseñanza para la Universidad de Columbia. Fue allí donde conoció una serie de nuevas tecnologías que le permitían ver dentro del vientre en mayor detalle. En sus propias palabras, este fue el resultado de su experiencia en el hospital: “Como resultado de toda esta tecnología, de observar a este bebé, examinarlo, investigarlo, observar sus funciones metabólicas, viéndolo orinar, tragar, moverse y dormir, verlo soñar; lo que se veía con ultrasonido, en los rápidos movimientos oculares, tratarlo, operarlo, finalmente llegué a la convicción de que esta era mi paciente. ¡Era una persona!” (Kupelian, págs. 192-193).
Y, tal como él señala sin ambages, no tenía absolutamente nada que ver con religión. Tenía que ver con realidades. Produjo un video que ha causado infinidad de problemas para el movimiento proaborto. “El grito silencioso” penetra al interior del vientre y muestra cómo reacciona un feto de 12 semanas cuando lo van desmembrando en un aborto. Elimina las anteojeras de la fantasía, revelando lo que realmente es un aborto: ¡matar una vida humana! La transformación de Nathanson fue extraordinaria.
El doctor Nathanson, pionero y figura clave en la industria del aborto, dio una vuelta de 180 grados ¡y no ahorró palabras en su video! Nombró algunas de las organizaciones más conocidas, incluida la que él contribuyó a fundar, y las acusó “de una conspiración de silencio constante para mantener a las mujeres a oscuras con respecto a la verdadera naturaleza del aborto”. Prosiguió: “Desafío a todos los proveedores de abortos a que muestren este video en tiempo real, o uno semejante, a toda mujer antes que ella consienta en hacerse un aborto” (Nathanson: El grito silencioso. Video en línea, 27 de enero del 2012).
Varias autoridades han disputado si el video presenta fielmente lo que ocurre durante un verdadero aborto a las doce semanas, acusando a Nathanson de “manipular” el video de varios modos, por ejemplo, acelerándolo para hacer parecer que el bebé está agitado por los instrumentos del abortista. Unos argumentan que un bebé no siente dolor a las doce semanas. Otros están en desacuerdo con que el narrador lo llame un bebé en vez de un feto. Pero esto es lo que está más allá de discusión: El doctor Nathanson estuvo a la vanguardia del movimiento en defensa del aborto. Fue tan responsable como cualquier otro por el punto en que nos encontramos al respecto. Fue un principal vendedor del aborto permisivo, pero algo lo llevó a lamentar profundamente sus acciones. Nos dice que cambió su parecer al trabajar en obstetricia. Y si bien deja en claro que no fue la religión lo que lo llevó a tal decisión, los años que siguieron pusieron de relieve su enorme sentimiento de culpabilidad. El hecho de llamarlo un feto o un bebé no altera lo que se ve claramente como un pequeño ser humano a las doce semanas. Los términos empleados revelan mucho más sobre quién los dice que sobre el niño con el que tratan. Bebé si se desea, feto si no se desea.
El doctor Bernard Nathanson no es el único en el centro de esta controversia que contribuyó a abrir una caja de Pandora y que luego procuró hacer regresar el mal. Otra figura, que en muchos aspectos es más conocida, es Norma McCorvey. Los lectores en los Estados Unidos la conocen, pero no por su nombre real. Es más conocida por su seudónimo, Jane Roe, protagonista del caso Roe contra Wade, en litigio en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Ella también cambió de parecer y se convirtió en vocera activa del movimiento provida.
La historia de McCorvey es fascinante pero trágica en muchos aspectos. Al igual que Nathanson, vino de una familia muy disfuncional. Sus padres se divorciaron y su madre era alcohólica. Norma tuvo problemas con la ley desde los diez años de edad, y pasó de un hogar sustituto a otro. Aunque tenía una relación lesbiana, tuvo tres hijos. Entregó dos en adopción y una niña se la quitaron contra su voluntad.
Tuvo varios empleos modestos y terminó trabajando en una clínica de abortos. Fue allí donde conoció Operación Rescate, un grupo provida beligerante. Con el tiempo, conoció a algunos miembros de ese grupo, ya que compartían el mismo complejo de edificios; y tuvo encuentros frecuentes con ellos. Una de las personas que conoció fue una niña de siete años llamada Emily. Los adultos en el grupo se dirigían a su mente pero Emily le ablandó el corazón. Cuando Norma se enteró de que la madre de Emily estuvo a punto de abortarla, la revelación la conmovió. Terminó cambiando de bando, movida por esa relación, y su interacción con las personas de Operación Rescate con quienes formó amistad. En ese tiempo, sin embargo, seguía considerando que el aborto en el primer trimestre era aceptable.
Norma McCorvey describió la “última gota” en el libro Won by Love [Conquistada por el amor], que escribió junto con Gary Thomas. Cuando trabajaba contestando llamadas telefónicas en Operación Rescate, observó un revelador póster y la verdad fue demasiado para ella. En su libro explica:
“El póster mostraba el desarrollo fetal básico desde la concepción hasta el parto. Empecé a mirar los rostros de los bebés allí representados, y los ojos de los niños me conmovieron.
El progreso era tan obvio, la mirada era tan dulce. Me causaba dolor en el corazón el solo mirar a esos niños sin nacer…
Sin saber cómo, de nuevo estaba bañada en lágrimas … y me quedé allí de pie.
Por fin comprendí.
Norma, me dije, tienen razón”.
Llevaba años trabajando con mujeres embarazadas. Yo misma había pasado por tres embarazos y partos. Debía saberlo, pero algo en ese póster me dejó sin aliento. No podía borrar la imagen de aquel embrión de diez semanas y me dije: ¡Es un bebé! Es como si me hubieran quitado las anteojeras y de pronto comprendí la verdad.
¡Es un niño!
Me sentí anonadada… tenía que hacer frente a la horrible realidad. El aborto no era cuestión de “productos de la concepción”. No era cuestión de “no tener el período”. Se trataba de asesinar a un niño en el vientre de su madre.
Todos esos años había estado en el error. Al firmar ese documento, estaba en el error. Al trabajar en una clínica de abortos, estaba en el error. Nada de primer trimestre, segundo trimestre o tercer trimestre. El aborto en cualquier momento que se practicara era un mal. Eso era claro. Dolorosamente claro.
Bernard Nathanson y Norma McCorvey son solo dos de los muchos conocedores del aborto que cambiaron de bando. En el segundo y último artículo de esta serie, veremos por qué otros se volvieron en contra de esta práctica; y lo que dice la Biblia sobre el aborto. También vemos que hay esperanza para las mujeres que optaron por elegir un aborto, y para quienes han formado parte de la industria del aborto. [MM]