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Para la mayoría de nosotros, una esponja es un simple objeto de uso casero. Gracias a su suavidad y absorción, las esponjas sirven para limpiar el cuerpo, los pisos y la losa o para aplicar pintura a las paredes. Aunque hoy suelen fabricarse de algún material sintético, las esponjas siempre se han extraído de los mares; son cuerpos desecados de unos invertebrados acuáticos.
En los ambientes acuáticos de todo el mundo hay esponjas, desde lagos y ríos hasta los vastos océanos; y desde los cálidos climas del trópico hasta las gélidas regiones polares. Su forma y tamaño varían, sus vivos colores sorprenden y su arquitectura estructural es intrincada. Equivalente acuático de las flores, las esponjas ofrecen una hermosura impresionante. Efectivamente, parecen plantas, pero no lo son. Las esponjas pertenecen al filo o grupo de animales llamados poríferos (que tiene poros). Por contarse entre los más sencillos de los animales multicelulares, la ciencia basada en la teoría de la evolución las relega a la rama más baja del árbol genealógico de los animales. Sin embargo, estos animales simples no son tan simples. La esponja nos ofrece un admirable ejemplo de la brillante capacidad creadora de Dios.
La esponja, a diferencia de la mayor parte de los animales, carece de órganos y músculos externos o internos. No tiene sistema circulatorio, nervioso ni digestivo. Para cumplir las funciones indispensables para la vida, recurre a la especialización celular.
Algunas esponjas son suaves y fibrosas, otras tienen una estructura esquelética más rígida, pero a la vez altamente flexible, capaz de resistir las poderosas corrientes marinas. Sus células llamadas esclerocitos secretan hilos de calcita o sílice de variada longitud para formar estas maravillas arquitectónicas supuestamente delicadas. Las técnicas de construcción de la esponja son objeto de estudio con el fin de encontrar sistemas para erigir “edificios más altos, fuertes y flexibles” (blog.NacionalGeographic.org, 24 de abril del 2018).
El cuerpo de una esponja es una cámara hueca y abierta, con una sustancia gelatinosa llamada mesohilo entre los estratos interiores y exteriores de las células. La capa exterior está formada por una delgada membrana de células llamadas pinacocitos. La capa interior consiste en células llamadas coanocitos, que se distinguen por su collar en forma de embudo, recubierto de vellosidades pegajosas que rodean un flagelo filiforme central.
La capa exterior de la esponja tiene poros minúsculos que se conectan con la capa interior, formando una compleja red de canales entre el mesohilo revestidos de coanocitos. Los flagelos de los coanocitos describen al unísono un movimiento de vaivén que dirige la corriente de agua por la red de canales. Las vellosidades pegajosas de los coanocitos capturan partículas de materia orgánica suspendida en el agua. Luego, las células móviles llamadas amebocitos envuelven las partículas capturadas y las transportan a otras células dentro de la esponja.
Gracias a la alimentación por filtración, las esponjas tienen una función positiva en la calidad del agua de los ecosistemas marinos. Al alimentarse, van limpiando el agua eliminando bacterias nocivas, pesticidas e incluso metales pesados como estaño y plomo.
Esto lo hace con extrema eficiencia y eficacia. Las esponjas marinas eliminan más del 90 por ciento de las bacterias y la materia orgánica presentes en el agua que procesan (Marine Conservatio Institute, 22 de enero del 2019). Según informe de Horizon: “Una esponja marina puede filtrar cada día entre 2 y 20 metros cúbicos de agua por kilogramo de peso corporal, y se investiga la posibilidad de utilizarlas industrialmente en un proceso conocido como biorremediación, que se vale de organismos para eliminar sustancias contaminantes” (The EU Research & Innovation Magazine, 6 de enero del 2016).
La esponja almacena en su interior todo lo que retira del agua y que no sirve de alimento. El gelatinoso mesohilo alberga una multitud de virus y bacterias vivas, así como toxinas, por lo cual este animal es de enorme interés para la investigación médica, tomando en cuenta su potencial farmacológico.
Laboratorios en todo el mundo están llevando a cabo un experimento fascinante con las esponjas. Cuando separan las células de una esponja viva, encuentran que las células se reagrupan para formar una o más esponjas de menor tamaño. Las células disociadas vuelven a reunirse para reconstruir el cuerpo completo. Como no es necesario que las células se reagrupen en un orden específico, la esponja es capaz de regenerarse rápidamente si sus células se separan a la fuerza. Si se toman esponjas de dos especies y se pasan juntas por un tamiz, las células separadas se encuentran y se combinan únicamente con otras células de su misma especie.
Dado un medio ambiento rico en nutrientes, las células de esponjas individuales podrían sobrevivir simplemente volviéndose a un estado como de amiba, pero eso no es lo que hacen, sino que se reconstruyen. Al construir de nuevo el animal original, las células de estos organismos simples manifiestan conocimiento, intención y la capacidad de identificar otras células como partes de la esponja original. Es asombroso que puedan hacerlo sin un medio de comunicación, y pese a que no tienen ni cerebro ni un sistema nervioso central. Los científicos no han dilucidado del todo el mecanismo que lo permite. De algún modo, cada célula de esta criatura simple, lleva en sí los planos e instrucciones indispensables, incluido el conocimiento de todas las células especializadas, y de las funciones celulares necesarias para la vida, para trabajar con otras células y formar otra esponja completa.
Por increíble que esto parezca, la regeneración de la esponja encierra algo más. Todas las células de la esponja: esclerocitos, pinacocitos, coanocitos, amebocitos y demás, son totipotentes, es decir, son capaces, a la manera de una célula madre, de convertirse en otro tipo de célula. Por consiguiente, la esponja puede cambiar la función de cada célula de su cuerpo cuando es necesario (blog.NacionalGeographic.org, 23 de abril del 2018). Cuando una corriente fuerte la estropea, cuando la muerde un pez o cuando alguien extrae una parte de la esponja para servir de esponja de baño, el animal se sana solo, porque cualquier célula cerca de la parte afectada puede asumir la especialización celular de las células que faltan o se dañan.
Aunque científicamente se clasifican como animales multicelulares simples, se puede apreciar que las esponjas no son tan simples. Su forma y estructura, su capacidad de limpiar el ecosistema que habitan, y su milagrosa capacidad de regeneración dan testimonio de una complejidad mucho más allá de la comprensión humana. Estas fantásticas criaturas reúnen las características ideales para su medio ambiente y su función de limpieza. La ingeniosa perfección de que hace gala la esponja marina no puede ser fruto del azar y los procesos naturales, sino que es evidencia de un Creador que planeó, diseñó y formó todo lo necesario para sustentar la vida en este planeta.
Con mucha razón el rey David se sintió inspirado a escribir: “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Eterno! Hiciste todas ellas con sabiduría. La Tierra está llena de tus beneficios. He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres pequeños y grandes” (Salmos 104:24-25). [MM]