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“Todo efecto tiene su causa”. Es un axioma claro y directo, pero, ¿cuántos lo tienen presente y menos aun lo entienden? ¿Cuántos entienden que seguir una sabia instrucción en su vida personal puede llegar a transformarla?
Cuando tenía como 20 años me presentaron esta idea. ¡Tan profunda! ¡Tan sencilla! Sin embargo, los estudiantes universitarios aceptan en su lugar el axioma de la victimización: no tienes éxito y no eres feliz… y tampoco puedes serlo porque te sientes oprimido por aquellas personas que gozan de algún privilegio como una alta posición social, riqueza, poder y mucho más.
Ahora bien, entender que hay una causa para todo efecto va más allá de la ideología de la víctima. En todos los ámbitos, la gente suele llevar una vida vacía, sienten que su vida es un callejón sin salida. Sus relaciones no funcionan. Hay mucha depresión, infelicidad y falta de realización, pero nadie sabe por qué. ¿Describe acaso lo anterior, al menos en parte, lo que siente usted? Espero que no, pero sé que muchas personas responderían que “sí”. En muchos de estos casos, las apariencias dirían que la persona está muy bien. Tiene la cuenta bancaria llena. Se divierte y ríe mucho. Pero cuando la risa se apaga, cuando el alegre paseo llega a su fin, no queda más que el vacío. La gente piensa que ha hecho todo aquello que le aconsejaron para ser feliz, y sin embargo, no es feliz. ¿No será hora de cuestionar semejantes consejos?
La mayoría de las personas piensan que serían felices si tuvieran más dinero. Al respecto, el tremendo auge de la prosperidad china nos enseña algo importante. Veamos este informe de la revista canadiense Maclean’s:
“Han transcurrido más de 30 años desde que el líder de China, Deng Xiaoping, abrió el país y desde que su partido acogió el concepto de que “enriquecer es glorioso”. En los decenios que han pasado, millones de personas han salido de la pobreza… Los chinos ahora son cuatro veces más ricos de lo que eran hace 20 años y la gente… tiene oportunidades y comodidades inimaginables hace un siglo. Sin embargo, y pese al milagro económico, estudios recientes sugieren que los chinos no se sienten más felices de lo que estaban a comienzos de los años noventa”.
La prosperidad no ha elevado la felicidad, sino que ha tenido el efecto contrario; según el mismo artículo: “La satisfacción en la vida bajó entre el pueblo chino entre 1990 y mediados de la década del 2000, período cuando el producto interno bruto y el consumo promedio se cuadruplicaron” (Maclean’s, 4 de febrero del 2013).
¿Cuál será el secreto de la felicidad y el éxito? Algunas personas recurren al alcohol o a los narcóticos, pero quienes toman este rumbo encuentran que al final tampoco satisface. Entonces, ¿cuál puede ser el camino hacia una vida mejor?
Un sabio rey de la antigüedad compuso una colección de proverbios para enseñarle a su hijo a vivir. Uno de ellos dice: “Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, asi la maldición nunca vendrá sin causa” (Proverbios 26:2). En otras palabras, todo efecto tiene su causa. Hay una causa que produce felicidad, así como hay causas que producen depresión, vacío y soledad. Algunas causas de depresión pueden ser genéticas o clínicas, pero estas no explican por qué la vida carece de satisfacción para tanta gente. Hay una causa para el éxito, pero culpar a otros por el fracaso personal no soluciona el problema. De hecho, perpetúa el problema.
La respuesta siempre ha estado allí, pero la mayoría se niega a aceptarla. En cierta forma, todos somos narcisistas, al menos levemente, y somos egocéntricos. Nos es difícil reconocer que el problema puede radicar en las decisiones que tomamos. Es tanto más fácil hacerse la víctima que reconocer que nuestras propias decisiones quizá fueron la causa del efecto que estamos viviendo. Desde muy temprana edad creemos saber lo que nos hará felices, aunque la realidad sea otra. Más dinero, más cosas materiales, más diversión; pero todo esto nos falla.
El profeta Isaías fue inspirado a escribir: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (Isaías 55:1). El contexto demuestra que no está hablando de comida y bebida físicas. Sus palabras van dirigidas a quienes tienen hambre y sed de realización en la vida pero que se ven con las manos atadas. Enseguida pregunta: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura” (v. 2).
¿Por qué habríamos de dedicar esfuerzo y energía a cometidos que nunca traen felicidad duradera? Miremos a nuestro alrededor, ¿y qué vemos? Mucha gente descontenta que busca la felicidad en los lugares donde no está, y de todas las maneras que no la van a producir. Vemos gente arrastrada en una montaña rusa de altibajos que van de arrebatos de entusiasmo y emoción a accesos de aburrimiento y depresión. Vemos gente procurando más y más de lo que ya tiene, convencida de que un poquito más la haría sentirse contenta y plena. Pero si fama, fortuna y diversiones realmente trajeran felicidad, ¿por qué vemos tantos suicidios entre ricos y famosos que parecen tenerlo todo?
Los seres humanos fuimos creados para tener una relación con nuestro Creador y llevar una vida de generoso interés por nuestros congéneres. Es natural que deseemos obtener para nosotros, pero Dios dice que el camino hacia una vida de plenitud es hacer lo contrario: aprender y practicar el camino del dar, el camino de un interés auténtico por los demás. Este es el camino a la verdadera felicidad. El apóstol Pablo nos instruye: “Es así, trabajando como se debe socorrer a los débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hechos 20:35, Biblia de Jerusalén).
No se sabe exactamente en qué momento de su ministerio terrenal Jesús dijo esto. Quizá fuera una enseñanza suya bien conocida pero no consignada en otras partes de las Escrituras, o quizá fue un resumen del siguiente pronunciamiento: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38). Nuestra mente física es renuente a aceptar esto, porque parece ir en contra de todo lo que intuimos. Ciertamente no es lo que piensa un niño en la tienda de golosinas, cuando se detiene embelesado frente a un anaquel lleno de dulces. ¿Acaso nosotros somos muy distintos del niño cuando vemos un nuevo auto flamante o un vestido llamativo?
Sin embargo, todos debemos saber por experiencia que este nuevo antojo pronto pierde su brillo, y lo que creíamos que nos haría felices, solamente lo logra un breve tiempo para dejarnos de nuevo en el mismo vacío anterior.
Dios nos aconseja que acudamos a Él, y que llenemos el espíritu vacío con lo que sí perdura, todo lo que viene sin dinero y sin precio: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma… Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno” (Isaías 55:3, 6-8).
Nosotros no somos simples víctimas en la vida, con incapacidad crónica para alterar nuestro futuro. El artículo: Siete pasos para la felicidad, en la página 8 de esta revista, recomienda varias acciones, grandes y pequeñas, que toda persona puede seguir para sentir más satisfacción en la vida. Y cada una de esas acciones solo es una pequeña parte de una nueva manera de vivir la vida.
Si usted no ha leído nuestro folleto titulado: ¿Qué es un verdadero cristiano?, le invitamos a hacerlo. En este se plantea una forma de vida diferente, así como la causa adecuada para el efecto que usted desea, y lo ofrecemos gratuitamente. Puede descargarlo o solicitarlo en línea en nuestro sitio: elmundodemanana.org, o enviando un correo a: [email protected]. La Biblia enseña un camino de vida que sí trae la felicidad. Muy pocos lo conocen, ¡pero está a su alcance si de veras lo quiere seguir!