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¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué hay tantas denominaciones cristianas?
¿Por qué no hay una sola iglesia en la que todos puedan estar de acuerdo?
¿Qué respuestas podemos tener al respecto?
Las Sagradas Escrituras cuentan que el día de Pentecostés del año 31 después de Cristo, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los primeros cristianos, los discípulos “estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1). Luego anunciaron un mismo mensaje, que milagrosamente se oyó en varios idiomas, y muchos entre los oyentes se convirtieron al escuchar esta enseñanza en un idioma que comprendían.
Este fue el primer día de Pentecostés que se observó en la única Iglesia fundada por Jesucristo. Pero ahora hay miles de iglesias que se dicen cristianas. ¿Cómo es posible que una sola Iglesia se convirtiera en miles de iglesias?
¿Deberíamos estar sorprendidos, e incluso escandalizados por semejante división? ¡Claro que no! Porque Jesús ya lo había previsto en su famosa profecía en el monte de los Olivos, y fue la primera señal que dio sobre la era del fin: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5).
Efectivamente, muchos vienen en su nombre llamando cristianismo a su religión, pero predicando algo muy diferente de lo que predicó Jesús. Incluso se han presentado algunos impostores que dicen ser el propio Cristo, pero su advertencia fue contra los muchos que lo proclamarían a Él como el Mesías, el Cristo o el Ungido de Dios; pero predicando algo diferente, y aun opuesto, a sus verdaderas enseñanzas.
¿Sabe usted dónde se encuentra la verdadera Iglesia de Dios? ¿Será posible encontrarla entre los miles de grupos religiosos que se declaran cristianos? Examinemos algunas enseñanzas que muchos dan por sentadas, pero que muestran claramente la diferencia entre las Sagradas Escrituras y las falsas doctrinas de tantas iglesias tradicionales.
Cualquier persona puede hacer una sencilla investigación y comprobar que los discípulos de Jesús nunca celebraron una fiesta con huevos de colores y conejitos de chocolate. ¿Sabe usted que en la Biblia no aparece ninguna celebración asociada con el llamado domingo de resurrección o el domingo de Pascua?
Recordemos que María Magdalena fue al sepulcro de Jesús el domingo por la mañana. ¿Y qué vio?: “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Juan 20:1-2). A las mujeres que fueron al sepulcro de Cristo, un ángel les anunció: “Ha resucitado” (Mateo 28:1-6; Marcos 16:1-6; Lucas 24:1-8).
¡La resurrección de Jesús no ocurrió el domingo por la mañana! La Biblia muestra que Cristo resucitó del sepulcro exactamente tres días y tres noches después de sepultado. Dice el apóstol Juan: “Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, a fin de que los cuerpos no quedaran en la cruz en el sábado (pues aquel sábado era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y fueran quitados de allí” (Juan 19:31, RV 1995). Ese sábado o día de reposo “de gran solemnidad”, no era el sábado semanal, sino un sábado anual conocido como el primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, que comenzó luego de ponerse el Sol el miércoles por la tarde. Para que Jesús cumpliera “la señal del profeta Jonás” que había dado en Mateo 12:38-40, era preciso que permaneciera sepultado los mismos tres días y tres noches que estuvo Jonás en el vientre del gran pez. ¡Y así fue! Lo sepultaron un miércoles poco antes del anochecer, y resucitó tres días más tarde, ¡el sábado poco antes del anochecer!
Muchas personas, influidas por las enseñanzas tradicionales, creen que la Pascua es una fiesta judía, mientras que el domingo de resurrección es una fiesta netamente cristiana.
Los cristianos guardaban la Pascua del mismo modo que la guardó el Salvador, pero ahora tenía un significado mucho mayor como recuerdo del sacrificio de Cristo. Recordemos lo que escribió el apóstol Pablo a los hermanos en Corinto que abusaban de esa celebración: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la Fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:6-8).
Los discípulos de Jesucristo seguimos el ejemplo de sus apóstoles, y por eso continuamos guardando la Pascua, y no el domingo de resurrección, que es un invento posterior con visos paganos, y que ni siquiera aparece en la Biblia.
La mayoría de quienes se declaran cristianos dan por sentado que el día apropiado de culto y adoración es el domingo. ¿Acaso Jesús o sus discípulos celebraron servicios semanales de adoración en ese día, el primero de la semana?
En la Biblia consta que aun años después de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo; el apóstol Pablo predicaba ante los judíos y gentiles reunidos el sábado, séptimo día de la semana. Cuando los judíos se fueron, los gentiles presentes le pidieron algo muy importante: “Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente sábado les hablaran de estas cosas” (Hechos 13:42, RV 1995). Pablo así lo hizo: “El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la Palabra de Dios” (v. 44). Pablo no predicaba el domingo, sino que esperaba hasta que llegara el día de adoración semanal, ¡el séptimo día, o sábado!
Entonces ¿quién cambió el sábado? No fue hasta el siglo 4 d. C. cuando Roma impuso el domingo en todo el Imperio. El emperador Constantino rindió culto pagano al Sol toda la vida, pero cuando se unió a la Iglesia de Roma, en el año 321 d. C., emitió el siguiente edicto: “Que todos los magistrados y el pueblo... reposen en el venerable día del Sol” (The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, vol. 11, pág. 147).
Pocos años después, los dirigentes de la Iglesia de Roma declararon: “Los cristianos no han de judaizar descansando el sábado, sino que deben laborar ese día, descansando más bien el domingo. Pero si se halla que alguien está judaizando [guardando el sábado], sea declarado anatema de Cristo” (A History of the Councils of the Church, vol. 2). ¡Se tildaba a los cristianos verdaderos de herejes por guardar el mismo día de descanso que guardaron Jesús y sus apóstoles! ¡El culto sabático fue de hecho prohibido por ley!
Es claro que el cambio del día de adoración al domingo fue obra de la Iglesia de Roma. ¿De dónde recibieron esa autoridad? El conocido teólogo católico cardenal James Gibbons reconoció claramente que “podemos leer la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, sin hallar una sola línea que autorice la santificación del domingo. Las Escrituras refuerzan la observancia religiosa del sábado, día que nosotros nunca santificamos” (Faith of Our Fathers).
Al respecto, en El Mundo de Mañana estamos de acuerdo con el cardenal Gibbons: Quien tenga la Biblia como su autoridad carece de base para observar el domingo como día semanal de adoración. Al mismo tiempo, negamos que la Iglesia de Gibbons tenga o tuviera autoridad para efectuar ese cambio. El cristianismo original de Jesucristo enseñó la obediencia a las Sagradas Escrituras, hecha posible mediante el don del Espíritu Santo. Lo mismo enseña la verdadera Iglesia de Dios. No obstante, la tendencia seguida a lo largo de la historia ha sido combinar las enseñanzas de Jesucristo con tradiciones paganas ¡al punto de eliminar las enseñanzas de la religión que dice llevar su nombre! Como observó el historiador Will Durant en su obra: Caesar and Christ: “El cristianismo no destruyó al paganismo, sino que lo adoptó”.
¿Qué otros cambios se introdujeron opuestos a las prácticas del cristianismo original? Jesús y sus apóstoles guardaban las fiestas y días santos anuales, conforme están ordenados en el capítulo 23 del Levítico. No guardaban el día del nacimiento de Jesús. La mayoría de las enciclopedias serias documentan las fiestas y celebraciones paganas originales que rodean la fecha del 25 de diciembre. Una de las fiestas principales que se celebraban en todo el Imperio Romano eran las saturnales, en honor de Saturno, dios de la agricultura. La Enciclopedia Británica nos dice sobre las saturnales:
“Llegaron a convertirse en la más popular de las fiestas romanas, y su influencia aún se siente en todo el mundo Occidental. Celebradas originalmente el 17 de diciembre, más tarde se prolongó hasta siete días. Era el festival más alegre del año: se suspendía todo el trabajo y el comercio; los esclavos recibían libertad temporal para decir y hacer lo que quisieran; se levantaban ciertas restricciones morales y se intercambiaban regalos libremente. La influencia de las saturnales en las celebraciones de navidad y año nuevo ha sido directa” (1974, vol. 8, pág. 916).
La mayor parte de los eruditos coinciden en que Jesús no nació en el invierno sino en el otoño, en el mes de septiembre u octubre. ¿Cuál fue la razón de que Jesús naciera? Las costumbres comerciales y paganas que rodean la festividad invernal no dejan ver el propósito mismo del Mesías. Usted puede leer mucho más sobre el tema en nuestro revelador folleto titulado: ¿Es cristiana la navidad? Pocos saben cuál fue el motivo del nacimiento de Jesucristo, pese a que un ángel lo anunció así a su madre: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su Reino no tendrá fin” (Lucas 1:30-33).
El ángel dijo no solo que Jesús sería rey, ¡sino que su Reino no tendría fin! ¿Y qué proclamó Jesús cuando dio comienzo a su ministerio público 30 años más tarde? “Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).
Vemos aquí otra diferencia importante entre el cristianismo de Jesucristo y las diversas religiones modernas que se valen de su nombre. Jesucristo y su Iglesia predicaron y se continúa predicando, el evangelio del Reino de Dios, el Reino que gobernará la Tierra durante mil años bajo el Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16; Apocalipsis 20:4). Es posible que el lector conozca al menos una secta importante que afirma que ella es el Reino de Dios en la Tierra. Pero las Sagradas Escrituras muestran que el gobierno terrenal de Dios sobre todas las naciones no será proclamado mientras no haya sonado la séptima trompeta de la profecía: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Lamentablemente, la mayoría de quienes se declaran cristianos han pasado por alto la buena noticia que Jesús predicó: Que ha de regresar como Rey sobre todas las naciones de la Tierra. Cuando establezca su gobierno perfecto en su Reino, el mundo vivirá una paz como nunca antes. Y “su Reino no tendrá fin” (Lucas 1:33).
Sobre este tema hay mucho más de lo que podríamos abarcar en un artículo. Si usted realmente desea saber cómo la Reforma Protestante fracasó en su pretensión de reformar el cristianismo convencional, ya muy alejado desde entonces de la Iglesia original, le invitamos a visitar nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org, donde encontrará nuestra serie: La verdad sobre la Reforma Protestante, publicada en ocho capítulos en esta revista a partir de la edición de julio y agosto del 2017, hasta la edición de septiembre y octubre del 2018.
Martín Lutero, Juan Calvino y muchos otros identificaron algunos problemas graves en las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Católica, pero en muchos aspectos, ellos también perpetuaron esos mismos problemas. ¡Y añadieron otros! El último libro de la Biblia, el libro del Apocalipsis, describe una Iglesia ramera “madre” con muchas iglesias rameras “hijas”, que de hecho se han prostituido abandonando las enseñanzas de Jesucristo. Quizá parezca difícil creerlo, ¡pero todos podemos leer las pruebas!
Incluso las iglesias que se creen reformadas de los errores de la Iglesia Católica, enseñan cosas contrarias a la ley de Dios. El apóstol Pablo hizo esta advertencia a la Iglesia en Tesalónica: “Ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:7). Esa misma “iniquidad” se enseña en las iglesias actuales, que pretenden hacernos creer que Jesús abolió los diez mandamientos, y que los cristianos, por hallarse bajo la gracia, ¡están en libertad para desatender la ley divina! Pero el que es verdadero seguidor de Jesucristo sabe que la gracia no nos da permiso de pecar de modo alguno. Por si no lo ha leído, le sugerimos buscar el artículo: ¿Es la GRACIA libertad para pecar?, en la edición anterior, de junio y julio, puede buscarlo en el sitio en la red: www.elmundodemanana.org.
Jesús le dijo lo siguiente a un joven rico que buscaba la vida eterna: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). Enseguida citó varios de los mandamientos del decálogo. La ley de Dios es un reflejo de los dos grandes mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo. El fallecido doctor Roderick C. Meredith escribió lo siguiente en el folleto: Restauración del cristianismo original (pág. 16):
“En el sermón del monte Jesús dijo que no venía a ‘abrogar’ la ley espiritual de Dios (Mateo 5:17). Por el contrario, ‘magnificó’ los diez mandamientos. Explicó que además de no matar a otro ser humano, no debemos ver a los demás con odio o desprecio (vs. 20-23); porque tiene el mismo ‘espíritu’ de asesinato. No debemos ‘odiar’ ni aun a nuestros enemigos. Claramente dijo Jesús: ‘Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen’ (v. 44)”.
El cristianismo original es un camino de vida y un principio de amor. Apreciados lectores, es importante estudiar la Biblia y la historia. ¿Qué sucedió con el cristianismo original de Jesucristo? Jesús es hoy y siempre la Cabeza de su cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses 1:18), y es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). El cristianismo original de Jesucristo permanece espiritualmente activo, y está cumpliendo la misión que dio a su Iglesia. Es importante buscar el cristianismo bíblico original, y encontrar el verdadero cuerpo de Jesucristo.
Ya para el siglo 4 d. C., había diferentes grupos que reclamaban el título de cristianismo, pero que adoptaban doctrinas antibíblicas y se convertían en sectas falsas. Más aún, la “apostasía” o “rebelión” (Dios habla hoy) mencionada en la Biblia, ya había comenzado desde el primer siglo (2 Tesalonicenses 2:3). El apóstol Pablo escribió: “Ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:7).
A pesar de todo, el cristianismo verdadero no tiene que ser un misterio; si estudiamos la Biblia y seguimos sus enseñanzas, podemos seguir al Jesucristo de la Biblia con sus doctrinas originales y su camino de vida. En Lucas 4:4 nos dice: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”. Cuando lo dijo, el Nuevo Testamento aún no se había escrito. Estaba hablando de lo que llamamos el Antiguo Testamento. Quien desee vivir por cada palabra de Dios, debe leer y obedecer toda la Biblia, ¡formada tanto por las Escrituras hebreas y el Nuevo Testamento!
Entonces, ¿qué habremos de elegir? ¿El cristianismo de la Biblia o una falsa religión que promueve las fiestas paganas y la anarquía? ¡Es necesario buscar la verdad!