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La idea de que la Tierra es un objeto plano y no el maravilloso y redondo esferoide achatado que conocemos y amamos, ha recibido atención en los últimos años. En abril del 2022, la Universidad de New Hampshire informó sobre una encuesta en la cual el 10 por ciento de los encuestados dijeron creer que “la Tierra no es redonda sino plana”. La empresa encuestadora YouGov halló que solo el 66 por ciento de la generación llamada del milenio, es decir jóvenes entre las edades de 18 y 24 años, creen firmemente que la Tierra es redonda. YouGov encontró, además, que quienes creen en la Tierra plana, se inclinan más que la población general a ser personas religiosas.
Efectivamente, mientras unos dicen creer en la Tierra plana por motivos científicos, otros ven el debate entre Tierra plana y Tierra redonda, respectivamente entre la fe en Dios y la concepción atea del mundo y de la creación. Algunos creyentes en la Tierra plana nos han escrito a El Mundo de Mañana invitándonos a enseñar a nuestros lectores que la Tierra es plana, o bien, reprochándonos por aceptar la mentira de que es redonda.
¿Acaso plana o redonda, es una pregunta que de alguna manera falta por aclarar? ¿Acaso los creyentes en la Biblia están obligados a creer en una Tierra plana?
Analicemos el asunto.
Para comenzar, hay que reconocer que no hay ningún fenómeno vivido en la Tierra que sea imposible de explicar con una Tierra redonda. Al mismo tiempo, no existe ninguna teoría coherente de una Tierra plana que explique todos los fenómenos de un modo tan sencillo y elegante. Las ideas sobre la Tierra plana son, en su mayoría, pronunciamientos concebidos con un fin determinado, y que no encajan para explicar de modo integral el maravilloso cúmulo de experiencias que vivimos en este planeta día tras día. En cambio, la visión de la Tierra redonda sí concuerda con todas esas experiencias.
Veamos unos pocos ejemplos… y sin necesidad de instrumentos científicos.
Los modelos planos, en su mayoría, plantean el Sol y la Luna viajando en un círculo encima de una Tierra en forma de disco. Pero cada salida y puesta de Sol, y cada salida y puesta de Luna, contradicen esa idea. Ningún modelo plano permite, por ejemplo, que una mitad de la Luna sea claramente visible en el horizonte, y la otra mitad esté debajo. Lo mismo puede decirse del Sol. Más aún: el Sol y la Luna jamás se cruzarían con el horizonte. Quienes buscan sustentar su concepto de una Tierra plana sobre alguna base científica, hacen muchas maromas para justificar ese hecho, inventando maneras de que la luz se doble, y que los objetos aparezcan del mismo tamaño a cualquier distancia que estén, y creando otras explicaciones fantasiosas. Pero ninguna iguala la simplicidad que ofrece una Tierra redonda.
Consideremos ahora la Luna en más detalle. Si la Tierra fuera plana, alguien en un lado del planeta que observara la Luna recién salida, y alguien en el otro lado que mirara la Luna a punto de ponerse, deberían ver partes muy diferentes de ese satélite, ya que lo observan desde ángulos muy distintos. Sin embargo, concordando perfectamente con el modelo de la Tierra redonda, ambas personas de hecho ven partes de la Luna que son prácticamente iguales, como corresponde a una Tierra redonda con una Luna lejana que se desplaza a su alrededor. Otro tanto puede decirse de las manchas solares, aunque estas no pueden observarse a simple vista y con los ojos desprotegidos.
Las estrellas en lo alto también dan su testimonio. En el hemisferio Norte, estas giran cada noche alrededor de la estrella Polar, o estrella del Norte. Los adeptos a la Tierra plana suelen citar este hecho como prueba de que la estrella Polar se encuentra sobre el polo, en el centro de la Tierra. Olvidemos por el momento que los observadores ven secciones del cielo muy diferentes según el punto del hemisferio Norte donde se encuentren, y pensemos en el dato paralelo para el hemisferio Sur. Los habitantes del Sur de nuestro mundo ven la Tierra girar en torno a un punto fijo en el Cielo del Sur, cerca de la constelación llamada la Cruz del Sur. Esto resultaría imposible en la mayoría de los modelos de Tierra plana, puesto que carecen de polo Sur. Es claro que las estrellas del hemisferio Sur no son nada amigas de esos modelos.
Los creyentes en la Tierra plana pueden ofrecer explicaciones, pero no concuerdan con los modelos matemáticos que satisfacen toda la gama de observaciones. Aquí también, el modelo de la Tierra redonda sí concuerda fácilmente con todas esas observaciones.
Los argumentos que pretenden sustentar la idea de una Tierra plana sobre bases científicas no resisten el análisis. En cambio, las explicaciones que se basan en una Tierra redonda no solamente son sencillas, sino que son internamente coherentes y han resistido la prueba del tiempo.
¿Y qué de la aseveración de que la Biblia respalda una Tierra plana? ¿Tienen algún fundamento? Los hallazgos relativos al mundo físico, no solamente los generados por grandes instituciones como la NASA, sino también las observaciones y experimentos que podemos hacer nosotros como simples individuos, concuerdan en su apoyo a una Tierra redonda, ¿Acaso hay indicaciones bíblicas que nos obliguen a rechazar esos hallazgos?
Sencillamente, no las hay. Ningún versículo de la Biblia, bien entendido, hace necesario creer en una Tierra plana.
Por ejemplo, hay quienes señalan versículos como Isaías 11:12, que menciona “los cuatro extremos de la Tierra” (Peshitta) o “los cuatro puntos cardinales” (Biblia de Jerusalén). Pero ni siquiera los adeptos a la Tierra plana creen que esta sea un cuadrado plano con cuatro esquinas. Se trata de una clara referencia a las cuatro direcciones o puntos de la brújula, y la intención es abarcar la totalidad del mundo.
Igualmente, otros pasajes presentan expresiones similares, como “los términos de la Tierra” (Salmos 67:7), “los confines de la Tierra” (Peshitta y Biblia de Jerusalén), “los fines de la Tierra” (Miqueas 5:4) y “lo último de la Tierra” (Hechos 1:8). Pero si los leemos atentamente, vemos que la Biblia se refiere a gente que vive en esos confines o términos (ver Isaías 45:22, Lucas 11:31). ¿Acaso hay gente viviendo en la orilla de una Tierra plana? Por supuesto que no. Es claro que la frase se refiere al extremo más lejano, como cuando leemos que “será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo” (Mateo 24:14).
Algunos señalarán el “firmamento”, en palabras de la Biblia de Jerusalén (Génesis 1:6-8), colocado sobre la Tierra o “bóveda” en algunas versiones de la Biblia, asegurando que esto prueba que las estrellas, el Sol y la Luna existen como parte de una cúpula dura sobre nuestras cabezas, como si viviéramos bajo un domo. Sin embargo, la mayoría de las versiones traducen la palabra hebrea correctamente como “expansión” (Reina Valera); como algo que se extiende, o “espacio” (Nueva Traducción Viviente); y pasajes como Génesis 1:20 dicen que las aves vuelan “en la abierta expansión de los cielos”. Porque no es una bóveda dura sino el Cielo que se extiende en lo alto. Nuevamente, no se requiere una Tierra plana.
Otros hacen notar las “columnas” de la Tierra en algunos versículos. Pero, ¿se emplea la expresión en su sentido literal? Un ejemplo se encuentra en Salmos 75:3: “Se arruinaban la Tierra y sus moradores; yo sostengo sus columnas”. Cinco versículos más adelante, el Salmo habla de un cáliz en la mano de Dios, lleno de vino fermentado, que derrama y que los impíos de la Tierra “apurarán, y… beberán” (v. 8). Es obvio que no está dando de beber a los impíos, y el vino es una clara metáfora de su ira (v. 10). Aunque muchos lectores de la Biblia no lo toman en su sentido literal cuando deberían hacerlo, otros pueden pasar por alto las metáforas allí donde Dios la emplea. Y sí se vale de metáforas: Dios no es literalmente una roca (Salmos 18:2) ni Israel es literalmente una viña (Isaías 5:5). No respetar el hecho de que Dios expresa algunas cosas en forma poética, es tan irrespetuoso con la Biblia como negarse a tomarla literalmente cuando sí habla literalmente.
Por último, hay pasajes como Daniel 4:11, donde se describe un árbol que se alcanza a ver desde “todos los confines de la Tierra”, o Mateo 4:8, donde el diablo le muestra a Jesucristo el mundo entero desde la cumbre de un monte. Algunos leen estos pasajes y preguntan: ¿Cómo es posible en una Tierra esférica?
Es claro que se trata de visiones. Lucas 4:5 incluso menciona “en un momento”, lo que resalta el elemento sobrenatural de la visión. Estos versículos no requieren que se acepte una Tierra plana, como tampoco requieren que haya una cumbre desde donde se pueda divisar todo el mundo, cosa que no es posible ni siquiera en la cima del monte Everest.
Quienes pretenden introducir una Tierra plana en las páginas de la Biblia, también pueden citar otros pasajes, pero todos ellos representan errores parecidos a los que hemos visto aquí. Sencillamente no hay ningún pasaje en la Biblia que obligue a creer que la Tierra es plana, en cambio, todos, cuando se entienden correctamente, encajan muy bien dentro de un mundo redondo, cuya existencia se ha demostrado mediante observaciones físicas desde hace milenios.
Viéndolo bien, el domicilio de la humanidad es muy parecido a la misma humanidad. Reflexionemos: el hombre fue creado el mismo día que los animales terrestres (Génesis 1:24-31). Fue creado físico, como los animales. Muchos detalles que aprendemos sobre los animales, incluidos datos tan importantes como la estructura del cerebro, también se aplican a la humanidad. El hombre es parte del orden creado, y tiene mucho en común con ese orden.
De la misma manera, nuestro planeta tiene mucho en común con otros planetas de los Cielos, que se crearon junto con este (Génesis 1:1). La Tierra se traslada alrededor de una estrella en compañía de otros planetas, y en todos hay climas, noche, día y estaciones.
Sin embargo, el hombre no es un mero animal. Fue creado a la propia imagen de Dios. Está dotado de facultades que, movidas por un espíritu, exceden en mucho las de cualquier animal (Job 32:8), y le permiten vivir en comunión con su Creador. Claramente, es algo muy especial entre todas las formas de vida en el mundo.
De igual manera, la Tierra es un planeta singular, un mundo apto para servir de residencia al hombre: “Para que fuese habitada la creó” (Isaías 45:18); y para un día ser la sede de todo el Universo (Apocalipsis 21). Todas las pruebas que tenemos la revelan como una joya deslumbrante entre los planetas y objetos celestes, con una riqueza y diversidad geográfica, repleta de vida, hermosa y resplandeciente.
Ver nuestro planeta como un planeta creado entre muchos otros no es menospreciarlo, como no es menospreciar al ser humano verlo como una forma de vida entre muchas otras. Al contrario, la devoción y la atención especial que el Creador presta a todos los detalles de la Tierra, lo mismo que a la humanidad, se hacen evidentes a todos cuantos tengan ojos para ver.
Nuestra Tierra es esférica, y ciertamente muy especial, forma parte del orden creado; lo mismo que Venus, Marte, Júpiter y los demás planetas. Pero, al igual que la humanidad, la Tierra se destaca como algo realmente especial: el domicilio del hombre diseñado singularmente para él, como pináculo de la creación divina y centro del plan de salvación del Todopoderoso. Ese plan, que ahora se está llevando a cabo en la Tierra, llegará a repercutir en todo el Universo, haciendo saltar de alegría a toda la creación (Romanos 8:18-21).
Nuestro domicilio, aquí en el cosmos, ciertamente es un lugar asombroso y una joya extraordinaria en la corona de la creación. El hecho de ser redondo y no plano en nada disminuye esta hermosa realidad.