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Mediante los desastres del clima y los sismos Dios está tratando de decirnos algo importante. ¡Necesitamos saberlo! No podemos seguir ignorando la verdad, ahora que el mundo se sale de control. El Dios Todopoderoso, Creador de todas las cosas, ¡nos está llamando la atención! Por medio de grandes catástrofes, terremotos y sucesos mundiales, nos está haciendo saber ¡que Él es la Autoridad sobre todo!
Todos tenemos que aprender a afrontar la realidad. ¡El Dios Todopoderoso no ha “muerto!” Está muy vivo y ¡ahora mismo se está disponiendo a intervenir en los asuntos mundiales como nunca antes! Quienes somos parte de esta obra hemos explicado a todos los lectores de El Mundo de Mañana muchas profecías que se han cumplido recientemente o empiezan a cumplirse ahora mismo.
¿Estamos, personalmente, prestando atención? ¿Estamos dispuestos a aceptar la realidad? ¡Pensemos!
Millares de nuestros lectores saben que yo soy el último de los cinco evangelistas ordenados originalmente por el señor Herbert W. Armstrong allá en diciembre de 1952. Me uní a él y a los demás líderes de la obra en ese momento, en su labor de “advertir” que el Imperio Británico tocaba a su fin. Advertimos que el pueblo estadounidense y demás descendientes de los británicos pronto empezarían a decaer de su posición de grandeza en el mundo y que la “soberbia de [su] orgullo” iba a desaparecer (Levítico 26:19).
Advertimos que pronto les quitarían las grandes “puertas marítimas” que Dios entregó a los británicos y estadounidenses. Advertimos que cientos de miles de soldados rusos con sus tanques en ese momento estacionados en Europa Oriental, desaparecerían pronto, y que Alemania se convertiría obviamente en el líder de la futura unión que serían los Estados Unidos de Europa. ¡También advertimos sobre muchas otras profecías!
Poco después de unirme al señor Armstrong en la predicación y en la redacción de la revista La Pura Verdad, ¡estas profecías empezaron a cumplirse! Mi esposa y yo estuvimos en Inglaterra en el otoño e invierno de 1956 ¡y fue precisamente entonces cuando a Gran Bretaña le quitaron el canal de Suez! El canal de Suez se contaba entre las “puertas marítimas” más importantes del mundo en esos momentos, y su pérdida tuvo repercusiones grandes en el Imperio Británico. En los años subsiguientes se empezaron a perder la mayor parte de las “puertas marítimas” que poseían: el estrecho de Ormuz, el estrecho de Mandeb, la base de Simonstown que controlaba la punta extrema de Sudáfrica, además el estrecho de Malaca que controlaba un número enorme de barcos que pasaban por zonas del Lejano Oriente. Luego, el presidente Jimmy Carter prácticamente “regaló” el canal de Panamá, ¡la única puerta marítima importante controlada por los Estados Unidos!
Para entonces, miles de tanques y tropas rusas se habían retirado de las naciones de Europa Oriental ¡y el muro de Berlín fue desmantelado! Alemania volvió a ser una nación poderosa, ¡y con una prontitud que dejó atónitos a los observadores políticos!
Estas cosas se han producido tal como lo advertimos. En estos momentos, Alemania es reconocida internacionalmente como la nación más poderosa, y “líder” de la Unión Europea; y de las ocho puertas marítimas más importantes solo dos quedan en poder de Inglaterra: el estrecho de Gibraltar y las islas Malvinas. Quienes siguen con atención los hechos mundiales saben que ambas están permanentemente “bajo sitio” con España intentando controlar Gibraltar y echar fuera a los ingleses y el gobierno argentino reclamando las Malvinas. No cabe duda que en los próximos años perderán una o ambas “puertas”. ¡Para entonces podríamos decir que “se habrán ido!”
Amigos, ¡estos hechos profetizados no son “minúsculos”! Afectan a cientos de millones de seres humanos y también afectan al comercio internacional, que tiene que pasar por las grandes “puertas marítimas”, en miles de millones de dólares. Como vemos, estos grandes acontecimientos suscitan muchas repercusiones. Del mismo modo, el Todopoderoso Dios de la Biblia ha predicho específicamente enormes acontecimientos relacionados con el clima y sucesos afines ¡que ahora se avecinan! Entre estos se incluyen, junto con las sequías y hambrunas profetizadas, los terribles incendios que son consecuencia inevitable. Se incluyen también los fenómenos sísmicos, que Dios también controla, así como controla el clima. Dios es, ciertamente, el Shaddai: El Dios Todopoderoso. Es preciso que entendamos esto y sus implicaciones, porque van a afectar en el futuro cercano la vida de usted, de sus hijos y sus seres queridos.
Recientemente se recibieron noticias sobre el fatal terremoto que ocurrió en el centro de Italia y que cobró casi 300 vidas. Pueblos enteros quedaron destruidos al punto de que quizá nunca puedan reconstruirse. Por otra parte, toda la región occidental de los Estados Unidos está comenzando a sufrir la peor sequía jamás registrada en su historia ¡y muchas regiones las están consumiendo los incendios! Al mismo tiempo, lo contrario ocurre en partes de Texas y Luisiana, ¡donde las inundaciones en Baton Rouge, Luisiana, destruyen propiedades y la vida de miles de personas!
Les ruego tener presente algo que la misma Biblia deja muy en claro: que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son inspirados por Dios, y que Jesucristo citaba el Antiguo Testamento como las “Escrituras”, ¡la Palabra del Creador!
En Amós 4:1-9, el Dios Todopoderoso profetizó a los pueblos de “Samaria” (v. 1), la antigua “casa de Israel” y por supuesto a sus descendientes actuales: “‘Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades y hubo falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice el Eterno. También os detuve la lluvia tres meses antes de la siega; e hice llover sobre una ciudad y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovió y la parte sobre la cual no llovió, se secó. Y venían dos o tres ciudades a una ciudad para beber agua y no se saciaban; con todo, no os volvisteis a mí, dice el Eterno. Os herí con viento solano y con oruga; la langosta devoró vuestros muchos huertos y vuestras viñas y vuestros higuerales y vuestros olivares; pero nunca os volvisteis a mí, dice el Eterno” (vs. 6-9).
Dios dice aquí que hará llover demasiado en unas ciudades ¡y retendrá la lluvia en otras! ¡Aun así, como también dice, su pueblo no se arrepentirá ni se volverá a Él! Y recuerden, amigos, que todas las profecías que estoy citando se escribieron siglos antes de que los climatólogos modernos iniciaran sus predicciones sobre el “calentamiento global”, aunque hace algunos años predijeron el “enfriamiento global”; ¡y ninguno de los dos ha ocurrido todavía en gran medida! ¡Quien controla el clima es el Dios Todopoderoso, no los climatólogos! ¿Empezamos a entenderlo?
En su profecía en el monte de los Olivos, en Mateo 24, Jesucristo describe los cambios esenciales que sin duda van a ocurrir y están ocurriendo hacia el final de esta era. Primero, dijo que tuviéramos cuidado de los falsos profetas (vs. 4-5). Luego habló de guerras y rumores de guerras y explicó que diferentes naciones o grupos étnicos se levantarían unos contra otros cada vez con mayor frecuencia (v. 7). Enseguida, habló de hambre, pestes o epidemias y terremotos en diversos lugares. Jesucristo dijo que todos estos fenómenos serían “principio de dolores” (v. 8). Luego profetizó que sus verdaderos siervos serían entregados a tribulación y “aborrecidos” por todas las naciones por causa de su nombre (v. 9). Todo esto ocurrirá pronto, ¡posiblemente en vida de la mayoría de quienes están leyendo este artículo!
¿Se acuerdan del profeta Elías? Muchos sí, pero suelen olvidar que demostró el control absoluto que tiene Dios sobre el estado del tiempo. Elías aparece por primera vez en la Biblia en relación con este tema: “Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive el Eterno Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1 Reyes 17:1).
¿Por qué inspiró Dios a Elías para que profetizara una sequía total durante el lapso de tres años y seis meses? (ver Lucas 4:25). La respuesta se halló cuando Elías finalmente se presentó delante del malévolo rey Acab: “Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Eterno y siguiendo a los baales” (1 Reyes 18:17-18).
El Nuevo Testamento valida directamente este relato del Antiguo Testamento, puesto que en la carta de Santiago, escrita por el hermano de Jesucristo, encontramos estas palabras inspiradas: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras y oró fervientemente para que no lloviese y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17-18).
¿Recibiremos en nuestras naciones el mismo tipo de castigo dado a Israel por abandonar los mandamientos del Eterno, así como Elías advirtió al rey Acab? La respuesta es bastante obvia. Tenemos la respuesta en la Palabra de Dios: “Porque yo el Eterno no cambio” (Malaquías 3:6). El Nuevo Testamento lo vierte así: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Veamos la oración inspirada de Salomón, en la cual reconoce el control directo de Dios sobre el clima. “Si los cielos se cerraren y no hubiere lluvias, por haber pecado contra ti, si oraren a ti hacia este lugar y confesaren tu nombre y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres, tú los oirás en los Cielos y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel y les enseñarás el buen camino para que anden en él y darás lluvia sobre tu tierra, que diste por heredad a tu pueblo” (2 Crónicas 6:26-27).
En Isaías 29:6, Dios dice refiriéndose a Jerusalén: “Por el Eterno de los ejércitos serás visitada con truenos, con terremotos y con gran ruido, con torbellino y tempestad y llama de fuego consumidor”.
Y otra vez dice: “Yo… no cambio” (Malaquías 3:6). Él castigó a la antigua Jerusalén con terremotos y tormentas. Ahora empieza a castigar a los actuales descendientes de Israel del mismo modo.
Luego de un terremoto en el Sur de California, algunos periodistas locales preguntaron: “¿Por qué Los Ángeles?” Una mejor pregunta sería: “¿Por qué no?”
Los Ángeles tiene fama de ser la capital mundial del entretenimiento. Allí se producen más películas y programas de televisión viles y pervertidos, llenos de asesinatos, maldades y relaciones sexuales ilícitas, que en cualquier otro lugar del mundo. Desde hace mucho tiempo, se ha considerado a California como “la punta de lanza” de todas las formas de perversión conocidas. El gran Dios que gobierna sobre hombres y naciones tiene todo el derecho de castigar a los pueblos y naciones degeneradas y rebeldes que han abandonado sus leyes y despreciado sus grandes bendiciones. La gente en California, y en la mayor parte del mundo de habla inglesa, ha tenido ya muchas oportunidades de aprender la verdad, pero no ha habido suficiente interés. Las normas éticas fundamentales de Dios, resumidas en el decálogo, en general son bien conocidas. No son algo oculto ni esotérico. ¡Tal vez la gente necesite una buena “sacudida” para que preste atención!
Dirigiéndose a nuestros antepasados, el gran Dios dice: “Con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por esta causa las aguas han sido detenidas y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera y no quisiste tener vergüenza” (Jeremías 3:2-3). Seamos sinceros. Como países que se declaran cristianos, hemos “contaminado” la tierra con adulterios, perversiones, crímenes y asesinatos; entre ellos el de millones de niños sin nacer. Y a esto se suman incontables acciones más que son abominables a los ojos del Padre en el Cielo. ¿Se justificará, entonces, que Dios retenga las “lluvias tardías” de quienes le desobedecen? ¿O que golpee la tierra bajo nuestros pies?
Los pueblos de la Tierra descendientes de las llamadas “diez tribus perdidas” de Israel han sido bendecidas enormemente con la mayor concentración de riqueza y recursos materiales de pueblo alguno en la historia humana. Pero se han olvidado de Dios. Son una vergüenza para Aquel que tanto les bendijo. En consecuencia, profecía tras profecía en la Biblia indica en detalle cómo Dios va a castigar a la moderna “casa de Israel” y también al pueblo judío. De nuevo, como un padre amoroso “disciplina” a su hijo, Dios los va a disciplinar por su propio bien ¡con la esperanza de que esto les despierte!
¿Ha leído usted sobre el pavoroso terremoto que golpeó a la ciudad de San Francisco, California, en 1906? El escritor Jack London vivía a 65 kilómetros de allí. Se fue apresurado a la ciudad cuando supo la noticia y dejó constancia de lo que allí vio: “No queda nada salvo recuerdos y un cerquillo de viviendas en su periferia… Contra las llamas no se podía. No había ninguna organización, ni comunicación… Los sistemas de teléfono y telegrafía estaban interrumpidos. Y los grandes conductos de agua se habían reventado. Todos los ingeniosos dispositivos y salvaguardas del hombre quedaron fuera de servicio por los treinta segundos que tembló la corteza terrestre… En la historia no hay una ciudad moderna que haya sido destruida a tal grado. San Francisco desapareció”.
El asolamiento de San Francisco era imposible de describir. En el lapso de 45 a 60 segundos de temblores y tres días de incendios, 28.000 edificios fueron destruidos y 225.000 personas quedaron sin techo. Se estima que perdieron la vida 3.000 personas. Los daños materiales ascendieron a $400 millones de dólares de esa fecha. El fuego arrasó aproximadamente dos tercios de la ciudad: diez kilómetros cuadrados.
Amigos, ¿qué se requerirá para “sacudir” a miles de personas al punto de que lleguen a estar dispuestas a buscar a Dios con todo su corazón y toda su alma; al Dios verdadero de la Biblia? ¿Qué se requerirá para “sacudirlas” al punto de que estén dispuestas a salir de esta sociedad y obedecer al Dios que les da el aliento y la vida?
En el Nuevo Testamento, el gran Dios que nos creó, inspiró al redactor de la carta a los Hebreos para que nos hiciera esta advertencia: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la Tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los Cielos. La voz del cual conmovió entonces la Tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez y conmoveré no solamente la Tierra, sino también el Cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un Reino inconmovible, tengamos gratitud y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:25-29). Que Dios les ayude a escuchar.