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Muchas personas recuerdan la cruzada de William Wilberforce contra la esclavitud en el Imperio Británico, pero menos conocida es su devoción por construir su propio carácter cristiano.
Pocas veces en la historia de la humanidad, la conciencia de un hombre ha impulsado una reforma social británica, tan importante y de gran alcance, como la abolición de la trata de esclavos. Aunque otros desempeñaron un papel vital, es William Wilberforce, miembro del Parlamento del Reino Unido, cuyos audaces y transformadores esfuerzos como oponente de la esclavitud, fueron fundamentales para las reformas que traerían la libertad a millones, y cambiarían el mundo para siempre.
Desde la Ley de Comercio de Esclavos, que en 1807 puso fin a la trata de esclavos en Inglaterra, hasta la Ley de Abolición de la Esclavitud de 1833, que puso fin a la esclavitud en todo el Imperio Británico, los casi 50 años de esfuerzos de Wilberforce, hicieron que se le considerara ampliamente en el Parlamento como líder, a la luz del movimiento contra la esclavitud en Gran Bretaña.
Pero, ¿qué inspiró su vocación y le proporcionó la fuerza impulsora, aparentemente contra todo viento y marea, para cumplir con la misión de su vida? Mucho podemos aprender de su motivación personal para cambiar su propia vida y su carácter, y la transformación en un gran poder para el cambio en la escena mundial.
Cuando Wilberforce era apenas un adolescente, a finales del siglo 18, comerciantes ingleses asaltaban la costa africana cerca del golfo de Guinea, y transportaban anualmente entre 35.000 y 50.000 cautivos por el Atlántico a las Indias Occidentales, para venderlos como esclavos. Miles murieron en el trayecto debido a las duras condiciones, mientras que los traficantes de esclavos se enriquecían con el lucrativo negocio.
Inglaterra no fue la única nación involucrada en el comercio de esclavos. De hecho, también se dedicaban algunas tribus africanas, que abastecían esclavos de los pueblos conquistados y explotados. Después de una investigación personal sobre la naturaleza brutal del comercio, Wilberforce se convenció de la necesidad de acabar con la esclavitud, y decidió luchar para abolirla por completo. Tal vez cuando lideró en Gran Bretaña, otras naciones lo seguirían.
Quienes conocieron a Wilberforce cuando era joven, se habrían sorprendido al encontrarlo con esa fuerte convicción. Había crecido en un medio de riqueza en Hull, Yorkshire, antes de ir a St. John's College, Cambridge; donde no fue particularmente estudioso, y prefería pasar el tiempo socializando. Tenía ambiciones políticas, y fue elegido para el Parlamento en 1780; después, admitió que en sus primeros años allí, “nada hizo de propósito”.
Era costumbre que los diputados viajaran al extranjero durante los largos recesos. Por capricho, a Wilberforce se le ocurrió ir al Sur de Francia e Italia, y le pidió que lo acompañara a un viejo conocido de la escuela primaria, Isaac Milner, profesor de Cambridge y hombre profundamente religioso. Sus conversaciones durante ese verano sobre la genuina fe individual, hicieron que Wilberforce al regresar a Londres con una crisis de conciencia personal y profesional. Recurrió entonces a las Escrituras, y renunció a todas las cosas que sentía que no agradaban a Dios, incluyendo su excesiva socialización. Comenzó también a cuestionar su participación en el negocio de la política, a menudo llevado a cabo en dudosos entornos sociales.
William Wilberforce se dirigió a un amigo en busca de consejo. John Newton era excapitán de un barco de esclavos que se había convertido al cristianismo, llegando a ser el cristiano evangélico más importante de Londres, incluso compuso la letra del himno: Maravillosa gracia. Newton convenció a Wilberforce de llevar su vida religiosa a la política, porque Dios podía utilizarlo para el bien de la nación. Wilberforce, quien llegó a orar y estudiar la Biblia diariamente, decidió utilizar su riqueza, talento y posición para los propósitos de Dios.
En 1787 decidió que los dos grandes objetivos de su vida debían ser: la reforma del comercio de esclavos y lo que denominó la “reforma de las costumbres”, es decir, las normas morales de la sociedad. Destacados abolicionistas buscaron su apoyo. Reconoció los beneficios de trabajar con amigos de ideas afines y, juntos, iniciaron una especie de campaña de relaciones públicas. Incluso, el famoso alfarero Josiah Wedgwood, produjo placas contra la esclavitud con la imagen de un esclavo arrodillado, encadenado y las palabras: “¿No soy un hombre y un hermano?” En mayo de 1787, muchos de sus amigos formaron la Sociedad para la Abolición de la Trata de Esclavos.
Wilberforce arriesgó tanto su carrera como su reputación al desafiar a los partidarios de la trata de esclavos. A pesar de esa oposición, el 12 de mayo de 1789, en su primer discurso antiesclavista ante el Parlamento, dijo: “La maldad [de la esclavitud] es tan enorme, tan terrible, tan irremediable que… Desde ese momento decidí que nunca descansaría, hasta que se hubiera efectuado su abolición”.
También pidió al Parlamento considerar su deber desde una perspectiva eterna: “Hay un principio por encima de todo lo que es político…. Cuando pensamos en la eternidad, y en las consecuencias futuras de toda conducta humana. ¿Acaso hay en esta vida algo que haga que cualquier hombre contradiga los principios de su propia conciencia, los principios de la justicia, las leyes de la religión y de Dios?
Las reflexiones personales de Wilberforce sobre la Palabra de Dios, y sus responsabilidades en la vida, produjeron no solo un cambio externo en su conducta, sino un cambio profundo en su carácter. Se esforzó por cumplir con lo que entendió que el Dios Eterno de la creación declaró que era moralmente puro, y por seguir sus mandamientos, que reflejan su carácter perfecto. Dios espera que leamos la Biblia, y la veamos como su Palabra inspirada: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Estudiar la Biblia no es solo para un conocimiento puramente académico, sino como algo que nos edifique a nosotros y a nuestro carácter, para prepararnos ante los desafíos de la vida. Dios deja claro en Santiago 1:22 que debemos ser “hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores”. Preocupado por lo que veía como una Iglesia inglesa hipócrita y decadente, Wilberforce buscó obedecer a Dios, estableciendo más de 60 organizaciones filantrópicas para ayudar a los pobres, apoyar la educación y la reforma penitenciaria; y acabar con el trabajo infantil.
Después de 20 años de persistente trabajo, y de repetidas votaciones fallidas, en 1807 el Parlamento aprobó la Ley de Abolición, que prohibía la trata de esclavos en el Atlántico británico. Pasaron otros 26 años, solo unos días antes de la muerte de Wilberforce en 1833, antes de que la Cámara de los Comunes aprobara la Ley de Abolición de la Esclavitud, que proscribía la esclavitud en el Imperio Británico.
Wilberforce vivió soportando ante una abrumadora oposición política, y confió en Dios para que lo fortaleciera durante sus episodios de mala salud. Desafió durante casi 50 años el statu quo, primero en su propia vida, y luego en la sociedad; convirtiéndose en un formidable poder de cambio. Sin embargo, a pesar de sus nobles y valientes esfuerzos, la esclavitud todavía permanece en diversas formas en todo el mundo.
Una vez que Jesucristo regrese para establecer el Reino de Dios en esta Tierra, los seres humanos de todas partes serán verdaderamente libres. Quienes se declaran cristianos, y que se involucran en la política, pueden experimentar victorias a corto plazo, pero el mundo de Satanás eventualmente prevalece. Esta es una de las razones por las que se nos recuerda que los verdaderos discípulos de Jesucristo somos “embajadores” del Reino de Dios (2 Corintios 5:20), y no debemos involucrarnos en las actividades de la política.
Con todo, podemos respetar la memoria de William Wilberforce por la fuerza de carácter que lo impulsó a actuar según el conocimiento que tenía. ¿Cuántos de nosotros tenemos una convicción así? ¿Nos hemos probado en nosotros mismos lo que la Biblia realmente dice? A pesar de la oposición inevitable que enfrentaremos en este mundo malvado, ¿nos habremos comprometido a convertirnos en ejemplos de cambio personal, siguiendo al Dios de la Biblia y su camino de vida?
Esto es lo que en El Mundo de Mañana nos esforzamos por ayudar a hacer, por medio de esta revista, nuestras publicaciones gratuitas, y el ministerio de la Iglesia del Dios Viviente. Sin embargo, el punto de partida, reconocer la necesidad de un cambio personal basado en la Palabra de Dios, depende en gran medida de cada uno de nosotros.