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La familia de hoy y del mañana - Sírvase de la herramienta de la historia

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¿Qué podemos aprender tras una inspección más profunda de la historia?

Los hechos son importantes especialmente cuando se basan en la verdad bíblica, pero una tragedia de los tiempos modernos es el descuido del pasado. En lo personal y académico, la sociedad está tan imbuida en el aquí y el ahora que los hechos y las lecciones de la historia pasan inadvertidos o ignorados. ¿Hasta adónde podemos trazar nuestra genealogía, nuestra historia personal, por así decirlo? La Biblia revela que los israelitas conocían a sus antepasados de múltiples generaciones (Números 1:17-19; ver Mateo 1). En cambio, ¡nosotros necesitaríamos consultar una página en la red para remontarnos más de tres generaciones!

Enseñar a nuestros hijos las lecciones de la historia puede ser una empresa intimidante. Se trata de algo más que aprender los simples hechos: Hay que situarlos dentro del contexto correcto. ¡Pero vale la pena! Las suposiciones nacidas del desconocimiento de la historia son peligrosas, y abren la puerta para que los malintencionados elijan a su gusto e incluso inventen historias falsas, lo que suele llamarse: historia revisionista, que a menudo se encamina a fines engañosos.

Hechos tergiversados, conclusiones alteradas

Hace poco salió una encuesta en línea en la que se preguntaba cuál de los imperios mundiales había sido el peor. Supuestamente era el que había tratado a sus contrarios y súbditos del modo más brutal. Tremenda sorpresa al constatar el imperio que la mayoría había elegido: ¡El Imperio Británico! Aunque lejos de ser perfecto, un estudio honesto debe revelar que Gran Bretaña no fue el peor de los imperios de la historia.

Los hechos son importantes. El Imperio Británico, efectivamente, cometió muchos pecados. Al fin y al cabo, fue un imperio que se extendió por siglos, con millones de personas y generaciones de líderes que no tomaron decisiones correctas en cada situación, y también con muchos malos elementos. Pero otros hechos históricos revelan los beneficios que vinieron del dominio británico. Lo mismo puede decirse de muchos otros imperios, con diferente equilibrio entre lo positivo y lo negativo.

El estudio de la historia de los diferentes pueblos, naciones e imperios nos ayuda a discernir cuándo se manipulan o distorsionan los hechos reales y, por consiguiente, cuándo se manipulan y distorsionan las ideas. No hay que tomar muy en serio una sola encuesta en la internet, pero la idea de que el Imperio Británico fue el peor de la historia sí tiene seguidores. No obstante, es una visión ignorante o deshonesta de la historia. Busquemos una buena historia del Imperio Británico y comparémoslo con el Imperio Asirio, el Imperio Mongólico, el Imperio Español, el Imperio Soviético o el Tercer Reich. No encontraremos que el Imperio Británico fue perfecto, pero sí veremos que distó mucho de ser el peor de la historia.

No repitamos los errores del pasado

Las lecciones de la historia son provechosas para nuestra vida personal. Los padres, como es natural, desean que sus hijos aprendan a evitar los errores, y la Biblia trae mucha instrucción que les ayuda a lograrlo. El libro de Proverbios debe venir a la mente como una excelente lectura para los hijos, puesto que los refiere a los principios divinos para la toma de decisiones. En su introducción al libro, Salomón dice que tiene por objeto “dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura” (Proverbios 1:4).

Además de directa instrucción moral, las historias consignadas en las Sagradas Escrituras sirven para ayudarnos a aprender lecciones. El apóstol Pablo reflexionaba sobre varios detalles del pasado de Israel cuando Dios le inspiró a escribir: “estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). El Antiguo Testamento cuenta con muchas historias que narran la forma como Dios actuó con los suyos, y cómo recompensó su fe. Muchas de esas historias se resumen en Hebreos 11. La vida de quienes buscaban “obtener mejor resurrección” (Hebreos 11:35), motiva a nuestros hijos a muchas cualidades positivas, como son la perseverancia, la obediencia y la dedicación.

Estudiando historia, nuestros hijos también pueden aprender las consecuencias de tomar malas decisiones. Cuando el apóstol Pablo se refirió a las penalidades de los israelitas, señaló que los discípulos deben evitar muchas acciones cometidas por ellos y que eran pecado: “Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Corintios 10:6). Pablo también advierte sobre la idolatría, la inmoralidad sexual, el tentar a Jesucristo y murmurar contra Dios; como malas acciones de lo cual podemos aprender (vs. 7-10).

Apliquemos la historia a nosotros

Los padres deben enseñar historia a sus hijos para que aprendan a evitar la conducta pecaminosa, y no sufrir las consecuencias de desobedecer a Dios. A medida que crecen y maduran, pueden ahondar más. Al igual que sus padres, los niños pueden extraer lecciones equivocadas de la historia si no comprenden cómo y por qué ocurrieron ciertos hechos.

Por ejemplo, cuando vemos errores que se han cometido en toda la historia, quizá nos inclinemos a pensar que nosotros habríamos actuado mejor que nuestros antepasados. Quizá nos inclinemos a vernos como el bueno de la historia. Creemos que nosotros habríamos sido los israelitas fieles, no los desobedientes y testarudos. Cuando pensamos así, sea por vanidad o por ingenuidad, es fácil pasar por alto el doloroso hecho de que hay momentos en la historia cuando la gran mayoría de los seres toman la decisión errada, y nosotros probablemente habríamos formado parte de esa mayoría. ¿Realmente habríamos sido la tercera persona fiel al lado de Caleb y Josué? ¿O es mucho más probable que hubiéramos caído en la tentación, como los centenares de miles de israelitas que no entraron en la Tierra Prometida?

Poniendo en práctica la lección que presenta Pablo en 1 Corintios 10, ¿realmente pensamos que habríamos vivido todo el Éxodo sin quejarnos? Tal vez pensemos que habríamos sido demasiado inteligentes, demasiado dedicados, demasiado rectos para quejarnos. La verdad es que muy probablemente no hubiera sido así. Cuando estudiemos la historia con nuestros hijos, podemos, como padres, hacerles ver lo fácil que es murmurar y quejarse. La mayoría de los hijos se quejan en ocasiones, unos más que otros. En el mundo Occidental, muchos dan quejas que resultan triviales comparadas con lo que soportaron los israelitas durante el Éxodo: Tuvieron hambre, sed y fatiga. Se quejaban estando en circunstancias extremas. Pero ahora, ¿cuántas veces llegan nuestros hijos con quejas por lo que se les da de comer, o por las diversiones que son o no son permitidas? Cuando los padres procuramos ayudar a los hijos a aprender las lecciones de la historia, no es raro que den un vuelco a esas lecciones y las dirijan a nosotros ¡como si nosotros fuéramos los que caemos en la tentación de quejarnos!

La Biblia es el fundamento de la historia

La historia puede ser una maestra increíble, pero los padres deben entender que se presta a manipulaciones, a selección de datos y a negligencia deliberada. Como padres discípulos de Jesucristo, tenemos la obligación de aprender las lecciones de la historia, y también aplicarlas en nuestra vida y la de nuestros hijos. Esto puede ser difícil, porque el tiempo y la energía que exige quizá parezcan fuera de nuestro alcance.

Felizmente, el problema tiene una solución. Esa solución es la Biblia, que ofrece un marco de hechos históricos, y las lecciones que podemos aprender de ellos. La Biblia nos enseña la recompensa de la fe, y su costo, a la vez que nos recuerda cuán fácil es caer en la tentación. También tiene relatos que revelan que hubo imperios en la historia del mundo mucho peores que el británico El estudio de la Palabra inspirada de Dios es el mejor recurso para asegurarnos que entendemos correctamente los hechos y las lecciones de la historia. [MM]

 

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