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¿Qué se requiere para demostrar dónde se está predicando el verdadero evangelio de Jesucristo? ¿Quién está predicando el verdadero evangelio en nuestros días?
La revista National Geographic de noviembre del 2023 traía este titular: “La carrera por salvar el planeta: ¿Podrá la tecnología ayudar a resolver la crisis del clima?” Es casi universal la sensación de que el fin del mundo vendrá pronto… y el famoso Reloj apocalíptico del boletín de científicos atómicos confirma este sentir. En enero del 2024, este Reloj apocalíptico señalaba 90 segundos antes de la medianoche como medida del peligro para nuestro mundo. Tal parece que estuviéramos al borde de causar nuestra propia aniquilación.
Todos anhelamos recibir buenas noticias, pero las noticias del mundo son espantosas, al punto de hacernos ver la realidad de peligros apocalípticos, y el temor de un próximo Armagedón. Siendo así, ¿podrá salvarnos la ciencia? O, ¿Nos salvará Dios? ¿Tendremos alguna esperanza para el futuro? ¿Habrá en alguna parte una buena noticia? Felizmente la hay… si se sabe dónde buscar. Y esa buena noticia no es únicamente para nosotros y nuestros seres queridos: ¡Hay buenas noticias para todo el mundo!
Una mirada, aun somera, al libro del Apocalipsis, el último de la Biblia, revela que indudablemente hay muchas malas noticias para el futuro. Los males que se representan simbólicamente como los cuatro jinetes del capítulo 6 harán estragos en el planeta antes del regreso de Jesucristo: Guerra, hambre, pandemia, muerte; y el auge de una religión falsa y malévola que tendrá apariencia de buena. Millones de seres morirán cuando el hambre y las enfermedades se extiendan por la Tierra. Y muchos serán engañados por las enseñanzas de un falso profeta que habrá surgido, y que habrá unido sus fuerzas con el malévolo dirigente político que las Escrituras identifican como “la bestia”.
¿Dónde se encuentran las buenas noticias? ¿Significa que cada uno de nosotros podrá salvarse y ser parte de la Familia de Dios? Esa es una parte, pero hay más. Jesús de Nazaret predijo que “nadie sería salvo” de la gran tribulación, a menos que Él regresara, pero también dijo: “Por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).
Efectivamente, el Salvador del mundo va a intervenir antes de que seamos aniquilados (Juan 14:3), porque establecerá un mundo de paz y prosperidad. El evangelio que Jesús vino a predicar no solo es un mensaje de salvación para los pocos que hayan podido oír sus enseñanzas. Es un mensaje sobre su Reino venidero, que traerá al mundo entero no solamente paz, sino la oportunidad de salvación… incluida la salvación de los miles de millones que vivieron y murieron sin oír jamás el nombre de Cristo ni su verdadero su mensaje.
Se acercan tiempos difíciles, pero las palabras de Jesucristo a los habitantes de Galilea siguen aplicándose a nosotros: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15). Jesucristo vino primero a anunciar el Reino de Dios venidero, y cuando regrese, será para establecer ese Reino aquí mismo en el planeta Tierra. Esa será una buena noticia para todos los que han existido.
Dentro de la cristiandad tradicional, las diferentes corrientes enseñan muchos, así llamados, evangelios diferentes. Uno es el evangelio de la prosperidad, cuyos adeptos proclaman, erróneamente que todos los verdaderos cristianos gozan de salud física y prosperidad material… cosa que, si fuera cierta, significaría que el apóstol Pablo no era un verdadero cristiano. Otro es el evangelio político, que exhorta a los cristianos a hacer activismo político, en un esfuerzo inútil por construir el Reino de Dios sobre cimientos humanos y con métodos humanos. Quienes predican estos y otros falsos evangelios pueden ser muy sinceros, pero sinceramente están equivocados.
¿Cómo podemos saber cuál es el verdadero evangelio? La palabra “evangelio”, en el Nuevo Testamento, viene del griego euangelion, que se traduce como “buena noticia”. Esta sencilla definición nos dice que Jesucristo no predicó un evangelio de la prosperidad, ni un evangelio político, sino un evangelio de buenas noticias: Porque “buena noticia” es el significado de “evangelio”. ¿Y cuál es la buena noticia que Jesucristo proclamó? El apóstol Pablo advirtió a los hermanos en Corinto que ellos eran tan ingenuos que aceptaban un evangelio falso:
“Os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2 Corintios 11:2-4).
La versión La Palabra lo dice en palabras un poco distintas: “De hecho, si alguno viene y os anuncia a otro Jesús distinto del que os hemos anunciado, o pretende que recibáis un Espíritu distinto del que recibisteis o un mensaje evangélico distinto del que abrazasteis, ¡lo aceptáis tan a gusto!” (v. 4).
Los corintios aceptaban un evangelio falso. Eran tan tolerantes y tan vacilantes que recibían la falsedad como verdad. Apreciados lectores: ¿Están ustedes seguros de que no han hecho lo mismo? Por medio del apóstol Pablo, Dios nos instruye así: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
Es necesario retener lo bueno: la verdadera buena noticia, el evangelio que proclamó nuestro Salvador. No creamos ciegamente lo que dice un ministro ni lo que dice esta revista. Examinemos lo que creemos y demostremos a nosotros mismos que hemos recibido el evangelio verdadero.
Jesús proclamó el Reino de Dios venidero, pero algunos creen que ya está aquí, y que ese Reino es la Iglesia. El Dios de los Cielos proclama el Reino venidero, que será gobernado por el Rey de reyes, Jesucristo, y que aún no se ha establecido: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus ciervos las cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). Y en el versículo 3 leemos: “El tiempo está cerca”.
¿Cómo sabemos que la Iglesia cristiana tradicional no es el Reino de Dios? El mensaje es claro y poderoso y se ha proclamado desde el mismo Cielo. El toque de la séptima trompeta anunciará el acontecimiento más grande de toda la historia humana. Podemos leerlo allí en la Biblia: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Esa es la maravillosa noticia del evangelio. Las naciones del mundo, guerreras, egoístas, opresoras; serán vencidas y controladas por el Rey de reyes, pero antes, pelearán contra Jesucristo a su regreso. “Se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la Tierra” (Apocalipsis 11:18).
En palabras inspiradas del apóstol Juan, el Reino se va a establecer después de “la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14). Jesucristo ganará esa batalla: “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con Él son llamados y elegidos y fieles” (Apocalipsis 17:14). Al final, “el Eterno será Rey sobre toda la Tierra” (Zacarías 14:9).
¿Qué sistema de gobierno regirá a todas las naciones? El Reino de Dios, por supuesto, será gobernado por Dios. Leemos que “en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:16). Es preciso que estemos del lado de Dios y que nos alegremos en su Reino venidero. Como dijo Jesús: “Creed en el evangelio” (Marcos 1:15).
En el Reino de Dios venidero, todos los pueblos y todas las naciones aprenderán el camino de la paz. Demos gracias a Dios por el gobierno de amor, que asegurará la paz mundial para todas las naciones. En el increíble mundo de mañana habrá un sistema universal de leyes para garantizar la libertad que produce la ley de Dios, los diez mandamientos: “La ley de la libertad” (Santiago 2:12). Conforme con Dios: “Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Miqueas 4:2).
Las armas de guerra se convertirán en instrumentos de paz y productividad. Algunos de nuestros lectores quizás han visto, frente a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, una escultura que representa a un hombre dando martillazos a una espada para convertirla en un azadón. Imaginen cómo se transformará el mundo de sus caminos destructivos a caminos productivos:
“Vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:3-4).
El gobierno de Dios traerá paz universal. Por fin se cumplirá la extraordinaria profecía de Isaías:
“Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su Imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).
Jesucristo no se propone gobernar solo. Los fieles siervos de Dios y discípulos de Jesucristo en esta era también tendrán un papel que cumplir como gobernantes bajo el Salvador del mundo. Recordemos la visión de la transfiguración en la cual Jesús reveló una verdad asombrosa a tres de sus discípulos más cercanos. Poco antes, les había anunciado: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su Reino” (Mateo 16:28).
¿A cuáles “algunos” se refería Jesús? Después reveló la respuesta en forma de una visión maravillosa: “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el Sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él” (Mateo 17:1-3).
Efectivamente, el Príncipe de Paz gobernará sobre todas las naciones ¡y sus asistentes serán Moisés y Elías! ¿Quién más le asistirá en este gobierno sobre las naciones? El apóstol Pedro le preguntó a Jesús qué responsabilidades tendrían los apóstoles: “Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).
Y los apóstoles no serán los únicos. El patriarca Abraham, a quien las Escrituras llaman “heredero del mundo” (Romanos 4:13), ocupará un cargo de servicio sobre toda la Tierra. El justo rey David gobernará nuevamente sobre la casa de Israel reunida con Judá (Ezequiel 37:19-25). Además, cada uno de nosotros cumplirá un papel en el Reino glorioso si somos discípulos realmente fieles y miembros del cuerpo de Cristo:
“Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:26-29).
¡Los fieles discípulos de hoy servirán bajo Jesucristo como reyes y sacerdotes! Esta realidad se expone en términos tan poderosos como poéticos en el cántico de los santos, que dice así: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra” (Apocalipsis 5:9-10).
¿Cómo puede ser posible que los seres humanos lleguemos a tener paz duradera? Solo mediante una transformación de la naturaleza humana. La Biblia explica por qué esta naturaleza es un problema: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7). En otras palabras, “las tendencias de la carne llevan al odio a Dios, no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden” (Biblia de Jerusalén). También leemos: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). El evangelio habla de un cambio total de nuestro corazón, de la naturaleza carnal, para convertirla en la naturaleza divina del propio Dios.
Quienes han llegado a un punto en la vida en que se han arrepentido y creen el evangelio como lo expresó Jesús en Marcos 1:15, puede que deseen entregar su vida a Jesucristo y buscar consejería para el bautismo. Dios dijo claramente lo que debe hacer el pecador arrepentido, y así lo proclamó el apóstol Pedro ante millares de oyentes en el primer Pentecostés luego de la resurrección de Jesucristo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
El Cordero de Dios, el Mesías, Jesús de Nazaret, pagó por nuestros pecados con su sangre, su propia vida. Hemos sido redimidos por “la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19). Es necesario que creamos la buena noticia de que nuestros pecados pueden ser perdonados. La Iglesia del Dios Viviente tiene representantes en muchos países. Quienes deseen consejería sobre el bautismo, les invitamos a comunicarse con nosotros enviando un correo a: [email protected]. También pueden visitarnos en línea ingresando a nuestro sitio en la red: elmundodemanana.org.
El camino de la paz entre todas naciones es una transformación de la naturaleza humana. Este comienza con instrucción. Aprendemos del profeta Isaías que de todo el mundo viajarán a la capital del mundo para recibir una nueva educación:
“Vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:3-4).
En vez de enormes gastos militares en armas mortales de destrucción masiva, las naciones dedicarán recursos a la salud y prosperidad de la gente. El Mesías, el Príncipe de Paz, enseñará a todos los pueblos de su Reino a arrepentirse de sus malas acciones y su naturaleza carnal. ¿Cómo será para los seres humanos que habrán sobrevivido a los espantosos días profetizados? Habrán pasado por la gran tribulación y por sufrimientos sin precedentes, y Jesús, de regreso en la Tierra, les dará la buena noticia de su Reino, como lo explica Ezequiel:
“Os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios” (Ezequiel 36:24-28).
Dios nos está diciendo aquí que los pueblos, antes llenos de vanidad, recibirán un corazón humilde, dispuesto a aprender y capaz de aprender a tener el amor de Dios: “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravoso” (1 Juan 5:3). El mundo entero aprenderá el camino de la paz y los verdaderos valores.
Este es el verdadero evangelio. Nuestra salvación no es egocéntrica: Dios está llamando a los discípulos en esta era a fin de prepararlos para cumplir un papel de servicio en su Reino. No debemos centrar nuestra vida en las conquistas materiales. Dios desea que tengamos vida abundante (Juan 10:10), y promete que si nos centramos en Él, tendremos esa vida. Jesús nos dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Las buenas noticias del Reino venidero revelan la función que cumplirán los discípulos fieles en el mundo que nos espera. Los verdaderos cristianos prestarán su servicio a todas las naciones como reyes y sacerdotes, que asisten a su Salvador, el Rey de reyes, a reeducar al mundo enseñando el camino del amor, la paz y la prosperidad. Las Escrituras explican el papel de los discípulos fieles durante el séptimo milenio de la historia humana, que será el reinado de mil años de Jesucristo sobre el planeta Tierra: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (Apocalipsis 20:6).
Dios ha bendecido la Tierra dotándola de montañas majestuosas, fértiles valles y llanuras productivas. Nos maravillamos ante los lagos prístinos y los océanos poderosos. Apreciamos la variedad de flores, plantas, aves, mamíferos y vida marina. Y el mundo, por hermoso que sea ahora, lo será aún más en el mundo de mañana, cuando se transformará la naturaleza de los animales. El impresionante mundo que nos espera, el glorioso Reino de Dios en la Tierra, será un lugar de belleza y productividad que jamás se ha conocido. Isaías ofrece esta visión del futuro período de mil años cuando Jesucristo reinará en compañía de los santos:
“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la Tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar (Isaías 11:6-9).
Alegrémonos en el evangelio, las buenas noticias del Reino de Dios venidero. Pronto vendrá un mundo nuevo y maravilloso, y cada uno de nosotros debe rogar a Dios que venga pronto. Estemos atentos a las profecías que toman vida y a las señales que anunciarán el magnífico y triunfal regreso de Jesucristo. [MM]