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La exhortación del apóstol Pablo a los discípulos de Jesucristo, para que oremos por nuestros líderes, incluso en sus peores momentos, muestra cómo espera Dios que respetemos la autoridad en nuestro camino de vida.
En los últimos decenios hemos visto un aumento dramático de irrespeto hacia quienes ocupan puestos de liderazgo. Una actitud de odio y virulencia hacia los rivales políticos permea la sociedad. En una época de crecientes dificultades y de exacerbación de las emociones, ¿cómo deberían reaccionar los discípulos de Jesucristo ante los líderes que perciben como malos?
Todos deberíamos sentirnos asqueados por las decisiones que violan las leyes de Dios; como la normalización de la homosexualidad, el transgenerismo y la pedofilia, la promoción de la teoría crítica de la raza y la lucha de clases, la feminización de los hombres y la masculinización de las mujeres, la promoción de un gasto gubernamental descontrolado e imprudente sin ninguna preocupación por el futuro... y la lista continúa. Es preocupante ver a líderes seculares imponiendo a los ciudadanos el libertinaje inmoral, y es difícil no sentirnos frustrados con ellos.
¿Cómo debemos reaccionar cuando sufrimos nosotros o nuestras familias? ¿Debemos avivar las llamas de la ira o sumarnos a una protesta para expresar nuestra opinión y frustración?
Dios enseña un enfoque correcto hacia los líderes, incluso hacia los cuestionables: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Romanos 13:1-2).
Este pasaje no nos obliga a someternos a órdenes contrarias a las leyes de Dios. Más bien, nos enseña a respetar a las autoridades y a someternos a ellas en asuntos que no estén en conflicto con el camino de Dios, porque Dios las ha puesto sobre nosotros. Cuando Sadrac, Mesac y Abed-nego se negaron a someterse a la orden de Nabucodonosor, que requería desobedecer los mandamientos de Dios, lo hicieron con respeto hacia el cargo del Rey: “No tenemos por qué responder a su Majestad acerca de esto. Su Majestad va a ver que nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos de ese ardiente horno de fuego, y también puede librarnos del poder de su Majestad. Pero aun si no lo hiciera, sepa su Majestad que no serviremos a sus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que ha mandado erigir” (Daniel 3:16-18, RVC).
En las redes sociales, ¿compartimos o damos “me gusta” a publicaciones o comentarios que se oponen al orden establecido y se burlan de los líderes? ¿Aplaudimos la falta de respeto de los demás hacia los cargos de liderazgo? ¿Criticamos con indiferencia a quienes están en el cargo? Si lo hacemos, nos estamos resistiendo a Dios y atrayendo el juicio sobre nosotros mismos. Aunque no aprobemos las políticas de nuestros líderes, no deberíamos ser irrespetuosos con nuestras palabras o acciones.
En lugar de responder a lo negativo con negatividad, los discípulos debemos tomar el camino más angosto, el menos transitado: orar por nuestros líderes. Orar para que recuperen el sentido común, y tomen decisiones en armonía con la verdad y el llamado de Dios: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:1-4).
El apóstol Pablo escribió esas palabras mientras estaba en el poder el famoso emperador romano Nerón, el mismo Nerón que se casó con un joven esclavo, a quien se le atribuye haber quemado Roma por sus propios deseos egoístas, y que persiguió severamente a los primeros cristianos. Sin embargo, en lugar de criticar a las autoridades romanas, Pablo se sintió inspirado a animarnos a orar por nuestros líderes, y a desear que lleguen al conocimiento de la verdad; que conduce al arrepentimiento y a la salvación. Eso es algo que deberíamos desear para todos los seres humanos.
Como discípulos de Jesucristo, esperamos con ansias el día en que regrese y reine como el único líder perfecto. Su gobierno traerá justicia, paz y rectitud; que ningún gobierno ni líder terrenal puede lograr plenamente. Hasta que llegue ese momento, oremos para que nuestros líderes tomen mejores decisiones, y busquemos encontrar lo bueno en lo que están haciendo. Oremos para que lleguen al conocimiento de la verdad. Veamos el panorama general, y oremos para que podamos vivir una vida tranquila y pacífica en toda piedad y reverencia. ¡Oremos por nuestros líderes! [MM]