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¿Qué podemos hacer para convertirnos en amigos de nuestro Creador?
Jesús llama amigos a sus discípulos, y podemos aprender a estar entre ellos.
Un año o más de confinamiento por la pandemia del coronavirus ha tenido efectos nocivos sobre muchas amistades. Un autor escribió lo siguiente en la revista Harper's Bazaar: “No ha sido fácil sostener en línea toda nuestra vida social. Aunque los últimos 12 meses habrían sido infinitamente más duros sin Zoom, FaceTime y WhatsApp, estos no reemplazan la experiencia de ver a nuestros seres queridos cara a cara en la vida real. A veces la tecnología nos da la falsa impresión de proximidad, por lo cual podemos desatender las relaciones cotidianas” (22 de abril del 2021).
La amistad se forma y se mantiene cuando se pasa tiempo en la compañía de alguien… cosa que la pandemia dificultó mucho. Pensemos cuánto tarda el solo proceso de desarrollar una amistad verdadera. En el 2018, unos investigadores en la universidad de Kansas encontraron que se requieren por lo menos 200 horas de compañía para formar una relación cercana (News.ku.edu, 28 de marzo del 2018). Luego, mantener la amistad toma aún más tiempo, compartiendo experiencias, revelándonos como personas vulnerables ante otros en quienes aprendemos a confiar, y que aprenden a confiar en nosotros.
Algunos gobiernos han reconocido los problemas de la soledad y han querido ayudar a su gente. Un titular publicado este año traía una extraña noticia: “Japón nombra a un ministro de la Soledad tras aumento en los suicidios” (The Independent, 25 de febrero del 2021). Efectivamente, algunos han caído en tal grado de depresión durante los confinamientos por la pandemia que se han quitado la vida.
Los lectores habituales de El Mundo de Mañana saben que la Biblia tiene muchas verdades relativas a profecía, doctrinas y nuestro increíble futuro como hijos del Dios Creador. Pero, ¿cuántos nos damos cuenta de que la Biblia también nos da claves para la amistad y para despejar los sentimientos de soledad? ¿Tenemos amistades de especial profundidad? ¿Alguna amistad que esté por encima de las demás? ¿Cómo podemos desarrollar una amistad más cercana con esa persona?
Antes de llegar a ser rey, David fue ungido por el profeta Samuel como sucesor del rey Saúl (1 Samuel 16). Muchos de nuestros lectores saben de la victoria de David sobre el gigante filisteo Goliat, seguida de otras victorias militares. El rey Saúl tuvo celos de David, y dos veces intentó matarlo para que el próximo rey fuera su propio hijo Jonatán. Pero Jonatán fue entrañable amigo de David y resolvió protegerlo de la ira del Rey. “Así hizo Jonatán pacto con la casa de David, diciendo: Requiéralo el Eterno de la mano de los enemigos de David. Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo” (1 Samuel 20:16-17).
Este raro ejemplo de amistad fiel y de entrañable afecto se presenta en el contexto de una bendición de Dios. Recordemos la extraordinaria afirmación sobre el carácter de David: “Quitado este [el rey Saúl], [Dios] les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22).
David sabía, sin embargo, que su principal cercanía era con Dios, quien lo había bendecido y sacado adelante en muchas pruebas. Cuando su viejo amigo Ahitofel lo traicionó, David reflexionó así: “En cuanto a mí, a Dios clamaré; y el Eterno me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz” (Salmos 55:16-17).
Todos necesitamos esa misma relación estrecha con Dios. Leemos: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros” (Santiago 4:8). Santiago también menciona que el patriarca Abraham “creyó a Dios… y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23). ¿Quién es nuestro mejor amigo?
Con el correr de los años hemos tenido muchos, muchísimos amigos, pero, ¿cuál es mi mejor amigo? Dios me bendijo dándome una esposa maravillosa, y llevamos casados más de 57 años. ¿Qué fue lo que nos unió y nos mantuvo unidos? Teníamos antecedentes parecidos en cuanto a cultura y educación, pero lo que cimentó nuestra amistad, nuestro amor, fue el camino de vida al que Dios nos llamó. Es el mismo camino de vida sobre el cual se lee en El Mundo de Mañana. Mi esposa y yo no somos solo amigos, sino una familia, y Dios llama a muchos no solo a convertirse, sino a ser miembros plenos de su Familia.
En la versión inglesa de El Mundo de Mañana, edición de marzo y abril del 2010, publicamos un artículo muy alentador de nuestro redactor Phil Sena. En este exploró el problema de la soledad y sugirió maneras de romper el ciclo:
“Relacionarse con otros. Hay otras personas que comparten sus gustos y creencias. Aunque puede ser difícil al principio, hacer un esfuerzo por conocer a algunas de esas personas le traerá cambios en su vida. Comuníquese con personas que tienen intereses en común con usted, y pronto se acabará la soledad. Para hacerlo, es bueno darse cuenta de que hay otras personas que se sienten solas y a quienes uno quizá pueda ayudar. ¿Hay alguien en su comunidad que necesita ayuda? No tiene que ser nada grande; quizá baste dedicar algún tiempo a escuchar a un anciano confinado a causa de sus impedimentos, jugar a la pelota un rato con un sobrino o sobrina a fin de reanimarlos. Al producir alguna diferencia en la vida de otra persona, producimos una diferencia en la propia (Líbrese de la soledad).
Es posible extender una mano de amistad a otras personas. Pídale a Dios en oración que le ayude a amar a su prójimo (Marcos 12:31). Este es el segundo de los grandes mandamientos que Dios nos ha dado. La mayoría de las personas conocen la llamada regla de oro, pero, ¿cuántos la ponen en práctica como su modo de vida? Jesús la expresó así: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12).
El señor Rod McNair, presentador del programa El Mundo de Mañana, escribió un artículo muy útil que publicamos en nuestra edición de mayo y junio del 2020, en el cual nos explica cinco principios sobre cómo vencer la soledad. En nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org puede leerse el artículo completo, pero de momento veremos solo el quinto principio: Dedique tiempo a su Amigo más importante. El artículo nos recuerda que “antes de su crucifixión, Jesucristo les dijo a sus discípulos: ‘Ya no os llamaré siervos… pero os he llamado amigos’ (Juan 15:15). ¡Esta es una declaración impresionante en boca del Salvador de toda la humanidad!” (La familia de hoy... y del mañana: Cómo vencer la soledad, pág. 12).
¿Habremos aceptado la amistad que nos ofrece nuestro Salvador? Si es así, ¿qué tenemos en común con nuestro Amigo? ¿Qué estamos haciendo para conservar los lazos estrechos? Veamos lo que les pidió Jesús a sus amigos: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Juan 15:9). Naturalmente, no lo haremos a la perfección, pero aun cuando fallemos, ¡el esfuerzo sostenido desarrollará y fortalecerá los lazos que nos unen con el Amigo y Salvador!
Sabemos que los buenos amigos siempre procuran ayudarse los unos a los otros, pero nuestro Amigo, Jesucristo, nos ha ofrecido algo que nadie más nos puede ofrecer: ¡Nos ha prometido la salvación y la vida eterna si aceptamos su promesa, y dejamos que viva su vida justa y recta en nosotros! Hizo lo que ningún otro amigo podía hacer: derramó su propia sangre inocente en pago por nuestros pecados. ¡Es un amor increíble! No hay duda de que Dios es amor (1 Juan 4:8, 16).
¿Cómo se practica la verdadera amistad? Veamos al patriarca Job y el ejemplo de sus tres amigos. Para probar a Job, Dios permitió que Satanás lo afligiera con grandes sufrimientos. Notemos que aunque lo juzgaron equivocadamente, sus amigos se mostraron extraordinariamente dispuestos a acompañarlo en su pena: “Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande” (Job 2:13). Estuvieron dispuestos a mantenerse sentados guardando un largo silencio para apoyar a su amigo. ¿Tendríamos la compasión y la paciencia de sentarnos en silencio con un amigo por siete días? Esa es verdadera dedicación. El libro de Proverbios tiene algunos principios importantes en relación con la amistad:
Cuanto más conocemos a Jesucristo, crece en nosotros la certeza de saber que es nuestro mejor amigo. Es natural querer saber más sobre nuestros amigos cercanos. Quizá nos sorprenda saber cuántas personas han aceptado una imagen impresionantemente errada y falsa de Jesucristo y sus enseñanzas. Incluso el apóstol Pablo se percató del fenómeno y advirtió a los hermanos en Corinto: “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2 Corintios 11:3-4).
Algunos entre los corintios aceptaban un evangelio falso que enseñaba un Cristo falso. ¿Cómo podemos estar seguros de conocer al verdadero Jesús? Recordemos que el Jesús de la Biblia:
Necesitamos leer el Nuevo Testamento con una nueva perspectiva. Veamos lo que escribieron Mateo, Marcos, Lucas y Juan acerca de Jesús. Para conocer al verdadero Jesús de la Biblia es preciso estudiarlo. ¡Encontraremos que es muy diferente de las imágenes tradicionales que se difunden por el mundo!
¿Dónde está Jesucristo en este momento? Está a la diestra del trono de su Padre en el Cielo (Romanos 8:34). ¿Y cuál es su aspecto? Las Escrituras lo describen “vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas” (Apocalipsis 1:13-15). ¿Acaso nos enseñaron a visualizar a nuestro Salvador como un individuo enclenque, de piel pálida y cabello largo? Esa no es una descripción correcta de cuando era carpintero, acostumbrado al trabajo físico fuerte, ¡ni es una descripción correcta del Cristo resucitado!
¿Qué está haciendo nuestro amigo? ¡Es nuestro intercesor y Sumo Sacerdote! “Teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los Cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:14-15). ¿Qué significa el sacerdocio de Cristo? “Mas este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:24-25). Así es: ¡el verdadero Jesús siempre vive para interceder por nosotros, para perdonarnos cuando nos arrepentimos, y darnos sabiduría para resolver nuestros problemas!
Jesucristo no solo está llevando a cabo su obra en el Cielo, sino que también está realizando una obra en la Tierra: La de preparar el camino para su segunda venida. Comisionó a su Iglesia para que predicara el verdadero evangelio: “Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Notemos que el evangelio de Jesucristo es la buena noticia del venidero Reino de Dios (Marcos 1:14-15). Y el Rey que regirá en ese Reino ¡será Jesucristo! ¿Podemos acaso imaginar que alguien sienta lealtad y amor por un rey pero que se oponga a su reino? Lamentablemente muchos hacen precisamente eso, cuando se declaran fieles a Cristo pero se niegan a obedecer las leyes de su Reino.
Vimos antes que la amistad, incluso la amistad humana, toma tiempo para desarrollarse y aún más tiempo para profundizarse y mantenerse. Los amigos dedican tiempo juntos, ya sea en persona o mediante la pantalla de la computadora durante un período de confinamiento. Buscan maneras de compartir su vida. ¿Compartimos la vida con nuestro Salvador y nuestro Padre? ¿Cuánto tiempo dedicamos a la oración? Orar nos acercará a Dios cuando le comunicamos inquietudes y deseos, cuando pedimos perdón y misericordia; y sobre todo cuando le expresamos agradecimiento por todo lo que ha hecho por nosotros.
Quizá conozcamos bien lo que muchos llaman el “Padre Nuestro”. Tristemente, muchos que se declaran cristianos se limitan a recitar las palabras de memoria como una fórmula, sin comprender que Jesús las enseñó a manera de “modelo” para nuestras oraciones; y no como algo para recitar de memoria (Mateo 6:9-13). Veamos la advertencia que les hizo a sus discípulos antes de darles la oración modelo: “Orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7). Hay personas que se sienten muy piadosas y religiosas cuando repiten las mismas palabras una y otra vez. ¡Eso no es lo que Jesús enseñó! Lo que desea es que oremos de corazón, no que repitamos sin pensar una y otra vez las palabras del “Padre Nuestro”… ¡O de cualquiera otra oración! Y notemos que desea ver nuestras oraciones dirigidas a nuestro Padre en el Cielo, ¡igual que Jesús lo hacía! Jesús no vino a reemplazar a su Padre, sino a revelar a su Padre para todos nosotros (Mateo 11:27).
La mayoría de nosotros, aunque fuéramos algo tímidos, aprendemos a hablar confiadamente con algunos amigos cercanos. Con la práctica, podemos tener la misma proximidad con nuestro Salvador... Pero quizá sintamos no saber qué decir al orar. En ese caso, basta abrir el libro de los Salmos. David tenía lazos estrechos con el Señor, el Dios Eterno. Sus Salmos son expresiones sinceras dirigidas a Dios. Comunicó sus temores y sus problemas, e incluso expresó su sobrecogimiento y asombro ante el vasto Universo que Dios creó. Leamos en especial los Salmos 8, 18, 19 y 24; nos sentiremos inspirados por el ejemplo de David.
En nuestras oraciones no olvidemos incluir una petición que Jesús indicó: “Venga tu Reino” (Mateo 6:10). Nuestro Amigo regresará pronto a la Tierra como Rey de reyes y Príncipe de paz. Va a transformar este mundo carnal, egoísta y belicoso; y el resultado será un milenio de paz y prosperidad. Ese es el verdadero evangelio, la buena noticia. Pero, ¿estaremos preparados?
Jesús nos ha dicho: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). ¿Hemos llevado a cabo lo que nuestro Amigo pide? Al haber llegado a un punto en la vida en que nos hemos arrepentido y aceptado el sacrificio de Jesucristo: La sangre que derramó para remisión de nuestros pecados. Y si hemos aceptado su autoridad sobre nuestra vida, es posible comunicarse con alguno de los ministros que forman parte de esta obra. Simplemente escribiendo un correo a nuestra dirección: [email protected], o llamando a uno de los teléfonos que se indican en la página 2 de esta revista.
Quienes se unieron a la Iglesia de Dios también se convirtieron en “hijos e hijas” del Todopoderoso (2 Corintios 6:18) y así, no solo son amigos de nuestro Señor, sino también hermanos y hermanas de sus muchos amigos. Hebreos 2:11 nos dice que nuestro Señor “no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Recordemos que Dios es el Padre “de quien toma nombre toda familia en los Cielos y en la Tierra” (Efesios 3:15).
Al reunirse cada sábado con otros miembros del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27), conoceremos a muchas personas que tienen principios en común, en especial, su amor por nuestro Salvador y nuestro Padre. Tendremos la satisfacción de sabernos parte de las “primicias”, el reducido número de personas que son llamadas por Dios en este tiempo para apoyar la predicación de su evangelio, y prepararse para el Reino de Dios.
Jesús es “el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Es “la resurrección y la vida” (11:25). Leemos que “no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Ese mismo Jesús desea ser nuestro mejor Amigo. ¿Responderemos a su llamado? [MM]