Las obras de sus manos: La activa farmacia humana | El Mundo de Mañana

Las obras de sus manos: La activa farmacia humana

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La vida de todo ser humano depende de una delicada y compleja danza, realizada por una incomprensible variedad de sustancias y procesos químicos que no están por casualidad.

Mientras usted comienza a leer este artículo, su cuerpo y su cerebro están cumpliendo un sinfín de procesos químicos. El organismo contiene multitud de células que experimentan reacciones químicas cada segundo. El número de células en el cuerpo humano se estima en más de 30 billones [trillones en EUA]; si cada célula sufriera en promedio una sola reacción química por segundo, aun así habría más de 30 billones de reacciones químicas cada segundo. Imaginar esa cantidad de reacciones en un aula de química, por no decir en un cuerpo humano, es como para darle un paro cardíaco al profesor.

Ahora mismo, en todo nuestro cerebro aparecen nuevos neuropéptidos como de la nada, un ejército de factores inmunológicos que responden al constante asedio de patógenos ambientales; los ácidos estomacales descomponen las galletas saladas acabadas de ingerir, y moléculas mensajeras llamadas hormonas se unen a sitios receptores en todo el cuerpo. El organismo también está diagnosticando y tratando males físicos, aun antes de que sean detectables por los profesionales en medicina. No hay otra manera de decirlo: somos nada menos que una activa farmacia humana.

¿Cuántas sustancias químicas?

Las farmacéuticas que edifican los seres humanos son increíblemente complejas. No puede ser de otra manera, dada la tremenda complejidad de diagnósticos, tratamientos y clasificación de las decenas de miles de trastornos tratables en la salud. La Clasificación Internacional de Enfermedades, es un sistema que comprende hasta la fecha más de 70.000 códigos para diferentes diagnósticos (ICD.codes, 29 de octubre del 2015).

El sistema se complica más por la multitud de tratamientos coincidentes, y de posibles interacciones entre las drogas. Los médicos y farmaceutas deben adquirir programas de actualización constantes, para mantenerse al día con las aplicaciones, precauciones, interacciones y administración de un mar de medicamentos y agentes farmacéuticos. La administración de tan vasto sistema requiere de mucha inteligencia humana, y de mucha planificación y diseño.

Y más impresionante aun, dada su complejidad, es la orquestación que hace nuestro cuerpo de su propia actividad química. Como un laboratorio de manufactura farmacéutica, unido a un cuerpo médico y una farmacia, nuestro cuerpo cumple todas estas funciones y más. Elige y distribuye las sustancias que se dirigen a las células precisas, en el momento preciso, y en las cantidades precisas. La idea de que un proceso de evolución al azar produjera semejante sinfonía química es un disparate.

Harmonía de hormonas

Son muchas las vitales sustancias químicas que componen la farmacia interna de nuestro cuerpo. Entre ellas están las poderosas sustancias bioquímicas, llamadas hormonas, adecuadas con decenas de miles de receptores en diversas células específicas. Las hormonas se producen en ocho glándulas principales, con una glándula maestra en el hipotálamo, y unos tejidos semejantes al glandular, como son los intestinos y el corazón (HopkinsMedicine.org). Las hormonas llevan mensajes por todo el cuerpo, como hace el sistema nervioso. Pero este último se vale de impulsos eléctricos que viajan por los nervios, mientas que las hormonas son sustancias que se liberan al torrente sanguíneo en cantidades diminutas. Es tal su potencia, que una concentración mediana sería una parte de hormona por un billón de partes de sangre. Como comparación, esto sería como una gota de colorante azul en 45,5 millones de litros de agua.

Durante toda la vida, nuestro cuerpo trabaja por mantener un equilibrio crítico, algo así como andar en una cuerda floja. Si hay demasiada cantidad de una hormona, la persona empieza a morir; si hay muy poca de otra, empieza a debilitarse y enfermar. ¿Demasiado estrógeno? Cáncer o síndrome de ovario poliquístico. ¿Muy poca testosterona? Debilitamiento del corazón y del sistema inmunológico. ¿Demasiada hormona tiroidea? Hipertiroidismo. ¿Muy poca hormona tiroidea? Hipotiroidismo. La lista es interminable para la insulina, el glucagón, la adrenalina, el cortisol, etc. Las interacciones entre las hormonas son como capas superpuestas en un sistema de controles, y tienen múltiples ciclos de retroalimentación negativa y positiva, como los termostatos en un sistema de aire acondicionado. Además, las glándulas endocrinas no se limitan a funcionar en una red interdependiente, sino que otros sistemas, como el nervioso, el cardiovascular y el inmunológico, también actúan en concordancia con el sistema endocrino dentro de una armonía perfecta.

Complejidad irreducible

¿Abrumador? ¡Lo mismo les pasa a los evolucionistas! Los acertijos en el mundo de las hormonas humanas son muchos, y difíciles para los teóricos de le evolución. Por ejemplo, la cascada de hormonas en una mujer encinta, está cronometrada a la perfección para asegurar el desarrollo de un feto humano en el vientre materno. Sin embargo, sin los controles inmunológicos que protegen al niño en desarrollo, contra el sistema inmunológico de su propia madre, toda esa complejidad resultaría inútil, ya que el sistema inmunológico materno atacaría lo que consideraría como materia extraña, y ningún feto llegaría a ver la luz del día. ¿Cómo pudieron evolucionar al azar estos dos sistemas complejos, de modo que impidieran la extinción del género humano?

Igualmente desconcertantes son las diferencias necesarias entre los sexos, inducidas por las hormonas. Las hormonas sexuales, como el estrógeno, la prolactina y la testosterona; producen cambios estructurales y funcionales, pero no todas las diferencias tienen que ver únicamente con la reproducción. Por ejemplo, las hormonas inducen cambios permanentes, o fugaces, en la estructura y función del cerebro (The Linacre Quarterly, 2016, vol. 83, 3, págs. 308-329). ¿Por qué esas diferencias físicas tan claras, entre hombres y mujeres, si son, al parecer, innecesarias para la supervivencia?

Los evolucionistas vacilan al querer explicar las vías y mecanismos por los que pudo evolucionar el sistema endocrino. Los textos de biología y zoología han recibido críticas por su empleo excesivo de “tres palabras que constantemente aparecen en todas partes en las publicaciones evolucionistas, y que no explican nada; estas son: ‘con el tiempo’. Los darwinistas suelen referirse a porciones enormes de ‘tiempo’, para pasar por alto los problemas macroevolutivos, pero esto no es evidencia en favor de la evolución” (Frank Sherwin, Acts & Facts, 2013, vol. 42, 9, pág. 15).

En los escritos de los evolucionistas también hallamos razonamientos como el círculo vicioso. Se recurre a débiles teorizaciones para pretender explicar cambios morfológicos, según el volumen de hormonas del crecimiento en las especies descendientes. Ante la imposibilidad estadística registrada, se ofrecen explicaciones esperanzadas liberalmente salpicadas con palabras como “explosión” (O.C. Wallis y M. Wallis, General and Comparative Endocrinology, 2001, vol. 123, 1, págs. 62-72).

Colaboración para el bien

La Biblia tiene respuestas, que van más allá de atribuir la complejidad biológica a la simple magia de un tiempo impensado, y una naturaleza despojada de toda pasión. La impresionante química viviente de las hormonas humanas es una de las hermosas sinfonías de la creación, que hacen gala de un diseño perfecto. Dios fue quien creó al hombre, a la mujer, y todas las hormonas y la genética que determinan el ser hombre o mujer (Génesis 1:27).

No existe ninguna realidad, en la cual el diseño de los seres humanos pueda descartarse como un simple accidente afortunado, debido a fuerzas naturales ciegas y sin coordinación. Cada uno de nosotros refleja en su ser la mano de un Diseñador Divino, decidido y pensante, de impresionante inteligencia y que obviamente nos creó para algo. Tras un período de caos y tinieblas, “dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). A su imagen, ¿por qué? El apóstol Juan escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro” (1 Juan 3:2-3).

Nuestras hormonas, sexo, genética y futuro no vienen a ser el resultado de la casualidad, ni de algo ocurrido al azar. Aunque ahora somos seres hormonales, tenemos la oportunidad de convertirnos en hijos inmortales de Dios. Para saber más sobre su increíble potencial humano, le invitamos a estudiar nuestro folleto gratuito: El misterio del destino humano. Puede solicitarlo enviándonos un correo a: [email protected], también puede leerlo en línea ingresando a nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org. [MM]