Para hacer una búsqueda avanzada (buscar términos específicos), escriba juntamente los criterios de interés como se muestra en los siguientes ejemplos:
¿Alguna vez nos habremos creído menos inteligentes que los demás? ¿Los compañeros de colegio tal vez nos decían: “bobo” o “tonto”? ¿Cómo nos afectó la confianza en la capacidad de aprender, o de ser considerados buenos estudiantes? ¿Han persistido esos sentimientos hasta en la edad adulta?
Conozco a alguien que tuvo que repetir el primer año de primaria, y por el resto de su trayectoria escolar llevó el estigma de ser académicamente lento. Es cierto que tenía dificultad con las lecciones basadas en lectura y escritura, pero de ninguna manera era tonto. Poseía capacidades artísticas superiores al común, y sigue siendo una de las personas más creativas que conozco. También era un deportista excelente, que llegó a ser un jugador ofensivo estrella en el fútbol americano, y uno de los corredores más veloces en las competencias de pista.
Quizá conozcamos a alguien así, o tal vez esta historia se parezca a la nuestra. Muchas personas, por no sobresalir en ciertas materias escolares, quedan tildadas de tontas o lentas, y se consideran inferiores a otros estudiantes supuestamente mejores.
Pero, ¿acaso son tontas? ¿O inferiores?
¿O será que los sistemas educativos tradicionales están muy centrados en la lectura, la escritura y las matemáticas? ¿Y si el estudiante tiene habilidades naturales que no lo inclinan al éxito en esas materias? ¿Quién, y qué es realmente ser tonto? Las Escrituras nos dicen: “el Eterno da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:6); pero quizá no se la ha dado a cada uno según los tipos que esperaban los maestros.
La doctora Kathy Koch, educadora, autora y conferencista motivacional, considera que todo el mundo es inteligente. Y enseña que necesitamos entender inteligencia de otra manera. Lo siguiente es un fragmento de su libro titulado: 8 tipos de inteligencia: descubre y fomenta la inteligencia de tu hijo: “Cuando fui maestra del segundo año de primaria, me dolía ver que unos niños ya se clasificaban a sí mismos como: ‘despiertos’ o ‘no despiertos’. Sus padres también los clasificaban, y de allí seguramente aprendieron los hijos. Me habría encantado tener el lenguaje de las inteligencias… Habría dado un enfoque muy diferente a sus relaciones, su rendimiento académico, el año que pasamos juntos y el futuro de ellos” (2016, págs. 16-17).
Como señala la doctora Koch, una consecuencia trágica de ser tildado como tonto, es que la persona misma crea ese mote, y se subestime en aspectos importantes. Aun en la edad adulta puede seguir sintiéndose inferior, porque en el colegio recibía el mensaje de que no daba la talla académicamente… pese a que el mensaje se basaba en un sistema propenso a premiar a quienes sobresalen según un conjunto de criterios limitados, que suelen referirse a las habilidades lingüísticas y matemáticas.
Aunque estas aptitudes son importantes, son únicamente dos de los ocho tipos de inteligencia que todos poseemos, según piensan la doctora Koch y muchos más. Quien descubre y desarrolla los otros seis puede descubrir por sí mismo que no es tonto, pese a que no le haya ido bien en ciertas materias escolares.
La teoría de las inteligencias múltiples se atribuye al doctor Howard Gardner, profesor de educación en la Universidad de Harvard. En 1983, escribió el libro: Inteligencias múltiples, en el cual explica los diferentes tipos de inteligencia y lo que significan. Más tarde, Thomas Armstrong, doctor en educación, simplificó los tipos originales para hacerlos más comprensibles. Los presentamos a continuación con una breve explicación de cada uno:
Inteligencia lingüística: Es razonar con palabras y disfrutar empleándolas para leer, escribir, contar cuentos, entretener o instruir.
Inteligencia lógica: Demuestra la capacidad de razonar, categorizar y entender las relaciones de causa y efecto. Hay una inclinación natural hacia las matemáticas, las ciencias, la estadística, los acertijos y hacer preguntas.
Inteligencia visual: Pensar visualmente y disfrutar creando arte, diseñando, haciendo obras manuales, fotografiando y haciendo juguetes que gravitan hacia esta inteligencia.
Inteligencia musical: Esta es la inteligencia de quienes piensan en términos de ritmos y melodías, con habilidad para la música y el canto o con oído musical.
Inteligencia corporal: Es poder controlar los movimientos del cuerpo en actividades físicas como los deportes y el baile, pero también la costura o la carpintería.
Inteligencia naturalista: Atracción por el aire libre, mucho interés por los animales, las plantas, las piedras, las estrellas, el campismo, las excursiones y otras facetas de la naturaleza.
Inteligencia interpersonal: Capacidad de discernir y responder a los estados de ánimo, intenciones y deseos de otros. Gusto por conocer a los demás y trabajar con ellos, y muchas veces ser buenos líderes.
Inteligencia intrapersonal: Gusto por reflexionar y tener por naturaleza buena comprensión de sí mismos. Suelen ser personas que se sienten a gusto estando solas; son independientes y disciplinadas y se orientan hacia objetivos.
Al ampliar nuestro concepto de lo que significa ser inteligente, resulta más fácil comprender que no es cuestión de ser despierto o tonto. Lo que habría que preguntar es: ¿En qué soy inteligente? Entonces, sabiendo en qué somos inteligentes, podemos aprovechar esos puntos fuertes para alcanzar el éxito.
Si observamos al mundo, veremos que está lleno de personas de éxito, que sobresalen en diversas habilidades que no se premian en el aula escolar tradicional. Algunos que han hecho aportes importantes a la sociedad, como Thomas Edison y Albert Einstein, tuvieron dificultades con ciertas materias escolares, pero prosperaron visiblemente cuando encontraron la oportunidad de desarrollar plenamente otros aspectos de su intelecto.
La investigación del doctor Gardner estableció el hecho de que todos nacemos con el potencial para desarrollar los ocho tipos de inteligencia, y que cada tipo definido de inteligencia se desarrollará según las oportunidades que se tengan de aplicarlo. ¿Cómo identificar nuestras inteligencias y buscar oportunidades para desarrollarlas? Este es un paso invaluable que debe darse en la edad escolar, pero nunca es tarde para descubrir nuestras inteligencias y enriquecer nuestra vida.
Primero, observemos qué es lo que naturalmente nos gusta hacer. ¿Gusto por la lectura? En ese caso, probablemente tenemos inteligencia lingüística, pero también se puede tener inteligencia lógica, si son lecturas inclinadas hacia la ficción detectivesca o novelas policíacas. ¿Nos gusta andar en monopatín o esquiar? Esto puede indicar, aunque no seamos asignados a la posición titular en un equipo de baloncesto, que tenemos inteligencia corporal, y que podemos buscar el éxito aprovechando esa aptitud.
Luego, busquemos oportunidades de perfeccionar las habilidades que ya tenemos, a la vez que nos animemos a probar actividades que impliquen desarrollar otras capacidades menos naturales en nosotros. Por ejemplo, si tenemos muy poca inteligencia musical, aprovechemos otras inteligencias para hallar formas de desarrollar esta; quizás estudiando historia de la música o incluso aprendiendo a tocar un instrumento. Al hacerlo, no solamente adquiriremos nuevas destrezas, sino que aumentará nuestra confianza para atacar estos campos, sin el lastre de temer que somos tontos e incapaces de aprender.
Todos tenemos aptitudes y capacidades que Dios nos ha dado, y que debemos desarrollar conforme a las oportunidades que tengamos. Así lo explicó Jesucristo en la parábola de los talentos, quienes se esforzaron con lo que recibieron, obtuvieron buenos resultados (Mateo 25:14-30). Aunque aún no hayamos identificado qué inteligencias tenemos, podemos estar seguros de que están allí, esperando ser descubiertas. Cuando las encontremos, y nos propongamos desarrollarlas, viviremos personalmente la experiencia de saber que no somos retardados mentales. [MM]