Tres profecías que cambiarán nuestra vida | El Mundo de Mañana

Tres profecías que cambiarán nuestra vida

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Mientras observamos cómo se cumplen las profecías escritas hace miles de años, las páginas de la Biblia revelan lo que está por venir.

Estados Unidos se encuentra dividido entre los jubilosos y los abatidos. Los republicanos que siguen la consigna de. “Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”, confían en que su héroe corregirá el estado desastroso de su país (y del mundo) que, según creen, fue por culpa o al menos fomentado, por la presidencia anterior. Mientras tanto, muchos que se opusieron a la elección del señor Trump, se sintieron desconsolados por su victoria; algunos hasta el punto de acudir a la terapia. En las redes sociales hubo quienes aconsejaron a las mujeres afeitarse la cabeza y separarse del esposo o del novio. También hubo mucha demanda de animales de apoyo emocional

¿Qué se espera del futuro para Estados Unidos y del mundo a la luz de todo esto? ¿Veremos, como piensan muchos, que en los próximos años llega la paz en el Oriente Medio, que la inflación se reduce y que Estados Unidos recobra su grandeza anterior? O, ¿como temen otros, caerá el país en una dictadura fascista? ¿Habrá otra manera de saberlo, aparte de esperar a ver qué pasa? El Mundo de Mañana no puede responder a todas las preguntas sobre el futuro, pero, sí podemos responder a algunas buscando en las páginas de la Biblia.

Lamentablemente, muchos se desconectan tan pronto oyen la palabra Biblia, o Dios. ¿Acaso la Biblia no se presta para comprobar cualquier cosa? Y después de Darwin, ¿quién cree en Dios?

Actitudes como estas son miopes y aun peligrosas. Quienes jamás han leído la Biblia, ni han investigado su relación con la historia, no tienen ni idea de lo acertados que son sus pronunciamientos para el futuro. No toda la profecía bíblica es fácil de entender, pero lo que sí se entiende no debe despreciarse. En este artículo explicaremos tres profecías fáciles de entender. Dos se están cumpliendo ahora mismo, y debemos estar atentos a la tercera, ya que con toda seguridad se cumplirá… y casi seguramente en vida de la mayor parte de nuestros lectores.

No habrá paz en el Oriente Medio

Mientras escribo estas líneas, la agitación en el Oriente Medio continúa. El señor Richard Ames, ya fallecido, quien fue durante decenios el director editorial de esta revista, así como presentador de televisión de El Mundo de Mañana, escribió: “ El Oriente Medio ha estado sumido en el caos durante decenios, y muchos entre quienes siguen las noticias del mundo se preguntan qué ocurrirá a continuación. Sin embargo, muy pocos se dan cuenta de que la profecía bíblica explica de antemano los acontecimientos trascendentales que conducirán a un aumento de los conflictos y a mayores desastres en la región, y que finalmente conducirán a la Tercera Guerra Mundial y luego al regreso de Jesucristo” (El Oriente Medio en profecía, pág. 1). Efectivamente, lo que ocurra en el Oriente Medio nos afectará a todos y a nuestros seres queridos.

En su primer período presidencial, Trump pudo hacer algo que se creía imposible; parecía que vendría la paz en el Oriente Medio con la firma de una serie de convenios, conocidos como los Acuerdos de Abraham, que buscaban normalizar las relaciones entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos; y con la perspectiva de que se sumaran otros estados árabes. El proceso continuó durante la presidencia de Biden, y parecía que Arabia Saudita e Israel estaban en el camino de normalización de sus relaciones. Pero entonces vino el ataque terrorista del 7 de octubre del 2023 contra Israel por Hamás, y esto sumió al Oriente Medio en otro conflicto.

Este segundo período de Trump traerá cambios de rumbo importantes en lo que respecta a Israel y sus enemigos. Muchos han renovado sus esperanzas de que se logre algún avance en la paz. Pero queda la pregunta: ¿Podrá el nuevo presidente de Estados Unidos traer paz duradera a esa región? La respuesta es no… según la profecía bíblica. Por medio del profeta Zacarías, Dios advierte que será todo lo contrario a la paz, y predice el estado de la región en nuestros días: “He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la Tierra se juntarán contra ella” (Zacarías 12:2-3).

Estos dos versículos dicen mucho. Dicen que Judá, es decir, los judíos, había de controlar Jerusalén. Pasarían muchos cientos de años sin que se cumpliera esta profecía. Los romanos, hastiados de los judíos, los expulsaron de Jerusalén en el año 135 d.C. Desde entonces hasta 1948 no hubo un Estado judío, y aun después no controlaron toda Jerusalén hasta la guerra de los Seis Días en 1967.

Los mismos versículos nos dicen también que Jerusalén será “copa que hará temblar” y “piedra pesada a todos los pueblos”. Cuando Zacarías escribió esas palabras, el judaísmo era la única religión que reclamaba Jerusalén. Pasarían 500 años antes del advenimiento del cristianismo, y otros 600 años más hasta que apareciera el Islam, y esta tensión religiosa es lo que convierte a la ciudad en una piedra pesada. Durante la Edad Media, los cruzados de la Iglesia Católica, provenientes de Europa, quisieron liberar la ciudad del control islámico. Más recientemente, judíos y árabes han batallado por la ciudad. Sí, es una piedra muy pesada, y todos los que intenten cargarla terminan aplastados por ella.

Otro detalle asombroso de esos versículos es que Jerusalén estaría rodeada de enemigos, y “que todas las naciones de la Tierra se juntarán contra ella”, resentidas por el control judío sobre la ciudad. Ahora vemos un aumento impresionante del antisemitismo en toda Europa, Rusia, los Estados Unidos y las naciones descendientes de los británicos.

Zacarías no se detiene allí. Dios se vale del profeta para darnos otro dato notable, que el estado de Israel en el tiempo del fin contará con una gran fuerza militar: “En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre leña, y como antorcha ardiendo entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos alrededor; y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalén” (Zacarías 12:6).

Zacarías lo predijo hace 2.500 años, pero hay una profecía aún más antigua que predice lo mismo.

El patriarca Jacob, cuyo nombre se cambió a Israel, tuvo doce hijos. Hacia el final de su vida predijo qué sería de los descendientes de cada hijo, al irse convirtiendo en tribus y naciones… no en aquella era, sino más de 3.700 años en el futuro. La profecía de Jacob comienza así: “Reuníos, que voy a anunciaros lo que os sucederá a lo último de los días” (Génesis 49:1, Nácar Colunga). ¿Acaso estas profecías fueron producto de un anciano con demencia senil? O, ¿fueron inspiradas por Dios? Juzguemos con criterio. Leamos lo que predijo Jacob acerca de Judá, padre de los judíos, para los últimos días: “Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará?” (Génesis 49:8-9).

¿No es esto precisamente lo que estamos viendo? Al león lo han despertado una y otra vez. Cuando los terroristas de Hamás atacaron salvajemente a Israel en octubre del 2023, hirieron al león en el ojo… y el precio que han pagado es oneroso: Israel, de hecho, ha decapitado tanto a Hamás como a Hezbolá.

A continuación, veremos otra profecía sobre los judíos en el libro de Isaías, Está dirigida a “Ariel”, y si bien hay controversia sobre el significado de ese nombre, prácticamente todos los estudiosos concuerdan en que es una profecía sobre la casa de Judá y Jerusalén. Su primer cumplimiento fue en tiempos del rey asirio Senaquerib, pero es claro que habrá también un cumplimiento en el tiempo del fin. Notemos que los enemigos de los judíos prevén la victoria, pero al despertarse comprenderán que eso no fue más que un sueño, una ilusión:

“La multitud de todas las naciones que pelean contra Ariel, y todos los que pelean contra ella y su fortaleza, y los que la ponen en apretura. Y les sucederá como el que tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando despierta, su estómago está vacío; o como el que tiene sed y sueña, y le parece que bebe, pero cuando despierta, se halla cansado y sediento; así será la multitud de todas las naciones que pelearán contra el monte de Sion” (Isaías 29:7-8).

No obstante, llegará un momento “cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos” (Lucas 21:20). El Estado judío será derrocado, y el Mesías, conocido como Jesucristo, tendrá que regresar a salvar a los judíos. Zacarías describe a todas las naciones reunidas contra la diminuta Israel:

“Reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente” (Zacarías 14:2-4).

No habrá paz en esa parte del mundo, sea quien sea el presidente de los Estados Unidos. Quizá haya una exuberancia pasajera por lo que parece ser paz, pero no durará. El apóstol Pablo así lo advirtió: “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:3). El contexto nos dice que esto se refiere al tiempo del fin.

Sacrificios diarios en Jerusalén

Hemos visto profecías fáciles de comprender acerca de los judíos y Jerusalén, que se pronunciaron hace 2.000 y aun 3.700 años y se están cumpliendo ahora mismo, para el que tenga ojos para ver… aunque no podemos saber el momento exacto del cumplimiento de la mayor parte de las profecías bíblicas. Pero permítanme explicar una profecía que falta por cumplirse en el momento en que escribo este artículo. Es la que podría comenzar en cualquier momento, y no pensamos que sea muy lejana. Aunque no podemos fijarle fecha, una parte de esa profecía dará comienzo a la cuenta regresiva hasta el regreso de Jesucristo. La leemos en Daniel 12.

Daniel quiso saber cuándo vendría el fin y se le dijo que las visiones estaban selladas hasta el tiempo del fin (Daniel 12). Este será “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces” (v. 1). Será una época de cautiverios masivos y con un notorio aumento del conocimiento (v. 4). Es claro que el contexto es el tiempo de la intervención divina al final de la era (vs. 1-4).

Aunque el profeta quería saber cuándo ocurrirían todas estas cosas, Dios le dijo que las profecías consignadas estarían selladas hasta el tiempo del fin. Reveló, sin embargo, una señal a la cual habría que estar atentos y que daría comienzo a una cuenta regresiva hasta el fin: “Desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio [y sea puesta] la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días” (Daniel 12:11).

La abominación desoladora tuvo un primer cumplimiento en tiempos del rey Antíoco Epífanes en el año 167 a.C., cuando ofreció sangre de cerdo en el altar del templo de Jerusalén. Más adelante ocurrió otra abominación, cuando los ejércitos del general romano Tito destruyeron Jerusalén y el templo en el año 70 d.C. Y habrá también una abominación desoladora final que vendrá en el tiempo del fin. Jesús habló de ella en lo que llamamos la profecía del monte de los Olivos:

“Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de la que habló el profeta Daniel—el que lee, entienda—, entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Pero ¡ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado” (Mateo 24:15-20, RV 1995).

Los dos versículos siguientes apuntan al tiempo de la profecía, el fin de la era, que culmina con el regreso de Jesucristo: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (vs. 21-22).

No se han ofrecido sacrificios diarios en Jerusalén en casi 2.000 años. La implicación clara es que primero tienen que comenzar esos sacrificios. Estemos atentos a que los judíos reanuden los sacrificios diarios. Podemos saber que cuando eso ocurra, lo demás no tardará. La suspensión de los sacrificios dará comienzo a una cuenta regresiva que terminará con el regreso de Jesucristo (Daniel 12:11).

Cristianismo falso

Veamos otra profecía que se está cumpliendo ahora mismo, una que salta a la vista si se tienen ojos para ver. Juan fue el último que murió de los apóstoles originales de Jesucristo. Era un problema tan grande para las autoridades que, incluso estando en edad muy avanzada, lo deportaron a la isla de Patmos, una colonia penal en el Sur del mar Egeo. Allí, Dios le envió visiones que exponían una cronología de los sucesos del tiempo del fin.

Esa cronología se reveló en un rollo que tenía siete sellos, los cuales solamente podía abrir Jesucristo, el Cordero de Dios, (Apocalipsis 5:3-9). Cuando el Cordero abre los primeros cuatro sellos, encontramos a los famosos cuatro jinetes del Apocalipsis. Muchas personas han oído de estos jinetes, y muchos hablan de ellos, pero pocos pueden decirnos lo que representan.

A medida que se abren los sellos, vemos en primer lugar un caballo blanco, y montado un jinete con un arco, que “salió venciendo, y para vencer” (Apocalipsis 6:1-2). Enseguida vemos un jinete sobre un caballo bermejo [rojizo], armado de “una gran espada”, y dispuesto a “quitar de la Tierra la paz” (vs. 3-4). Cuando se abre el tercer sello, vemos a un hombre que cabalga sobre un caballo negro y “tenía una balanza en la mano” con la que pesaba el trigo y la cebada (vs. 5-6). El cuarto jinete, montado en un caballo amarillo, “tenía por nombre Muerte, y el hades le seguía” (vs. 7-8). El jinete del caballo bermejo simboliza la guerra, el del caballo negro simboliza el hambre y el jinete del caballo amarillo simboliza las plagas… pero, ¿qué simboliza el jinete del caballo blanco?

Los comentarios bíblicos suelen identificar a este primer caballo, y a su jinete como Jesucristo, o sus seguidores difundiendo el evangelio. Cometen el error porque en Apocalipsis 19 figura un caballo blanco que lleva montado al “Rey de reyes y Señor de señores”, en una referencia clara a Jesucristo (vs. 11, 16). Pero una lectura atenta revela diferencias importantes entre los dos jinetes. Uno lleva un arco y el otro una espada. Es importante, pero, ¿qué significa? Como vimos en el capítulo 5, Jesucristo es el único que puede abrir los sellos, y cuando buscamos las palabras que habló en otras partes de la Biblia, encontramos la respuesta.

En su última visita a Jerusalén, Jesús y sus discípulos estuvieron en el templo, y al salir de aquel magnífico conjunto, se maravillaron de su grandeza y hermosura. Entonces Jesús, para enorme sorpresa de todos, habló de lo que le ocurriría en el futuro: “¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mateo 24:2). Como es natural, los discípulos querían saber cuándo ocurriría tan terrible suceso, y querían saber cuándo sería el fin de la era. “Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (v. 3).

La primera de las señales que Jesús reveló debe causar una sacudida a quienes se declaran cristianos. Lamentablemente, la mayoría de ellos leen lo que dijo pensando que no se aplica a ellos: “Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (vs. 4-5). Venir en el nombre de Cristo es venir como su representante. Cuando la policía toca a la puerta y dice: “Abran en nombre de la ley”, está diciendo que representa la ley y viene con la autoridad de la ley. Jesús dijo que muchos vendrían en su nombre, diciendo que lo representan, diciendo que Jesús es el Cristo, y haciendo esto engañarían, no a pocos sino a muchos.

En seguida, Jesús expuso las señales reveladoras de guerras, hambre y plagas (vs. 6-7), precisamente lo que corresponde a los jinetes segundo, tercero y cuarto del Apocalipsis. Si dejamos que Jesús abra los sellos, vemos claramente que el primer jinete no lo representa a Él, sino a un cristianismo falso y engañoso.

El cristianismo apóstata no es nada nuevo. Tampoco lo son las guerras, el hambre, las plagas ni los terremotos; y de allí la advertencia de Jesús a sus discípulos: “Cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente” (Lucas 21:9). Jesús aclara el significado y el orden de los cuatro jinetes, pero luego el libro del Apocalipsis habla de estos azotes como algo mucho más grave de lo que haya visto la humanidad hasta entonces.

La Biblia advierte que vendrá un gran profeta falso, que aparecerá pronto y, con Satanás actuando en él, engañará a todo el mundo llamado cristiano con señales, prodigios, entusiasmo y emociones irracionales. Veamos este pasaje en el Apocalipsis: “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón… También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del Cielo a la Tierra delante de los hombres” (13:11, 13).

Hemos visto en la profecía bíblica que no habrá paz en el Oriente Medio hasta que intervenga Jesucristo. Vemos profecías dadas hace 2.500 y 3.700 años que están cobrando vida en este mismo momento. Los judíos tienen un Estado judío y poseen Jerusalén, están rodeados de un mundo hostil y detentan un poder militar como de león con la mano en la cerviz de sus enemigos. Estas profecías, dadas hace mucho tiempo, están cumpliéndose ahora mismo, y las puede comprender quien tenga ojos para ver. La misma fuente de esas profecías, la Biblia, nos dice que se reanudarán en Jerusalén los sacrificios, hasta que una potencia extranjera los suspenda. Y el propio Jesús nos da más de una advertencia acerca de un cristianismo falso y engañoso.

Estas son profecías con las que podemos contar. Los presidentes van y vienen, ¡pero la Palabra del Dios todopoderoso permanecerá para siempre! [MM]