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¿Nos habremos sentido alguna vez atrapados por la expansión urbana? ¿Preferiríamos vivir en la pacífica tranquilidad de un paisaje panorámico de belleza natural, sin el estruendo, el rugido y el ruido del tráfico? Imaginamos, tal vez, en un lago alimentado por glaciares, al pie de montañas cubiertas de nieve, y en un aire fresco y puro que nos llena los pulmones.
¿Podríamos sacar un pescado fresco en las orillas de un arroyo, y sería nuestra deliciosa cena al final de un día al aire libre? Posiblemente a la mayoría de nosotros nos encantaría pasar tiempo en ese entorno. Existe un vacío persistente en la mayoría de las personas, que se puede llenar aunque sea temporalmente, pasando algún tiempo en una parte de la creación intacta de Dios.
Hace más de dos siglos, cuando los colonos en Estados Unidos comenzaron a avanzar decididos hacia el Oeste, podían prever que la belleza de la naturaleza en algunos de los lugares más espectaculares de la Tierra, pronto se vería arruinada por los asentamientos o el desarrollo comercial. Personas con visión del futuro presionaron a los estados y al gobierno federal para que reservaran algunas de esas regiones prístinas para la posteridad. En 1864, esta presión impulsó al Congreso y al presidente Abraham Lincoln a poner la zona del valle de Yosemite bajo la protección de California.
Con el tiempo, el Sistema de parques nacionales de los Estados Unidos recibió autorización para preservar estas hermosas regiones, que ahora son tesoros en el país. En 1872, Yellowstone fue el primero en ser declarado parque nacional. En 1916, se creó el Servicio de parques nacionales, con autoridad para guiar el uso y desarrollo de las propiedades del Sistema de Parques Nacionales.
Después fueron agregadas muchas regiones impresionantes, pintorescas y únicas; joyas del patrimonio nacional, de las cuales han disfrutado generaciones de estadounidenses y millones de visitantes internacionales.
La humanidad comenzó su existencia en un lugar increíblemente bello y próspero. Era un jardín llamado Edén, plantado por el Creador para los primeros seres humanos. Ya conocemos la historia. Bajo la influencia de un ser maligno que conocemos como Satanás, Adán y Eva rechazaron las claras instrucciones de Dios, y fueron expulsados del Edén.
Desde entonces, la humanidad ha destruido una y otra vez partes de la Tierra que alguna vez fueron hermosas. Las prácticas agrícolas que degradan el suelo, la deforestación, la contaminación del medio ambiente, y el desarrollo excesivo han afectado el paisaje, y han llevado la ruina a vastas regiones de la Tierra.
Aunque los estadounidenses deben estar muy agradecidos por la visión y la fortaleza de quienes han preservado las hermosas regiones de los parques nacionales, para su disfrute e inspiración, gran parte de la humanidad no tiene acceso a ellas. Pero esto no siempre será así. Vienen “de la presencia del Señor tiempos de refrigerio… los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:19-21).
Los profetas de la antigüedad hablaron con frecuencia de esta maravillosa transformación de las zonas desoladas, que comenzará con el regreso del Mesías. Isaías tiene mucho que decir al respecto. Leemos: “Aguas brotarán en el desierto y arroyos en la planicie. Habrá estanques en lugares desiertos, manantiales de agua entre los sequedales; en las guaridas de los chacales crecerán la hierba, la caña y los juncos” (Isaías 35:6-7).
Isaías también predice un gran cambio del entorno en el que vive la humanidad:
“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la Tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).
Aunque vemos que grandes regiones de la Tierra están devastadas por la guerra, el mal uso y la explotación; podemos tener esperanza, y aguardar con ansias la restauración de las condiciones semejantes al Edén reveladas en las Escrituras. Para obtener más información, les invitamos a leer nuestro folleto: El maravilloso mundo de mañana: ¿Cómo será? Puede descargarse desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org o solicitar un ejemplar gratuito. [MM]