¿Qué necesita el mundo de Estado Unidos? | El Mundo de Mañana

¿Qué necesita el mundo de Estado Unidos?

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Cualesquiera que sean los deseos de los estadounidenses para su nuevo gobierno, ¿qué espera el mundo de los Estados Unidos?

El 20 de enero del 2025, el país más poderoso del mundo quedó bajo un nuevo liderazgo, cuando por segunda vez, Donald J. Trump fue investido presidente de los Estados Unidos de América.

Este nuevo liderazgo lleva consigo las esperanzas y los sueños de los millones de personas que votaron por él. Muchos han llegado a la conclusión de que la cantidad de personas que acudieron a votar por Trump equivale a darle un mandato, aunque la forma y los detalles de ese mandato sean dudosos. Indudablemente, la mayoría desea ver la economía en un mejor estado. Por mucho que se hable de indicadores económicos positivos, los estadounidenses encuentran que esos indicadores no les llenan los bolsillos ni les pagan las cuentas. Muchos desean ver un control más rígido en la frontera, preocupados por lo que ven como una oleada de inmigrantes ilegales, quienes consumen recursos económicos que podrían dedicarse a satisfacer sus propias necesidades. A otros les inquieta ver en las escuelas la implantación de las nuevas teorías sobre el racismo, contentos de vivir y dejar vivir, pero no con ideologías impuestas o, más específicamente, impuestas en la mente de sus hijos.

La afirmación más acertada que se puede hacer sobre las elecciones de noviembre en Estados Unidos es que los estadounidenses optaron por algo diferente. Sin duda, será muy interesante observar las semanas y meses que vienen.

Los estadounidenses no serán los únicos observadores. El impacto del cambio de gobierno se extenderá más allá de la vida de sus propios ciudadanos. Merézcalo o no, Estados Unidos sigue siendo el país más importante del mundo. El poder y autoridad indiscutidos de esa nación en el mundo, promovieron la paz y prosperidad global durante decenios después de la Segunda Guerra Mundial, hasta llegar a alcanzar alturas sin precedentes en la historia humana… si bien esa paz en ocasiones era más apariencia que realidad.

Sea Estados Unidos o no la nación realmente indispensable que fue, su combinación de poder, riqueza e influencia en los asuntos mundiales sigue siendo incomparable con las demás naciones: Si Estados Unidos tiene gripe, el resto del mundo estornuda. Los cambios en Estados Unidos implican cambios para el resto del mundo.

Cualesquiera que sean los deseos de los estadounidenses para su nuevo gobierno, ¿qué desea el resto del mundo? ¿Qué busca de los Estados Unidos el resto del mundo? Y lo que es más importante, ¿qué necesita?

Una mezcla de esperanzas y temores

La respuesta varía según el líder y la nación a la cual se le pregunte. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, seguramente desea que sigan fluyendo dinero y apoyo militar para la guerra. Su contrincante el presidente ruso, Vladimir Putin, espera encontrar un presidente de Estados Unidos que simpatice más con sus intereses, y esté dispuesto a buscar un fin pacífico que le permita quedarse con el territorio ucraniano que ya se ha tomado; a la vez que le hace quedar bien ante su propia nación. En el Oriente Medio, quizá muchos estén esperanzados en el gusto de Trump por los grandes negocios. Aunque causó bastante ira en el mundo árabe cuando trasladó la embajada de Estados Unidos a Jerusalén.

Durante su primera presidencia se firmaron los Acuerdos de Abraham con participación de Israel, Baréin, Marruecos, Sudán y los Emiratos Árabes Unidos. Se trata del convenio de paz más sustancioso en la región desde el establecimiento de Israel en 1948, y hay quienes llegan a especular que el posible apoyo de Arabia Saudita a dicha paz pudo haber contribuido a la decisión de Hamás de lanzar su horrible ataque el 7 de octubre de 2023, con miras a imponer caos en la región y socavar los gestos de paz. Aun así, muchos abrigan la esperanza de que Estados Unidos, bajo el señor Trump, reanude los esfuerzos de su primer gobierno, quizás incluso poniendo fin al conflicto en Gaza.

En el Reino Unido, el primer ministro Keir Starmer en el pasado expresó su gran desprecio por el señor Trump. Si bien Starmer seguramente espera continuar con la relación especial entre el Reino Unido y los Estados Unidos; sin duda espera que Trump lo deje en paz mientras él y sus colegas del partido laborista buscan promulgar normas más parecidas a las que un gobierno de la señora Harris quizás habría traído a los Estados Unidos.

Los líderes de Europa, inquietos por las declaraciones de Trump que preconizan: “Estados Unidos primero”, quizá se pregunten si la fuente de fondos, protección y apoyo que siempre han tenido comenzará a secarse. De ser así, tal vez se vean en la necesidad de llenar el vacío volviendo los ojos hacia el Oriente, no hacia el Occidente, en busca de nuevas alianzas y asociados.

En todo el mundo, las naciones encabezadas por líderes nacionalistas o populistas seguramente esperan que la nueva administración las respalde. El señor Trump ha dicho que el presidente Javier Milei de Argentina, libertario y empeñado en reducir el gobierno, es su presidente favorito, y la influencia de Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional, probablemente será de gran interés para el señor Milei, cuando busque financiar las necesidades de su nación.

En cambio, el presidente Xi Jinping de China, quizá se muestre más cauteloso. Aunque el señor Trump se ha jactado de su buena relación con el líder del segundo país más populoso del mundo, su promesa de volver a las tarifas comerciales punitivas mantendrá a Xi muy interesado en lo que decida hacer Estados Unidos en los próximos cuatro años.

¿Por qué Estados Unidos?

¿Cuáles son las esperanzas y los temores del mundo mientras espera que Estados Unidos decida nuevamente qué tipo de nación realmente es? ¿Policía del mundo? ¿Gigante económico que traerá prosperidad a todos? ¿Nación centrada en sí misma e indiferente de lo que ocurra a quienes están más allá de sus fronteras? Son muchos los cambios que ha prometido la nueva administración, y el mundo se halla a la espera de que se aclaren los nublados del día para ver qué tipo de Estados Unidos emerge.

Pero, ¿por qué Estados Unidos? ¿Cómo es que una sola nación llegó a tener tanta influencia en el mundo? Son preguntas que antes se hacían del Reino Unido, pero que ahora se hacen respecto de su antigua colonia. La respuesta a esas preguntas, la verdadera razón por la cual Estados Unidos ocupa el lugar destacado donde se encuentra, la desconocen del todo los grandes economistas, historiadores y políticos del mundo.

No obstante, la respuesta revela lo que el mundo realmente necesita de Estados Unidos. Revela lo que ese país puede hacer para mejorar fundamentalmente el estado del mundo, elevar la calidad de vida de todos los pueblos, traer paz donde hay conflicto y ofrecer una profunda esperanza a la humanidad cada vez más necesitada de ella.

Lo que ignoran los expertos del mundo, pero que Dios ha revelado a los discípulos de Jesucristo, sus siervos fieles; es que Estados Unidos, junto con las naciones descendientes del pueblo británico, ha recibido abundantes bendiciones sin merecerlas, circunstancias propicias que no crearon, y éxitos que no pueden atribuir a sus propios méritos. ¿Por qué? Porque Dios los ha apartado con un propósito.

Esas naciones son herederas de las bendiciones que Dios prometió al antiguo patriarca Abraham y como parte de las diez tribus perdidas de Israel. Alrededor del año 930 a.C., la nación bíblica de Israel se dividió en dos casas. La casa del Sur, formada principalmente por las tribus de Judá y Benjamín, se convirtieron en la casa de Judá (los judíos), y sus descendientes constituyen el actual pueblo judío y la nación actual de Israel. Las diez tribus del Norte formaron otra casa, que conservó el nombre de Israel, hasta que terminó destruida, cautiva y dispersa entre las naciones, por haber profanado las leyes de Dios; quebrantando el sábado continuamente y adoptando el culto a los ídolos (ver Ezequiel 20).

Israel profanó las leyes de Dios, pero las promesas que había hecho al patriarca Abraham y sus descendientes son incondicionales: Dijo Dios: “Por mí mismo he jurado, dice El Eterno, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del Cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la Tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:16-18).

Aunque Dios aplazó esas bendiciones un tiempo a causa de la desobediencia de Israel y Judá, a su debido tiempo sí las cumplió, dando a su pueblo otra oportunidad de revelarle la inclinación de su corazón: o bien mostrar que agradece a Dios, que seguirá sus caminos y cumplirá sus deseos, o bien, voluntarioso y rebelde, volverse en su contra.

Para quienes no lo hayan estudiado directamente en la Biblia, lo anterior quizá sea difícil de creer. ¡Comprendemos! Pero es la única explicación que concuerda con el auge histórico de esas naciones, y con las promesas proféticas consignadas en la Palabra infalible de Dios. Como siempre, rogamos a nuestros lectores que no lo crean porque lo decimos nosotros, sino que por su cuenta investiguen el tema en la Biblia. Les invitamos a solicitar nuestro esclarecedor folleto titulado: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, o leerlo en línea en nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org . En esta publicación se demuestra sin lugar a dudas la razón por la que Estados Unidos y las naciones británicas llegaron a ser las naciones más poderosas en la historia de la humanidad, a diferencia de lo que nos dicen las clases académicas y políticas.

No se debe a que Estados Unidos sea de alguna manera mejor que las demás naciones, como argumentan los defensores del excepcionalismo estadounidense, ni se debe a la colonización y explotación inmisericorde y opresiva, como aseguran los progresistas. La verdad está en la Biblia ¡y es necesario entenderla y comprobarla por medio de su estudio! Cuando lo hacemos, vemos con claridad cristalina lo que el mundo realmente necesita de Estados Unidos… por mucho que dudemos que esa necesidad será satisfecha.

Voluntad de Dios para Estados Unidos

Para entenderlo mejor, volvamos a los comienzos de la nación de Israel. Dios no cambia (Malaquías 3:6), y su llamamiento y propósito para un pueblo no desaparecen, sino que son irrevocables (Romanos 11:29). ¡El Eterno dice que se encargará de que sus planes lleguen a su culminación! Esto declara en las palabras de Isaías: “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:11).

Su siervo Moisés explicó el propósito que tenía Dios para la antigua Israel:

“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como el Eterno mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está el Eterno nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” (Deuteronomio 4:5-8).

La voluntad de Dios era que la antigua Israel fuera una luz para el mundo, no por sus libertades de palabra ni de religión, y tampoco por su capitalismo de mercado libre, su multiculturalismo ni sus filosofías políticas.

Lo que buscaba el Eterno era una nación que fuera un vivo ejemplo de las bendiciones que llegan al aceptar plenamente al Creador del Universo, así como sus leyes, su guía y su camino de vida; y al recibir el privilegio de que morara entre ellos para convertirlos en su pueblo especial.

¿Ha cumplido Estados Unidos ese propósito?

Hay quienes pensarán que el tío Sam ha cumplido tan elevado propósito en el pasado, y que para cumplirlo nuevamente basta que vuelva a sus antiguos valores. Al fin y al cabo, su dedicación al capitalismo de mercado libre ha elevado el estándar de vida de los ciudadanos, a tal punto que migrantes de todo el mundo buscan por millones cruzar la frontera, y entrar en el país por cualquier medio, legal o ilegal.

Hay naciones en todo el mundo que han querido repetir el éxito económico de los Estados Unidos, con sus propias versiones de capitalismo y mercado libre. Pero al mismo tiempo, el capitalismo a la norteamericana, ha entregado las riendas de la cultura de la nación a las bajas pasiones del consumidor, y a la explotación movida por la codicia y el ánimo de lucro. Cualquier cosa que implique ganarse un dólar, ya sea algo edificante y de elevación social, o un decadente veneno cultural; activa los engranajes de la industria, siempre lista para alimentar a los consumidores con lo que su corazón carnal desee, y sin interesarle los efectos que pueda tener en la moral, los valores, la salud física y mental, ni el carácter mismo de los pobladores.

Los principios fundacionales de la libertad individual radical que se albergan en el corazón de la Tierra de la Libertad, han inspirado a los aspirantes a la libertad de todo el mundo por su claro contraste con la persecución y el control centralizado, que han sofocado a miles de millones de seres que habitan bajo regímenes opresores. Sin embargo, esos mismos principios de libertad, han permitido el surgimiento de estilos de vida degradantes para el propio ser, y el crecimiento de subculturas pervertidas que socavan la moral y la estructura social de pueblos y naciones en todo el globo.

La muy famosa libertad de palabra en Estados Unidos ha permitido que esta revista predique el evangelio desde nuestra sede en Carolina del Norte, libertad que los que publicamos El Mundo de Mañana apreciamos, y por la cual damos gracias a Dios; sabiendo de primera mano lo difícil que puede ser predicar el verdadero evangelio en muchos otros países. Y sigue siendo cierto que son más las Biblias distribuidas al mundo por instituciones estadounidenses que por las de cualquier otra nación (aunque la arrolladora mayoría de esas Biblias se están imprimiendo en China).

Pero esa misma libertad de palabra contribuye a hacer de Estados Unidos el primer productor mundial de pornografía, y el impacto de las Biblias palidece en comparación con el impacto tóxico y trágico de esa perversión; puesto que un escaso cuatro por ciento de la población mundial produce la cuarta parte de los videos asquerosos en el mundo, y maneja el 60 por ciento de los sitios pornográficos en la red.

No, definitivamente los Estados Unidos de América no cumplen el propósito de Dios ni lo han cumplido jamás. En vez de alumbrar al mundo desde la cima de una montaña como ejemplo de las leyes y el amor de Dios en acción, no ha sido más que una nación que ha comido del árbol del conocimiento del bien y del mal, en tanto que disfruta las bendiciones de su antepasado Abraham, bendiciones que nunca ganó por merecimiento propio. Estados Unidos no ha exportado el camino de vida de Dios, sino que ha exportado el sistema de vida a la americana. Quienes no vean la diferencia entre lo uno y lo otro, andan profundamente equivocados.

Lo que el mundo necesita de Estados Unidos

En estos momentos de transición para el país más poderoso del mundo, volvemos a preguntar: ¿Qué necesita realmente el resto del mundo de parte de ese país? ¿Qué podría hacer Estados Unidos, que no solamente traería el beneficio más grande para otras naciones, sino que a este mismo le convendría desde todos los aspectos posibles?

Arrepentimiento. Así de sencillo.

No una apariencia de arrepentimiento. No uno superficial, tienen que hacerlo mejor. No un arrepentimiento parcial en que se redescubren y acogen ciertos principios bíblicos, y otros se hacen de lado por considerarlos incompatibles con las ideas estadounidenses de diversidad y libertad personal. No, se trata de una acción de costa a costa y de frontera a frontera, volverse a Dios y rechazar el pecado. Un arrepentimiento nacional como lo leemos en Jonás 3:5-10. ¡Un arrepentimiento de verdad!

El mundo necesita que Estados Unidos vuelva a descubrir sus verdaderas raíces, que se remontan mucho antes de 1776, de 1619 e incluso de 1492. Que vuelva a descubrir el verdadero origen de sus bendiciones, es decir, la humilde obediencia de Abraham; y que acepte enteramente el único camino para conservar esas bendiciones ininterrumpidamente, la obediencia total y de todo corazón al Dios que le ha protegido, y el sometimiento incondicional a su dominio supremo.

En los días del rey Salomón, una vez dedicado el templo, el Dios Eterno le dijo al Rey unas palabras contundentes que muchos citan y pocos cumplen plenamente: “Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los Cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:13-14).

Las dificultades, pruebas y penalidades que Estados Unidos afronta, no se deben esencialmente a sus políticas y normas, aunque esos factores indudablemente son parte, sino que se deben a la testaruda negativa de su gente a volverse totalmente y sin reservas al Dios Creador y al Salvador que murió por toda la humanidad. Se deben a la afición estadounidense por todo lo que sea su sola voluntad, a su aceptación de que se ponga el nombre de “cristiano” a una caótica diversidad de creencias y prácticas que poco o nada se parecen a lo que Jesucristo estableció cuando fundó su Iglesia.

El cambio más grande que podría hacer el pueblo estadounidense, para bien de las naciones del mundo, sería volverse a Jesucristo, al Hijo de Dios, con un arrepentimiento total y completo, con una nueva pasión por la obediencia, y con el corazón dedicado a servir la causa del Eterno en todo. Entonces, Estados Unidos se convertiría, no solo en el ejemplo que Dios siempre ha anhelado, sino también en un medio para que le derrame bendiciones sin límite, y haga lo mismo sobre todos los pueblos que se arrepientan en toda la faz del mundo.

Y esas bendiciones no serían únicamente materiales. Estados Unidos ha sido fuente de bendiciones materiales para el mundo durante muchos decenios, y ahora la índole vacía de esas bendiciones físicas empieza a mostrar daño y podredumbre. Tampoco serían bendiciones de libertad ilimitada, la libertad de un vagón de ferrocarril que por fin se libera de sus rieles y se precipita fuera de control hasta estrellarse, oxidarse y quedar reducido a nada.

Esas bendiciones serían las bendiciones auténticas que vienen del reinado del Salvador de la humanidad, con la eliminación del peso de los pecados que esclavizan y corrompen, con la experiencia de recibir el don del Espíritu Santo y la transformación que provee, y con la aceptación de las leyes que edifican a un pueblo a medida que aprende a crecer “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).

¿Se arrepentirá Estados Unidos?

¿Qué probabilidad hay de que se produzca un cambio de este tipo? ¿Veremos un arrepentimiento nacional? No podemos llamar a ese cambio de actitud nacional un avivamiento, pues, desde su fundación, los Estados Unidos de América nunca han estado en un estado de obediencia como el que el mundo necesita que adopten.

Si no hay un cambio de corazón, sabemos lo que les espera. La profecía bíblica no deja duda; el mundo verá surgir, prácticamente sin oposición, un cristianismo falso que se extenderá por toda la Tierra “venciendo, y para vencer” (Apocalipsis 6:2). Esa Iglesia engañosa y transigente, que ya es la norma llamada “cristiana” en el mundo, estará encabezada por un falso profeta hacedor de milagros, que actuará junto con la “bestia” del Apocalipsis, profetizada en forma de un Sacro Imperio Romano renacido en Europa (Apocalipsis 13:11-14).

Juntos, tendrán un poderío económico, militar y político; imbuido de fervor religioso, decidirá la caída de los Estados Unidos y de otras naciones descendientes de los británicos, en una época de sufrimiento conocida como la gran tribulación. Ese tiempo se revela en muchas profecías, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento; e incluso en palabras del propio Jesucristo: “Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21).

Durante esos años, la persecución de los discípulos verdaderos de Jesucristo, “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17), será terrible para quienes siguen la fe y enseñanzas reales de Jesucristo, mientras que el cristianismo falso reinará triunfante. Los malos del mundo se enriquecerán. Los que transigen tendrán seguridad. Y los justos padecerán.

Esos años continuarán hasta que Jesucristo regrese y establezca su Reino… Reino que acabará con el sistema falso y lo esparcirá como polvo por el viento (Daniel 2:34-35, 44).

El mundo necesita un liderazgo espiritual de parte de los Estados Unidos. El mundo necesita que Estados Unidos se arrepienta de su desobediencia, y necesita que sus ciudadanos reciban plenamente a su Creador y cumplan con sus deseos para esa nación, para sus familias y la vida de las personas. Quizá parezca mucho pedir, pero Dios no se limita a pedir cosas que probablemente ocurrirán. Y ya sea que cumpla su propósito para Estados Unidos antes o después del regreso de Jesucristo. El hecho es que lo cumplirá… por el bien de los Estados Unidos y de todo el mundo.

Entre tanto, cada uno de nosotros debe decidir personalmente si seguirá siendo parte del problema, quienes seleccionan entre los mandatos de Dios y las enseñanzas de Jesús, distorsionándolos con sus propios planes, objetivos y sentido del bien y del mal; o si será parte de la solución de Jesucristo, acogiendo plenamente todo lo que pide de nosotros. Dios el Padre está buscando personas que hagan esto último: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24). [MM]