Todo lo que hacemos tiene consecuencias. Ya sea de dinero, tiempo, esfuerzo físico o mental, o quizás para nuestra salud y bienestar emocional. A veces, las consecuencias de nuestras acciones afectan a las personas que amamos. No perdonar a los demás tiene consecuencias muy fuertes.

Si alguien choca nuestro automóvil, no solo hay un costo monetario por las reparaciones, también hay molestias, traumas físicos, frustración y tiempo empleado en hacer llamadas telefónicas, presentar reclamos al seguro y obtener informes policiales.

Según los críticos, la Biblia está supuestamente llena de mitos e historias inverosímiles. Sin embargo, con el tiempo, siguen surgiendo pruebas que corroboran las narrativas bíblicas. Uno de esos relatos está registrado en 2 Reyes 19, donde Jerusalén fue rodeada por el enorme ejército del rey asirio Senaquerib. El comandante del rey envió una carta a Ezequías, el rey de Judá, amenazándolo para que se rindiera pacíficamente. Pero, en lugar de rendirse, Ezequías oró y presentó la carta amenazadora ante Dios.

¿Habrá alguien que no haya oído hablar de la IA a estas alturas? La IA, o inteligencia artificial, domina cada vez más la tecnología. Parece que todas las empresas se están adaptando a la IA, incluso su teléfono inteligente tiene la IA incorporada. La IA se utiliza para redactar informes y artículos de noticias, y algunos estudiantes incluso la utilizan para escribir sus trabajos de fin de curso. Los futuristas especulan que la IA conducirá a innumerables avances en muchos campos, y los inversionistas ya han ganado miles de millones de dólares en empresas de IA.

Yo era una niña durante la guerra cuando nuestro condado en el extremo sureste de Inglaterra, a sólo 21 millas de Francia, se hizo conocido como el “callejón de las bombas”. El primer ataque alemán a Londres tuvo lugar alrededor de las 4:00 p.m. del 7 de septiembre de 1940. La Luftwaffe alemana realizó un ataque relámpago, enviando 348 bombarderos escoltados por 617 aviones cazas sobre el Canal de la Mancha desde Francia. Los muelles y las calles de Londres fueron bombardeados durante 57 días y un tercio de la capital fue destruida.